
Siempre ha habido grupos que han etiquetado las prestaciones o servicios que se proporcionan a los ciudadanos desde el sector público como inferiores en calidad o con peores rendimientos, en comparación con lo que ofrece el sector privado. Lo inadecuado de esa calificación tan tendenciosa e interesada se percibe con claridad en todo lo que tiene que ver con el ámbito de la Sanidad.
Con la perspectiva que proporciona una andadura ya dilatada en el tiempo, algunos y algunas podemos hablar de los constantes cambios experimentados en este tipo de servicio público, de un incremento imparable en la modernización de los elementos físicos que acompañan a nuestra tarea de atender la salud, pero, sobre todo, podemos ser testigos fidedignos de la acusada mejora de la cualificación profesional de los recursos humanos.
Arrimando el ascua a mi sardina, tengo que decir que puedo hablar de ello con sólido conocimiento de causa en lo que se refiere al personal de Enfermería y, concretando más, de la positiva evolución del personal de Enfermería del Complejo Hospitalario de Salamanca.
Con cierta envidia y con algún lamento por el paso tan rápido del tiempo, tengo que poner de manifiesto, al hablar de las últimas promociones de Enfermería, el mayor peso de sus conocimientos teóricos, específicos de la profesión, junto con una amplia formación complementaria de otras materias colaterales; la magnífica asimilación en la comprensión del funcionamiento y en la correcta utilización del moderno aparataje que se ha ido incorporando a nuestras unidades; una dimensión práctica y humana para atender la diversidad de funciones que exige la atención al paciente que capacita para cumplimentarlas satisfactoriamente sin descuidar ninguna; una integración sin reservas en los equipos multidisciplinares, fruto del convencimiento de que no puede haber fallo ni relajación en ninguno de sus estamentos jerarquizados.
Con los recortes “todo se ralentiza”
Todo eso compensa con creces la experiencia, la sabiduría que tal vez podamos exhibir las/los veteranos y que, lógicamente, no tienen los más jóvenes, pero que no quita ni un ápice del reconocimiento a la actual Enfermería, a la que con todo merecimiento se la incluye como carrera universitaria con categoría de Licenciatura.
Pero dicho todo lo anterior, con innegable orgullo legítimo, no se puede ocultar que cuando llegan los recortes todo se ralentiza, todo se hace más difícil y las prestaciones se resienten. Porque si hay que dar prioridad a los números, los nuevos planteamientos economicistas no pueden dejar de lado los efectos negativos en la calidad, algo que acaba, incluso, siendo antieconómico.
Si, por ejemplo, se rebaja la calidad del material fungible, la necesidad de emplear más cantidad da como resultado un mayor gasto. O, en el plano de los recursos humanos, si para cumplir con el requisito de no sobrepasar la plantilla, de adaptarse a un determinado número de enfermeras o auxiliares, se traslada a algunos servicios de los llamados especiales a profesionales a los que no se les ha procurado el indispensable reciclaje o la preparación previa específica, lo que se consigue es un entorpecimiento para quien ya domina el puesto, en lugar de una ayuda.
Las consecuencias, en último término, repercuten hasta en la misma seguridad del paciente y, desde luego, en la atención puntual precisa. Y cuando los objetivos que se buscan con los recortes no se logran y se siguen manteniendo, se empieza a pensar que lo que tal vez se pretende es que, tras el desprestigio de la Pública, el verdadero objetivo no sea otro que garantizar un sustancioso beneficio al negocio de la Privada.
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