Es difícil definir el término calidad por la variedad de formas y conceptos que existen pero, de todas las que conozco, me quedaría con “el conjunto de características de un producto o servicio que satisface las necesidades del cliente”. En la mayoría de empresas se están utilizando términos de calidad, y el sector sanitario se ha apuntado a esta línea para introducir la tan cacareada “mejora de la eficacia y sostenibilidad del sistema sanitario”, que desgraciadamente sólo se recoge en el papel.
En los últimos años he presenciado y participado, junto con varios profesionales de diferentes colectivos, en estudios de calidad, elaborando y dibujando un diseño que introduce indicadores para la medición de la calidad, con técnicas de mejora y evaluación que hagan posible una mejor organización sanitaria en las unidades. Hay trabajos concluidos, pero nuestros gestores ni los utilizan ni los ponen en práctica.
Para lo único que sirven es para jugar con la buena voluntad de algunos profesionales que, con nuestra mejor disposición, intentamos aportar nuestros conocimientos, fruto de la actividad diaria, para mejorar y transformar nuestro sistema sanitario y dar una mejor atención a los usuarios, dedicando parte de nuestro tiempo, fuera de la jornada laboral y sin ninguna retribución especial.
Pero la calidad sanitaria tiene mucho que ver con las políticas sanitarias y requiere un cambio muy importante de cómo se hacen las cosas. Es necesario proceder a una restructuración que permita dar servicios de calidad con la realidad actual, implantando técnicas de gestión de calidad y haciendo del paciente el centro y principal objetivo de los servicios sanitarios, y eso es posible en la Sanidad pública; otra cosa es que no quieran o no les interese, porque en el fondo de todo está la privatización, en cubierto, de nuestro sistema sanitario.
Nuestros hospitales se ven cada vez más incapacitados para mejorar la calidad, y en gran medida se debe a que la mayoría de nuestros gestores carecen de profesionalización en gestión sanitaria y no saben aplicar una adecuada gestión de personal y de necesidades asistenciales. En muchos casos, se centran más en atacar la enfermedad que en prevenirla.
Estamos cansados de oír que la política de recortes no afecta a la calidad asistencial, y no es cierto; afecta, y mucho. Reducir y hacer contratos precarios con jornadas maratonianas a los trabajadores es enfrentarlos a graves y agresivas dificultades en el desempeño diario de su trabajo, afectando indiscutiblemente a la calidad, sobre todo ante la creciente demanda sanitaria. Reducir la inversión sanitaria y hacer un uso descontrolado de los recursos también afecta la calidad.
La calidad es el resultado de las políticas sanitarias adecuadas, todo lo contrario de lo que se está haciendo en la actualidad. El Gobierno del Partido Popular y los malos gestores sanitarios están poniendo cada vez más en peligro un sistema público, equitativo, eficaz y de calidad.
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