
Como señala Bruscia, la música se puede utilizar en terapia y como terapia. En terapia significa que la música puede no ser el elemento único y principal en la sesión, ya que se puede combinar con otras disciplinas, como la danza, el movimiento, la pintura, el psicodrama o el teatro. El paciente puede expresar lo que le pasa a través de las diferentes propuestas artísticas y también de forma verbal. La música, en este caso, es una guía y un apoyo que facilita el logro de los objetivos terapéuticos. El rol activo del musicoterapeuta varía según se lo requiera; en ciertas y determinadas ocasiones puede que el profesional no sea musicalmente participativo.
Por otra parte, la música como terapia es el elemento principal en el encuentro de musicoterapia; el tratamiento se basa en el contexto musical por excelencia. A través del contacto terapéutico con la música, el paciente puede lograr sus metas. Se utiliza el sonido para provocar cambios a nivel físico y psicológico. Puede ser de gran valor para aquellas personas que no tengan acceso al lenguaje verbal. El rol del musicoterapeuta es siempre activo, formando parte de la vivencia musical con el paciente.
Los parámetros del sonido (altura, intensidad, duración y timbre) y los elementos que constituyen la música (ritmo, melodía, dinámica y forma musical, armonía e instrumentación) se combinan para dar como resultado una composición musical única, con características propias, en las que se puede evaluar su estructura, sus cadencias, el tipo de instrumentación o vocalización utilizada, el estilo musical, la combinación de matices y la tonalidad, entre otros.
No sé nada de música, ¿puedo hacer musicoterapia?
A través de los años de trabajo en musicoterapia he encontrado dos posturas interesantes: la de la persona que decide ser musicoterapeuta sin saber nada de música y la del paciente que dice que no va a participar de los encuentros porque no sabe música. ¿No os resulta significativo?
En musicoterapia, la palabra música se emplea para describir el medio específico en el que se la utiliza. La música es un medio terapéutico, y su beneficio óptimo depende del uso apropiado que hace el terapeuta (Davis, Gfeller, Thaut, 2000). Por eso, cuanto mejor sea la formación del musicoterapeuta en este aspecto, seguramente dispondrá de numerosos recursos, estrategias y herramientas musicales. Como afirma Bruscia, la música juega un rol integral en el proceso de intervención, a veces sirviendo como compañera del terapeuta, a veces facilitando o induciendo al cambio en el cliente con poca o no ayuda del terapeuta.
En cuanto a la persona que quiera hacer musicoterapia: si bien la música es un papel importante en la sesión, los pacientes no tienen por qué tener nociones de solfeo, armonía y contrapunto, etc.; no es indispensable saber ejecutar un instrumento musical o entonar melodías a la perfección para participar. El musicoterapeuta valora cómo su paciente crea, explora, bucea en el sonido, lo escucha, lo repite, lo recrea y qué reacciones tiene hacia la música. Es un error pensar que el profesional apreciará por encima de todo el resultado estético y artístico de la improvisación sonora.
Bruscia afirma que los esfuerzos musicales que realiza el paciente siempre se aceptan sin enjuiciarlos. El objetivo fundamental es utilizar la música, el sonido y el movimiento no sólo como un fin en sí mismos, sino como parte del proceso terapéutico y/o de aprendizaje. Por lo tanto, puedes participar y disfrutar de un encuentro de musicoterapia, pese a no tener ningún conocimiento musical previo.
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