Ante el Proyecto de Real Decreto por el que se regulan la fabricación, presentación y venta de los productos del tabaco y los productos relacionados publicado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, la Dra. Inmaculada Alfageme, presidenta de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), considera que “debe trabajarse la legislación respecto al tabaco con una conciencia de prevención y promoción de la salud de los ciudadanos considerando que esta droga adictiva es la primera causa de muerte prevenible”.
La Dra. Alfageme añade que “SEPAR y los neumólogos especialistas en Tabaquismo están a disposición del Ministerio para colaborar en la redacción del articulado de este Real Decreto a favor de la salud pública del país ya que, por ejemplo, en el borrador de este Decreto Ley no consta ninguna medida encaminada a ayudar a los fumadores a dejar de fumar”.
Un documento emitido por el Foro Internacional de Sociedades Respiratorias que reúne a: Asociación Latinoamericana del Tórax, American College of Chest Physicians, American Thoracic Society, European Respiratory Society, Asian Pacific Society of Respirology, Internationatina Union Against Tuberculosis and Lung Disease y Pan African Thoracic Society, analiza profundamente la situación actual en el mundo del cigarrillo electrónico y recomienda su regularización como producto terapéutico, coincidiendo de ese modo con la declaración oficial publicada en 2014 por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía torácica, SEPAR, y las declaraciones de la Organización Mundial de la Salud, OMS.
Coincidiendo, además, la publicación de este borrador de Real Decreto con el documento que incluye la unánime recomendación de los profesionales de la salud respiratoria a nivel mundial frente al cigarrillo electrónico, cabe señalar que hay suficientes estudios científicos que confirman que los cigarrillos electrónicos son unos dispositivos perjudiciales para la salud por lo que éstos no deberían ser vendidos en farmacias y parafarmacias. “Hasta el momento no hay evidencias científicas de que el cigarrillo electrónico sirva para ayudar a dejar de fumar”, explica el Dr. Carlos Jiménez, neumólogo y director del programa de investigación de Tabaquismo de SEPAR.
“En este sentido, los profesionales de salud respiratoria pensamos que no debería permitirse su venta en los establecimientos especializados en productos saludables y terapéuticos como las farmacias y las parafarmacias. Sólo se podría permitir la venta de cigarrillos electrónicos en estos establecimientos, si los fabricantes de esos productos presentasen suficiente información científica que demostrase claramente que sus dispositivos son eficaces y seguros para ayudar a dejar de fumar”, añade.
Estudios independientes de la industria tabacalera
Todos los expertos en salud respiratoria coinciden en que categorizar el cigarrillo electrónico como producto terapéutico implicará regularizar su venta y promoción. “Lo fundamental es que además facilitaría la investigación de la eficacia y seguridad de uso de estos dispositivos con estudios que cumpliesen con la rigurosa metodología científica y que fuesen independientes de la industria tabacalera y del cigarrillo electrónico”, explica el Dr. José Ignacio de Granda, coordinador del Área de Tabaquismo de SEPAR.
El cigarrillo electrónico apareció en China en 2003 como tratamiento para disminuir la adicción a la nicotina. En muy poco tiempo, su conocimiento y uso se ha extendido rápidamente. Así lo demuestra una encuesta realizada en EE.UU. en 2009 y repetida en 2010 al constatar que su conocimiento pasó en un año del 16,4 al 32,2% y los consumidores del 06, al 2,7%.
Otros estudios apuntan a que el porcentaje de jóvenes consumidores estaría entre un 13 y un 20% siendo un 4% de ellos no fumadores previos. Datos como estos hacen que los expertos reclamen atención sobre el cigarrillo electrónico incluyendo sus potenciales riesgos para la salud a corto y largo plazo y al hecho de que pueda incentivar al inicio del consumo del tabaco a jóvenes que son no fumadores.
“Hay dudas bien fundadas sobre la seguridad y efectos sobre la salud de las sustancias químicas presentes en los cigarrillos electrónicos tanto las que contiene el líquido como las que se producen por el calentamiento del mismo y que se vehiculan a través del vapor y llegan directamente a los pulmones”, explica el Dr. Carlos Jiménez Ruiz, “el propilenglicol o la glicerina, por ejemplo, son componentes fundamentales del líquido de los e-cigarrillos y, si bien sabemos que son sustancias seguras cuando se ingieren por vía oral, no tenemos apenas datos sobre su seguridad cuando son inhaladas”.
Partículas de metales pesados como plomo
El vapor que emite el cigarrillo electrónico también contiene formaldeheido, acetaldehído y acroleínas. Estas sustancias, si bien se encuentran en el vapor de los cigarrillos electrónicos en menor cantidad que en el humo de los cigarrillos normales, se sabe que a las dosis en las que se encuentran en el vapor de los cigarrillos electrónicos son capaces de producir cáncer. El vapor del cigarrillo electrónico contiene, además, partículas de metales pesados como plomo, cromo y níquel. Se sabe que estas sustancias a las dosis en las que se encuentran en el vapor de los cigarrillos electrónicos son igualmente capaces de ocasionar cáncer.
Por otro lado, es de destacar que estas partículas son de diámetro muy pequeño y se quedan flotando en el medio ambiente y, en consecuencia, no sólo pueden alcanzar fácilmente las vías aéreas de las personas que consumen los cigarrillos electrónicos, sino que también alcanzan las vías aéreas de las personas no consumidoras de cigarrillos electrónicos pero que están en ambientes donde este tipo de productos son utilizados (fumadores pasivos de cigarrillos electrónicos).
Desde la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, en consonancia con otros foros internacionales, se considera que la regulación del cigarrillo electrónico como producto terapéutico facilitaría la evaluación científica de, en primer lugar, los riesgos que la salud corre como consecuencia de la utilización de estos dispositivos y, en segundo lugar, la posible eficacia de los mismos para ayudar a los fumadores a dejar de fumar. También obligaría a un mayor control de calidad en la producción, distribución y venta del producto y limitaría su utilización y el indiscriminado acceso a los mismos, sobre todo entre los jóvenes
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