En los últimos meses he tenido la suerte de viajar dos veces al Reino Unido. En ambas ocasiones, a un aeropuertoal que hay que llegar en tren y no en metro. Las dos veces también, disfrutando de la hospitalidad de unos amigos encantadores, que siempre me abren las puertas de su hogar de par en par, me cuidan muchísimo y me obsequian con una entrañable y profunda conversación.
Una de las muchas cosas que quedó en mi memoria en ambas ocasiones fue mi ritmo para llegar a la estación de Victoria, donde tomaría el tren que me llevaría al aeropuerto. En abril caminé frenéticamente para llegar al metro. Noté que caminaba así, pues mi maleta hacía mucho ruido… pero fue mucho más obvio cuando, antes de adelantar a un invidente que caminaba con su perro, él empezó a decir ‘busy, busy, busy … someone is really busy busy’ (ocupada, ocupada, ocupada … alguien está muy ocupada) y continuó durante bastante tiempo.
En ese momento, tomé conciencia de estar corriendo sin necesidad alguna. De hecho me pregunté por qué lo estaba haciendo pues era realmente absurdo. Al fin y al cabo tenía todo el tiempo del mundo, ya había facilitado el taller, no había presión alguna, nadie me esperaba en ningún sitio y podía regalarme un relajado regreso. Recordé entonces un comentario de una amiga mía, que en tiempos me pareció muy ‘cool’ (guay) y que ahora no me lo parecía tanto ‘menos mal que cuando llegamos a Londres sabemos ir al ritmo de la ciudad y no entorpecemos!’.
Como dije, el ‘busy, busy, busy’ se me quedó en la memoria y en los meses siguientes se hacía presente cada vez que yo empezaba a hacer lo que fuera, de forma ‘acelerada’. Me ayudaba a darme cuenta, bajaba el ritmo y, por lo general, hacía lo que tuviera entre manos, mejor.
A principios de agosto volví a realizar casi el mismo camino de vuelta. Casi, porque partía de otra estación, pero equidistante. También en ésta ocasión había finalizado lo que había ido a hacer, disfrutado muchísimo con los amigos y mi familia, a la que tenía muchísimas ganas de ver, me esperaba al otro lado del Canal de la Mancha. Ésta vez, sin embargo, el ritmo era muy distinto. Había buenas razones para ello.
La primera, llevar una mochila, y no pequeña, a la espalda. Me gustara o no, sólo podía caminar despacio. La segunda y más importante, regresaba de haberme regalado cuatro días en ‘lentitud’ y bastante silencio en medio de la naturaleza con el único objetivo de ‘estar siendo’ y durante los cuales, el tiempo adquirió una calidad, cualidad y condición muy diferentes a las que estamos habituados.
Nada más llegar a Londres desde el campo, noté la diferencia, y eso que era un día de muchísimo calor húmedo. Casi todo el mundo corría … incluso algunos turistas en vacaciones. Aunque parecía que el ritmo de la ciudad te iba a llevar por delante, comprobé que me era posible mantener el ritmo que necesitaba y quería llevar. Y en ese proceso también me di cuenta de que podía ver más cosas y a más personas, percibir distintos olores, intensidades de luz, colores… prestar atención a muchos más rostros y actitudes… ver y oír a quienes se movían con mayor antelación y así dejar paso, leer los carteles de distintas películas y exposiciones que se anunciaban … notar cómo estaba yo, mis sensaciones, sentimientos y pensamientos… en fin, ‘continuar siendo’.
Y dirán, bien, ¿y de qué sirve?, ¿para qué es útil ir más despacio y percibir más?, ¿qué beneficio tiene?. Para mí, grandísima utilidad… al percibir más de todo lo que nos rodea y de nosotros mismos entendemos mejor. Cuando corremos, nuestra atención se ‘estrecha’, está tan enfocada en algo específico que se pierde todo lo de alrededor. Sabemos menos, aunque no lo creamos. Y sin embargo, al abrir nuestra atención y tenerla más disponible para conocer más, podemos responder de forma más apropiada a lo que está ocurriendo.
Imagínense si en una interacción importante de trabajo nuestra atención estuviera totalmente dedicada a lo que está ocurriendo en lugar de estar pensando en ‘lo aburrida que estoy’, o en ‘a ver cuándo se calla para poder decir lo que yo pienso’ o en ‘me da igual porque lo que vamos a hacer es esto que ya he decidido’. ¿Es posible que los resultados fueran diferentes?. Pues bien, si cabe esa posibilidad quizá no nos venga mal ‘caminar’ (o pensar, leer, conversar, relacionarnos …) más despacio. Y seguro que nos volvemos algo más sabios.
Feliz semana
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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