Dicen las buenas lenguas que Alfonso Alonso va a llevar al Consejo de Ministros del próximo 11 de mayo el levantamiento del embargo a la vacuna de la varicela decretado en 2013 por su predecesora en el cargo, la ínclita Ana Mato. Sin que la susodicha vaya a pasar a la historia por su nefasta gestión al frente de Sanidad (miren que es difícil, pero seguramente será más recordada por sus implicaciones en tramas de chanchulleos), uno de sus hit parades sanitarios será, sin duda alguna, la decisión unilateral de prohibir a los padres españoles adquirir de su propio bolsillo el antídoto para inmunizar a los pequeños contra este virus.
Como si España se tratara de un país bananero, y en un gesto más acorde de estados dictatoriales, Ana Mato se levantó una mañana y se puso a matar moscas a cañonazos. Para qué someter el caso a un comité de expertos o reunir a las comunidades autónomas para unificar un calendario vacunal. Qué va, esas cosas son propias de países modernos y civilizados.
Así que la ministra no se anduvo por las ramas y cortó por lo sano. Para evitar que unos niños se vacunen y otros no, o en unos sitios lo hagan en la infancia y en otros en la preadolescencia, lo mejor es quitarles la vacuna a todos y así se acaba con los problemas de un plumazo.
Insólito, pero así llevamos dos años. No sólo han aumentado los casos de menores con varicela, sino que, a fuerza de imponer su autoridad en contra de las recomendaciones de la Sociedad de Pediatría, Mato puso a muchos padres en la tesitura de acudir al mercado de estraperlo de Portugal, Andorra o Francia. Empujó a los progenitores a buscar la vacuna en internet, saltándose a la torera todas las recomendaciones de no automedicarse y menos comprar medicamentos sin unas mínimas garantías de seguridad y calidad farmacológica.
Y lo más curioso es que Ana Mato dijo que adoptaba esta decisión para prevenir que en el futuro aumente la incidencia en adultos del herpes zoster. Por ahí habrá algún informe que lo avale, igual es un estudio de su primo, quién sabe si amigo del primo científico de Rajoy que decía que esto de los efectos del cambio climático tampoco era para tanto. Lo que más intranquiliza es que nadie de su departamento o de su propio Gobierno le parase los pies en su momento y que una decisión de esta envergadura quede a merced de ciertos intereses ocultos, que seguro que los habrá.
Alfonso Alonso sólo va a deshacer el entuerto, aunque ya puestos a enmendarse bien podría compensar a la sociedad introduciendo la vacuna de la varicela en el sistema para que fuera universal y gratuita. De momento, a ver cómo explica, si es que quiere o puede, a los niños que han padecido en este tiempo la enfermedad, que su contagio sólo se debió a la mala suerte de haber nacido en una época en la que una señora inepta estaba nada menos que al frente del Ministerio de Sanidad.
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