
El banco británico Barclays se autoadjudica el invento del concepto de responsabilidad social de las empresas. Como sucede muy a menudo, le es aplicable el dicho castizo: “Dime de qué presumes y…”.
Traigo a cuento la responsabilidad social de las empresas porque hay un efecto de la agónica crisis que sufrimos que no está siendo señalado, al menos suficientemente: el grave deterioro de la salud laboral de los trabajadores debido al maltrato psíquico por empresas.
No es esto un artículo científico, sino de opinión y, por tanto, no entraré en datos, pero abundantes fuentes apuntan a un fortísimo incremento de los casos de acoso laboral, comprendiendo este término el maltrato psíquico, el acoso, la humillación, el trato degradante, en fin, el abuso de superioridad que se deriva de unas condiciones laborales cada vez más penosas que conllevan la sumisión de los trabajadores y la prepotencia de las empresas.
Sé que no todas las empresas son así, ni mucho menos. Lo grave es que haya otras muchas que maltraten a los empleados. Mi respeto a las responsables, y una profunda repugnancia hacia las irresponsables.
El daño moral y psíquico que se está causando a los trabajadores que se ven sometidos a estos abusos, es incalculable; es fácil destruir a las personas abusando del poder empresarial, y casi imposible combatirlo a nivel individual. ¿Quién puede seguir trabajando en un entorno hostil al que se denuncia? En empresas pequeñas, imposible.
El abordaje ha de ser colectivo, social, y aquí los sindicatos -de clase, especialmente- tienen una ocasión de oro para recomponer su figura. Denunciar a estas empresas y jefecillos depredadores, someterlos a la sanción de la sociedad (judicial y económica también) y mejorar las condiciones laborales son el camino.
Bien es cierto que más socialmente irresponsables aún son aquellas empresas que, por mor de un lucro salvaje, destruyan el empleo; pero eso es otro cantar, aunque ahí tenemos las elecciones europeas, donde podemos sancionar estas conductas repulsivas.
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