
Comenzábamos el 25 de abril el análisis general de la Estrategia de Promoción de la Salud y Prevención en el SNS, en el marco del abordaje de la cronicidad. Hoy vamos a concretar el análisis en los objetivos específicos referidos a la población mayor de 50 años.
España tiene una de las esperanzas de vida más altas del mundo (82,1 años), pero con una esperanza de vida con buena salud menor que otros países de nuestro entorno (en España 61,5 años en hombres y 59,4 en mujeres). Aunque la mortalidad por dolencias crónicas desciende, la carga de enfermedad que producen aumenta: suponen el 89,2% del total de carga de enfermedad medida en años de vida ajustados por discapacidad (AVAD).
La estrategia se plantea promover el envejecimiento activo y saludable en la población mayor de 50 años mediante la intervención integral sobre estilos de vida saludables, así como sobre entornos y conductas seguras, de manera coordinada entre los ámbitos sanitario y familiar‐comunitario. Una vez más, se plantea que estas actuaciones recaigan sobre los equipos de Atención Primaria, con la colaboración de servicios sociosanitarios o de carácter comunitario.
Parece bastante difícil que los equipos de Atención Primaria puedan absorber este tipo de funciones cuando están reclamando diez minutos para atender a cada paciente y cuando existen serias dificultades para que los trabajadores sociales, cuyo número es muy reducido, puedan abordar, ni de forma individualizada ni colectiva, la asistencia social. Tampoco van a encontrar la colaboración necesaria en otros recursos comunitarios como los CEAS, que carecen también de recursos para atender la demanda que reciben.
En el momento actual, los médicos constatamos cómo los pacientes abandonan tratamientos que antes recibían de forma gratuita y que ahora, con el copago, no pueden comprar. Enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión y las hiperlipidemias son ejemplos claros de lo que está sucediendo, aunque ello afecta también a pacientes con patologías respiratorias crónicas, como el asma o la EPOC. Cuando preguntas a estos pacientes, te señalan, a veces entre lágrimas, que no tienen dinero para las necesidades básicas, como la alimentación o la calefacción, así que cómo lo van a tener para los medicamentos.
Objetivos sin recursos
Otro objetivo específico hace referencia a la situación de fragilidad y la prevención del deterioro funcional, así como la promoción de la salud y el bienestar emocional en la población mayor de 75 años. También en este caso se señala a los equipos de Atención Primaria, que deberán desarrollar intervenciones específicas centradas en programas de actividad física y de promoción de estilos de vida saludables, incluidos el consejo motivacional individual, el abordaje grupal o la intervención breve, así como la vinculación con recursos e iniciativas comunitarias grupales, y también intervenciones multifactoriales para la prevención de caídas. Una vez más, se elaboran unos objetivos que se pretenden alcanzar sin allegar recursos específicos, exclusivamente en base a los medios actuales, que ya están suficientemente desbordados.
Basar toda una estrategia de prevención y atención a la cronicidad exclusivamente en los recursos existentes, sin crear medios nuevos o reorganizar los actuales, y teniendo como actuación fundamental el denominado consejo sanitario, no parece la mejor forma -ni siquiera parece una buena forma- de alcanzar los objetivos previstos. Parece más bien una estrategia de legitimación para que parezca que se hace algo cuando, en realidad, no cambia nada.
En realidad, el cambio de filosofía que exige la atención a la cronicidad debería basarse en el desarrollo de recursos próximos a los mayores que facilitasen la atención en su propio domicilio o, en caso de no ser capaces de vivir independientes, su acomodo en residencias que puedan ofrecerles el apoyo para todas sus necesidades, donde sí se puedan implementar esas actividades de tipo educativo que recomienda la estrategia. Todo ello, en el marco geográfico más próximo a su domicilio.
Si además se complementa con la hospitalización en residencias asistidas o en hospitales de crónicos cuando sea preciso, se habrá avanzado en una asistencia más digna a los mayores que, además, será más eficiente.
Es posible que los médicos debamos cambiar nuestra mentalidad respecto de la atención a nuestros pacientes, que cada vez serán más enfermos crónicos, pluripatológicos y polimedicados; probablemente aún no comprendemos el problema en toda su extensión y no nos hayamos planteado el cambio de paradigma asistencial que significa que en el año 2050 el 50% de la población española será dependiente en alguna medida y el 30% tendrá más de 65 años.
Pero es evidente que quien sí debería conocer el problema y aportar las soluciones organizativas para responder al mismo son las administraciones sanitarias. La respuesta va más allá de decisiones organizativas puntuales y limitadas; es necesario un cambio de modelo en la asistencia sanitaria, desplazando recursos hacia la atención a este tipo de pacientes. Será preciso pasar de un modelo basado en la atención especializada para agudos en grandes hospitales a un modelo sociosanitario descentralizado.
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