Vamos a hablar a grandes rasgos de uno de los modelos de musicoterapia reconocidos a nivel internacional, denominado Bonny Method of Guided Imagery and Music, o las siglas: GIM. Citar modelos musicoterapéuticos y describirlos de forma sencilla y fácil de entender será mi objetivo, para que puedas apreciar la versatilidad y flexibilidad del uso de la música en el contexto terapéutico.
El modelo GIM es creado por la doctora Helen Bonny, músico y musicoterapeuta en la década de los años 60, y lo define como una modalidad psicoterapéutica contemporánea, básicamente experiencial, en la cual se evocan imágenes durante la audición musical con el objetivo de que la persona conecte con sus emociones y encuentre respuestas a sus inquietudes generando mejoras en su salud. Este proceso terapéutico asienta sus bases en la teoría psicoanalista de Jung y Leuner y en la humanista de Rogers y Maslow.
Con este método, “el cliente deja volar libremente su imaginación mientras escucha música en un estado de conciencia alterado con un guía experimentado acompañando la experiencia y estableciendo un diálogo con éste”, expresa Bruscia (1998).
Helen Bonny fue pionera en abrir nuevas perspectivas al utilizar la música como catalizadora del cambio. Diferentes estudios realizados con este tratamiento han dado como resultado un mayor contacto con las emociones; mejor autoconocimiento, enriquecimiento espiritual y relajación, entre otros.
La idea de Helen Bonny fue sencilla, pero sorprendente, y señaló: “La música puede crear un ambiente en el que es posible que uno libere emociones intensas, se retrotraiga a estados del proceso primario, exprese su creatividad e imaginación y contribuya a una experiencia máxima o cumbre” (2002).
Un musicoterapeuta tiene que formarse y entrenarse en este método receptivo con programas académicos específicos. El método GIM es beneficioso en personas con problemas de estrés, trastornos físicos y emocionales, pacientes con cáncer y sida, como así también con aquellos que han vivido experiencias traumáticas (abuso, malos tratos, conflictos bélicos, accidentes, etc.); a su vez, no está indicado para personas con discapacidad intelectual y para las que por alguna razón no puedan procesar la información que se derive de las sesiones a causa de una parálisis, senilidad o psicosis. Se puede utilizar con niños/as, adolescentes y adultos, y es ideal para incentivar sus recursos personales, mejorar la creatividad y la comunicación.
Las sesiones duran aproximadamente entre 90 y 120 minutos, generalmente son individuales y se utiliza la música clásica. Durante el encuentro, el musicoterapeuta no dirige la sesión, sino que acompaña y guía verbalmente. El objetivo no es sólo la relajación, sino además lograr un estado mental receptivo favorable para ampliar el estado de conciencia. De este modo, la persona tiene la oportunidad de reconocer sus emociones, liberarlas y procesarlas de una manera saludable.
El formato de una sesión individual consta de cinco fases, que van desde la comunicación previa entre el paciente y el terapeuta para concretar el tema que formará parte del proceso terapéutico, denominada preludio, pasando por una segunda parte caracterizada por la inducción verbal del musicoterapeuta para que la persona se relaje y se concentre; seguida de la experiencia musical, en la que el paciente, tumbado, verbaliza su experiencia y posteriormente integra esa vivencia a través del dibujo y la reflexión al concluir la sesión.
El trabajo de Bonny promueve la salud y el bienestar físico, emocional y espiritual a través de la audición musical; este trabajo se ha ampliado y modificado para adaptarse a las necesidades de los pacientes, y en la actualidad existen diferentes estilos de prácticas.
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