Ayer tuve la oportunidad de escuchar a Jesús Alcoba, autor del libro ‘La brújula de Shackleton’, hablar sobre cualidades para liderar. Conociendo la historia de Shackleton (explorador de inicios del siglo XX) ofrece su hipótesis sobre las cualidades que están presentes en los que de verdad lideran.
La charla fue una delicia que pareció transcurrir en un abrir y cerrar de ojos. Cuidada y sentida, se alejaba de las descripciones en mi opinión tradicionales y frías sobre las condiciones que todo líder (normalmente circunscrito al mundo de la empresa) debe tener y mostrar.
Para describir el enfoque, una de las ocho cualidades de los líderes ilustradas, Jesús Alcoba empleó una cita de El libro de los cinco anillos, del samurái Miyamoto Musashi, que dice lo siguiente:
• Aprender a ver y a descifrar las ventajas e inconvenientes de todas las cosas.
• Desarrollar la intuición para todos los asuntos.
• Saber percibir aquello que no está a la vista.
• Prestar atención a todos los detalles.
• No hacer nada inútil.
Jesús resaltó especialmente éste último punto, punto que a mí también me parece sobresaliente … “No hacer nada inútil”. Sobresaliente, porque es la forma de mantenerse en el camino, de concentrar el esfuerzo en llegar donde uno se ha propuesto… y, al tiempo, algo dificilísimo de conseguir. Requiere de práctica constante (y la constancia, por cierto, otra de las cualidades reseñadas).
Y así, me pregunto: ¿cuántos de nosotros, en nuestro día a día, nos hacemos la pregunta de ¿para qué hacemos lo que hacemos y en beneficio de qué y quién? (Me habrán oído mencionar estas dos preguntas ya, herencia de Kathleen King). En muchas ocasiones funcionamos en automático, y el espacio que le dedicamos a reflexionar sobre estas preguntas, pequeñas, pero realmente importantes, es más bien limitado.
¿Se imaginan lo que ocurriría si realmente nos tomáramos en serio lo de “no hacer nada inútil”? Considérenlo un reto simpático e intenten hacer una lista de inutilidades, en cualquier faceta de nuestras vidas. Caben todas. En cada ocasión en la que los resultados de sus acciones no sean los que pretendían (y, desafortunadamente, en ocasiones con consecuencias adversas), anótenlo y regálense algunos minutos de reflexión.
Por ejemplo, han descubierto que no llegarán a conseguir los objetivos de ventas de este mes, pues tienen tres bajas en el equipo, y continúan elaborando informes cuya previsión incluye la consecución de los mismos. En los últimos dos meses, la comunicación sobre un proyecto clave ha sido muy deficiente, generando retrasos importantes, y para solucionarlo han decidido solicitar del proveedor un procedimiento de reporte adicional (para asegurarse de que cumplen). O uno de mis favoritos… Aunque usted no tiene muy claro para qué se va a emplear la información, varias personas de su equipo han dedicado el total de una semana a contar el número de empleados que tiene su compañía en cada rincón del mundo, sin la ayuda de sistemas eficaces.
Cuando nuestra acción no se encuentra alineada con nuestra intención, rara vez alcanzamos lo que perseguimos; en algún punto, sin darnos cuenta, nos desviamos del camino. Se impone entonces mirar detenidamente y con lupa a nuestra intención, a la que disfrazamos con frecuencia, y descubrir si ésta realmente era la que nos hemos hecho creer genuinamente, equivocándonos en la acción puesta en marcha, o si, por el contrario, se trataba de una intención distinta y perfectamente alineada para obtener los resultados conseguidos.
Disfruten con la lista.
Buena semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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