“Según los resultados de un reciente estudio europeo, solo un 20% de los alcohólicos con dependencia del tóxico identificados por un médico generalista son derivados a una unidad psicosocial para que reciban un tratamiento de desintoxicación y deshabituación; debemos insistir en la detección precoz del consumo de riesgo para conseguir mejores resultados en este ámbito”.
Así lo ha destacado estos días el doctor Francisco Javier Laso, jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Salamanca y consultor del Grupo de Trabajo de Alcohol y Alcoholismo de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), quien ha recordado, en el marco del XXXVI Congreso Nacional de la entidad, que esta enfermedad es “un proceso evolutivo continuo, tanto desde el punto de vista adictivo como en la aparición de trastornos orgánicos”.
El alcohol es la sustancia de abuso más consumida en España debido, en gran parte, a una importante tolerancia por parte de la sociedad. Así se desprende de la última encuesta por edades del Plan Nacional sobre Drogas, de donde se extrae que casi el 80% de la población de entre 18 y 64 años había consumido alcohol en el último año y que, entre los jóvenes de entre 15 y 17 años, un 60% había bebido alcohol en el último año y un 40% había hecho un consumo intensivo del tóxico.
Como explican los especialistas, el alcoholismo es una enfermedad multisistémica, ya que se asocia a múltiples síndromes digestivos (hepatopatía alcohólica, pancreatitis aguda y crónica, etc.), circulatorios (miocardiopatía, arritmias cardíacas, hipertensión arterial) y neurológicos (encefalopatía y neuropatía), así como a trastornos inmunológicos y a una mayor incidencia de cáncer.
“En esta enfermedad se empieza por ser bebedor de riesgo, lo que implica ingerir más de cuatro unidades de bebida estándar (UBE) al día en el caso del varón y más de dos UBE en la mujer, para después pasar a un consumo de alcohol perjudicial para el individuo, denominado así por la multitud de enfermedades que acarrea, no sólo a él, sino también a los demás, por posibles situaciones de violencia doméstica o siniestralidad vial, y el proceso finaliza en una dependencia alcohólica””, indica el doctor Laso.
Hepatopatía alcohólica
Entre las patologías asociadas al alcoholismo se encuentra la hepatopatía alcohólica, que engloba las diversas lesiones que causa en el hígado el consumo crónico y excesivo de alcohol, y dentro de ella se pueden distinguir tres fases evolutivas. La más precoz es la esteatosis hepática, que aparece en el 90% de las personas que consumen alcohol en exceso, y que es asintomática, “aunque determinadas alteraciones biológicas -como el aumento del nivel sérico de transaminasas- y ecográficas pueden poner de manifiesto la existencia de una afectación hepática”, afirma el doctor.
Las formas más graves de hepatopatía alcohólica son la hepatitis alcoho?lica, que se desarrolla en un 10-35% de los pacientes que consumen alcohol en exceso, y la cirrosis hepática, que solo aparece en un 8-20% de los mismos. En cuanto a la primera, “una forma muy característica, pero inconstante, de manifestarse es mediante fiebre, dolor abdominal, ictericia, hepatomegalia y leucocitosis”, recalca el doctor Francisco Javier Laso. Por lo que se refiere a la cirrosis hepática alcohólica, puede ser asintomática o expresarse por síntomas inespecíficos, como náuseas, astenia o molestias abdominales, o por alguna de sus complicaciones, por ejemplo, ascitis, encefalopatía hepática, hemorragia digestiva por varices o gastropatía de la hipertensión portal.
Además del alcoholismo crónico, determinados factores contribuyen al desarrollo de la enfermedad hepática por alcohol, entre los que sobresale la coexistencia con infección por virus de la hepatitis B o C, la obesidad y determinados polimorfismos genéticos. En ese sentido, investigadores del Hospital Universitario de Salamanca pertenecientes al Grupo de Alcohol y Alcoholismo de la SEMI han descrito recientemente “una alteración de los mecanismos de inmunorregulación vinculados a determinadas poblaciones de linfocitos T y B en pacientes con hepatitis alcohólica”, según destaca el experto.
Diagnóstico y tratamiento
La ecografía clínica es clave para ayudar al diagnóstico precoz de la hepatopatía alcohólica, ya que permite detectar signos incipientes de la misma, como hepatomegalia o aumento de tamaño de la vena porta. “También es muy útil para el diagnóstico precoz de complicaciones de cirrosis hepática, como la ascitis, en cuyo caso también es de gran ayuda para la realización de paracentesis diagnóstica o terapéutica”, comenta el especialista.
Respecto al tratamiento de esta enfermedad, lo fundamental es la abstinencia de alcohol, ya que gracias a ella se consigue aumentar la supervivencia y retrasar la aparición de complicaciones, mejorando la calidad de vida de los pacientes.
En la hepatitis alcohólica, “además de la corrección de deficiencias nutricionales y la vigilancia de complicaciones, se han propuesto diversos tratamientos, entre los cuales los más acreditados han sido los corticoides y la pentoxifilina, aunque solo deben emplearse para los casos de hepatitis aguda grave, y aun así, un estudio recientemente publicado (Estudio STOPAH) muestra que la pentoxifilina no mejora el pronóstico de estos pacientes y los corticoides solo lo hacen a corto plazo”, añade el experto.
Por último, “en casos graves de hepatitis alcohólica o de cirrosis hepática se plantea el trasplante hepático cuando fracasan otras medidas terapéuticas”, concluye el doctor Laso.
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