Los 194 Estados miembros de la OMS aportan como Contribución señalada el 21% del presupuesto, colaborando según la riqueza del país y con arreglo a la población; el resto son Contribuciones voluntarias, destacando las aportadas por la Fundación Filantrópica Bill y Melinda Gates, con 375,5 millones de dólares, la mayor aportación después de la de Estados Unidos, seguida de la Alianza Gavi, una colaboración público-privada con un fondo de 138,8 millones de dólares para el acceso a vacunas, y la industria farmacéutica, que aporta 50 millones de dólares.
Son sobrecogedoras las declaraciones de Germán Velasquez, que dirigió durante 20 años el Secretariado para la Salud Pública, la Innovación y la Propiedad Intelectual de la OMS, a la Cadena SER, indicando que “la OMS, desafortunadamente, está en un proceso acelerado de privatización” , que el 90% del programa de medicamentos ahora está financiado por Gates y que los trabajos sobre el Programa de Uso Racional de los Medicamentos está abandonado.
Hay que recordar que, dentro del modelo de financiación de la OMS, las aportaciones de los Estados miembros se reparten entre los distintos programas con un determinado presupuesto, y las aportaciones voluntarias de las empresas y particulares van destinadas exclusivamente a los programas que los donantes determinen, sin posibilidad de trasvase de estos fondos según se estime necesario por la OMS.
Así, se pueden fácilmente mezclar intereses corporativos de la industria farmacéutica con las necesidades de salud de la población mundial o, lo que es peor, que en los grupos de expertos para decidir si se da una alerta de epidemia o pandemia se encuentren representantes de laboratorios farmacéuticos que producen las vacunas contra esa epidemia. ¿Qué piensan ustedes que van a decir estos expertos?
No crean que esto es invención mía; en el año 2011, un directivo de una compañía farmacéutica fue nombrado consultor del Grupo de Expertos en Investigación y Desarrollo para discutir y difundir estrategias para abordar enfermedades que afectaban a países en desarrollo y que tendrían que evaluar un programa que afectaba justamente al laboratorio farmacéutico al que este consultor pertenecía. Medicos sin Fronteras lo denunció, al igual que ha indicado que, si bien la Alianza Gavi, segundo financiador privado de la OMS, ha contribuido a una disminución de los precios de las vacunas nuevas o subutilizadas en los países seleccionados, el coste de la vacunación completa de un niño era 68 veces más cara en 2014 que en 2001.
Creo que los países miembros, sobre todo los más ricos, deberían hacer un mayor esfuerzo para cubrir el presupuesto total de los programas de la OMS y evitar la perversión de que donantes privados decidan sobre las políticas de salud en el mundo, y así la OMS pueda realizar de forma independiente su función.
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