Durante la semana pasada tuve ocasión de reflexionar largo y tendido sobre lo que denomino el objetivo principal. La oportunidad llegó de la mano de conversaciones sobre cómo mejorar determinados espacios, en concreto el de adjudicación y manejo de presupuestos en una misma área o qué significa que un hospital sea de tercer nivel. Estas conversaciones, breves y muy interesantes, me empujaron a enfocarme en el objetivo principal.
Una y otra vez, yo hablaba de alternativas que podían considerarse para conseguir un cambio, como por ejemplo, entender que lo importante no es qué área gaste/invierta más o menos parte del presupuesto, sino que el mayor gasto/inversión se realice en aquello que reporte mayor beneficio a la sociedad en su conjunto… U ofrecía las razones por las que determinados argumentos se desmoronaban al tocarlos; por ejemplo, si el público fuera conocedor de qué tipo de servicios asistenciales puede esperar de un hospital de tercer nivel, si será difícil o no dotar al hospital de los mismos, o mantener dicha categoría.
Una y otra vez me ofrecían múltiples razones por las que, aunque algo pudiera resultar lo más lógico, lo de mayor sentido común… al final no se acababa realizando u observando.
Empecé a preguntarme entonces en qué momento el objetivo secundario había conseguido desplazar al objetivo principal, y por qué. No tuve necesidad de preguntarme las consecuencias, nos desayunamos con ellas, últimamente, todas las semanas, pero sí cuestionaba el porqué, intentaba buscar la explicación. Finalmente, concluí (en un proceso inacabado) que quizá estas actitudes son uno más de los reflejos de la fragmentación en la que vivimos, de los silos que hemos creado y que hace tiempo ya que no nos dejan percibir el objetivo principal.
Y me acuerdo de una famosa profecía de los indios americanos Cree, que pienso llama la atención, de forma extrema, sobre las consecuencias de esta fragmentación, y que dice así: “Cuando todos los árboles se hayan talado, cuando todos los animales hayan sido cazados, cuando todas las aguas estén contaminadas, cuando el aire no se pueda respirar, sólo entonces descubriremos que el dinero no puede comerse”.
Quizá haya llegado el momento de preguntarse si nuestras acciones van encaminadas a conseguir y proteger ese objetivo principal de proporcionar el mayor beneficio a la sociedad, y no sólo a una parte de la misma… Y si no es así, de cambiar el rumbo.
Buena semana.

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