Nos aproximamos al final de otro año convulso, al menos en lo que se refiere a éste nuestro país. Un año en el que cada vez parece más difícil hablar entre nosotros, entender distintas posturas y en el que, progresivamente, muchos posiblemente hayamos ido adoptando, de forma consciente o inconsciente, posiciones más extremas y menos reconciliables.
Creamos o no (lo más habitual es no creerlo) en la idea de que todos, con nuestro pensar y hacer (o no hacer, ignorar, mirar hacia otro lado…), vamos dándole forma a la realidad en la que vivimos al tiempo que construimos el futuro (el nuestro y el de múltiples generaciones siguientes), quizá no estaría de más permitirnos realizar un ejercicio de fin de año para ver si algo de ello hay. Y en esa línea, intentar comprender qué aportación, si alguna, es la que realizamos cada día a nosotros mismos, a nuestra esfera más cercana, organización, país…
De modo resumido, consistiría en reflexionar sobre la siguiente pregunta: ¿Cuál fue mi contribución al campo x durante el día de hoy?
Para quienes comiencen a practicar, intuyo que rápidamente se darán cuenta de no poder responder con rapidez… No hay una respuesta simple; indefectiblemente, cualquier contribución tendrá múltiples capas y facetas. Hacerse progresivamente conscientes de la naturaleza de lo que aportamos resultará en ocasiones agradable y en otras no tan fácil de aceptar. Indudablemente, será un paso en el descubrirse más a uno mismo, conocerse y, quizá, comenzar a comprenderse.
En mi opinión, a pesar de las dificultades que puedan surgir en aceptar algunas de nuestras peores contribuciones, esto es útil. Útil, porque requisito sine qua non para comprender la perspectiva de otra persona es conocer la nuestra primero; “tener la capacidad de colocarnos en la perspectiva cognitiva de otra persona es relevante para tener interacciones pacíficas y exitosas, no sólo a nivel inter-cultural, sino también dentro de familias, escuelas, organizaciones, comunicándonos con quienes nos son conocidos y también con completos extraños” (del artículo Conocernos a nosotros mismos: aprendiendo a comprenderse uno mismo aumenta la capacidad de comprender a otros; Anne Böckler, Lukas Herrmann, Fynn-Mathis Trautwein, Tom Holmes, Tania Singer).
Lo que a priori parece útil no es algo que acostumbremos a hacer. Tampoco algo que nos enseñen. Es frecuente escuchar en cualquier sistema (empresa, institución, asociación, familia…) lo necesario que es que los demás cambien, que el otro deje de comportarse de determinada manera y/o comience a hacerlo de otra, que los demás puedan ver de verdad cómo somos y nos entiendan –y después actúen en consecuencia, claro está, siempre según nuestra opinión-.
Rara vez (excepciones, afortunadamente, hay) en nuestro trabajo nos encontramos a alguien que nos dice: “Esto es lo que creo que está pasando, así es como creo que yo puedo estar contribuyendo a ello, intuyo que pueda deberse a…”. Es una pena, porque las únicas personas sobre las que podemos probar a introducir cambios es sobre nosotras mismas, y la única manera que tenemos de modificar las interacciones de las que formamos parte es aportándoles algo diferente a lo habitual. Claro que para poder sustituir lo que hay por algo diferente hay que conocer ese algo, hacerse consciente.
No se necesitan grandes técnicas para ello, y la mayoría son fáciles de emplear. No tan sencillas de poner en marcha, ni instalar a lo largo del tiempo, sin embargo. No es popular enfrentarse a la sombra de uno; tampoco somos, por lo general, disciplinados para establecer de forma regular algo cuyo resultado puede no ser placentero, sino hasta desestabilizador. Se necesitan grandes dosis de coraje y dosis mucho más grandes de capacidad de contener la desestabilización que pueda surgir.
En la situación planetaria actual, nos convendría desarrollar esta capacidad con gran rapidez temporal y enorme alcance. Un buen y suave comienzo nos lo proporciona el u.lab 0x: Leading awareness-based systems change–How to sense and actualise the future, amablemente proporcionado por el Presencing Institute. Para quienes de verdad creemos (por nuestra propia experiencia) en lo que dijo Bill O’Brien –“el éxito de la intervención depende de la condición interior del que interviene”–, no hay tiempo que perder en cultivar esta capacidad de comprendernos mejor a nosotros mismos para, desde ahí, poder colocarnos en la perspectiva de los demás.
Si tuviera algo que pedir a 2018, sería precisamente que cultiváramos más y más esta capacidad.
¡Feliz entrada en 2018!
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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