Trauma se define como una exposición personal directa a una experiencia desagradable por algún episodio doloroso que amenaza la integridad del individuo. Puede ser tanto físico como emocional. El primero está relacionado con los daños producidos en algún lugar del cuerpo como consecuencia de un accidente o enfermedad. Demandan atención y tratamientos médicos, ya que pueden provocar discapacidad (traumatismo cerebral, vertebral, abdominal, etc.).
El recurso musicoterapéutico puede utilizarse para aquellos casos de recuperación de la movilidad; el ritmo y la melodía contribuyen –por ejemplo– a mejorar la coordinación, la velocidad y la direccionalidad de la marcha. El tratamiento musical también es recomendable en el restablecimiento del habla, el fortalecimiento motriz de miembros superiores o inferiores, en la optimización de las funciones cerebrales, sin dejar de lado el aspecto socio-emocional, muchas veces afectado por el trauma.
Un/a musicoterapeuta formado y especializado en rehabilitación será el encargado de llevar a cabo el diseño del tratamiento y la intervención, conjuntamente con el equipo interdisciplinario. La influencia de la música en el cuerpo humano, más su utilización sistematizada y éticamente responsable, se convertirá en una herramienta terapéutica precisa con resultados observables.
El trauma psicológico significa un obstáculo realmente importante en la vida de quien lo padece, y desequilibra su sistema emocional. Puede ser una amenaza de muerte, una agresión sexual, el abandono afectivo y/o una infancia maltratada, así como también la muerte repentina de un familiar muy querido, la exposición a una situación violenta, como la guerra, un atentado, una catástrofe, entre otras muchas más… El miedo y la incapacidad de controlar el peligro real, sumado a la repetición mental de lo vivido, llevan a problemas que desencadenan un serie de síntomas, como la ansiedad, la depresión, la angustia, la falta de sueño, bloqueo emocional y estrés excesivo.
El valor terapéutico fundamental de la musicoterapia radica en su influencia sobre las diferentes emociones; por decirlo de alguna manera, llega directa al corazón, a los sentimientos. Por lo tanto, el/la musicoterapeuta utiliza la música en contextos verbales y no verbales a través de técnicas que benefician la apertura de los canales de comunicación y acompaña su proceso de recuperación. La música suministra un canal diferente a la palabra capaz de revivir y resignificar saludablemente las emociones del pasado al momento presente. Cada tratamiento es personalizado.
Mediante la improvisación musical, la música en vivo y otras dinámicas sonoras diseñadas a conciencia, ofrece la oportunidad de experimentar una nueva perspectiva de los acontecimientos negativos. Cada creación sonora o canción conecta emocionalmente con sus inquietudes, sus deseos y sentimientos y se convierte en un testimonio vivo con el que el musicoterapeuta guíe y facilite su transformación.
Garantizar un clima cercano y confiado servirá para que la persona se sienta segura, escuchada y comprendida. Los sonidos, las letras de sus melodías, las frases rítmicas, la sonoridad de los instrumentos musicales expresados en su sentir, harán fluir esa energía interior bloqueada. Al mismo tiempo, oxigenará los pensamientos acerca de aquel suceso que lo traumó, tomará distancia, lo observará desde otro lugar, desde otra mirada…
Existen en la literatura varios estudios científicos realizados con el fin de revelar los beneficios de la música en trauma; de hecho, las primeras sesiones de musicoterapia en Estados Unidos fueron destinadas a la rehabilitación posbélica de los soldados.
Son procesos complejos, en donde el conocimiento exhaustivo de los factores implicados en el origen y desarrollo del problema, más la experiencia musicoterapéutica, harán el tratamiento más efectivo. Puede complementarse con otro tipo de modalidades psicológicas, como la cognitiva-conductual, y también con disciplinas que empleen el recurso artístico con fines terapéuticos.
Desde la musicoterapia aportamos más recursos para aliviar el dolor emocional, que son: técnicas de respiración y relajación; fantasía guiada con música para el alivio de síntomas; actividades relacionadas con el fomento de las habilidades de afrontamiento para aceptar lo que pasó, la prevención de situaciones traumáticas futuras; la formación de grupos musicoterapéuticos de autoayuda, de apoyo socio-afectivos para compartir sus experiencias.
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