La presidenta de WGH Spain, Neus Rosell, ha charlado con Salud a Diario sobre el acceso a la salud de la mujer y las distintas desigualdades, dentro y fuera de España.
¿Contempla la sociedad actual de igual modo el acceso a la salud del hombre y de la mujer? ¿Cómo afecta el sesgo de género al bienestar de más de la mitad de la población? Neus Rosell es la presidenta y cofundadora de Women in Global Health Spain. Farmacéutica, especializada en Cooperación Internacional, gestión de proyectos y seguridad alimentaria, ha regresado brevemente de Gaza, donde se encuentra actualmente, y dibuja hoy, 25 de noviembre, para Salud a Diario, un retrato de las desigualdades de género en el ámbito sanitario dentro y fuera de España.
Empecemos con una perspectiva general: ¿qué desigualdades de género en el acceso a la salud son evidentes en España y en el resto del mundo?
El acceso universal a la salud es uno de los pilares de un sistema sanitario equitativo. Este implica que todas las personas tengan acceso, sin discriminación alguna, a servicios integrales de salud de acuerdo con sus necesidades a la vez que se asegura que el uso de esos servicios no expone a los usuarios a dificultades financieras, en particular los grupos en situación de vulnerabilidad.
Las barreras que contribuyen a la desigualdad de acceso son de diferentes tipos: hay barreras económicas, como la falta de sistemas públicos fuertes que garanticen la atención médica sin generar una desigualdad económica entre la ciudadanía; barreras culturales, como la interpretación de los servicios sanitarios según la cosmovisión, o problemas lingüísticos; geográficas, por dificultad física de acceso o desigualdad entre presencia de servicios en zonas rurales o urbanas; así como las restricciones legales (leyes que regulan ciertos servicios o medicamentos, o por restricciones vinculadas al estado legal, entre otras).
En el caso de España, nos encontramos en un sistema de salud descentralizado que, aunque proporciona cobertura universal, no siempre garantiza un acceso equitativo. Las desigualdades en el acceso a menudo se manifiestan en disparidades regionales, donde algunas comunidades autónomas cuentan con una mejor infraestructura y servicios de salud que otras. Las diferencias socioeconómicas también juegan un papel crucial, ya que las personas con bajos ingresos pueden enfrentar barreras financieras para acceder a servicios médicos y medicamentos. Además, la disponibilidad desigual de atención primaria puede resultar en dependencia excesiva de servicios hospitalarios, contribuyendo a brechas en la atención sanitaria básica.
Cuando hablamos de acceso a la salud quizá debemos comenzar por la investigación: ¿están las investigadoras rompiendo ese sesgo de género del que quizá adolecía la investigación en décadas pasadas? ¿Cuánto camino queda por recorrer?
La tendencia actual muestra una creciente conciencia en la incorporación de la perspectiva de género en la investigación de salud, marcando un paso positivo. Es esencial dar visibilidad a las mujeres que desempeñan roles destacados en este ámbito. Sin embargo, para abordar de manera efectiva el sesgo de género, es fundamental que el sistema implemente medidas concretas que vayan más allá de depender de las acciones individuales. Esto implica la integración sistemática de la perspectiva de género interseccional en todos los aspectos, empezando por algo tan básico como la obtención de datos desagregados por sexo.
También es fundamental aumentar los fondos destinados a estudios especializados en género, así como asegurar la participación activa de mujeres y personas de otros géneros en la toma de decisiones. La normalización de las relaciones de género existentes puede dificultar la identificación de sesgos y desigualdades estructurales en las instituciones de investigación, subrayando la necesidad de enfoques más amplios y sistemáticos para abordar estos problemas.
Tu visión de la medicina es una visión holística, donde más allá del tratamiento contra la enfermedad hay muchos otros factores en juego. ¿Sientes que a la mujer se la trata, digamos, más parcelariamente que a un hombre, que se tienen en cuenta los síntomas sin contemplar cuestiones como salud mental, antecedentes, etcétera?
Históricamente, la mujer ha experimentado una discriminación que ha relegado su voz y menospreciado sus percepciones sobre su salud. La falta de preparación de profesionales de la salud ha llevado a derivaciones hacia pruebas generalistas, generando demoras en diagnósticos y modificando las perspectivas prognósticas.
Datos muestran que las mujeres enfrentan demoras en diagnósticos de enfermedades de hasta 4 años superiores a pacientes varones o que muestran una mayor prescripción de fármacos psicoactivos, incluso en en el caso de la salud mental, donde la falta de comprensión de las patologías específicas de la mujer y el menosprecio de sus síntomas llevan a diagnósticos erróneos y sobremedicación.
¿Dónde falla el sistema con nosotras? ¿Atención primaria, especialistas, tratamientos más complejos, cirugía…?
El sistema presenta deficiencias al perpetuar de manera sistemática los patrones patriarcales arraigados en nuestra sociedad; al final, es un reflejo de nuestras estructuras organizativas. Inconscientemente, estos patrones se filtran en el sistema de salud donde se observa que la norma establecida sigue siendo en lo masculino.
A pesar de las marcadas diferencias entre los cuerpos masculinos y femeninos en diversos aspectos, persiste la tendencia a centrarse predominantemente en la investigación de la biología masculina y aplicar sus resultados de manera generalizada al conjunto de la población. Y eso también es un fallo del sistema hacia los hombres, ya que las desigualdades de género también les afectan negativamente. Vemos, por ejemplo, la menor esperanza de vida de los hombres vinculada a las normas sociales de género, ya que estas potencian las actitudes de riesgo: fumar, beber, no pedir apoyo, no hacer chequeos médicos, conducción temeraria, etc.
El fallo, y la clave, es en la voluntad de incorporar la perspectiva feminista. Por suerte hemos empezado a cambiar la narrativa, con el apoyo de muchos estudios que establecen que las barreras para lograr la igualdad de género son políticas, no técnicas.
Una mujer va al médico a preguntar por una enfermedad; un hombre hace lo mismo y por la misma enfermedad. ¿Qué situaciones recurrentes vive una mujer que no vive un hombre? Se minimiza su dolencia, se la ningunea…
La mujer, al consultar al médico por una enfermedad, puede enfrentar situaciones recurrentes como el menosprecio de sus síntomas, o como ya hemos comentado anteriormente, demoras en el diagnóstico debido a estereotipos de género y una mayor probabilidad de ser derivada a pruebas más generalistas en comparación con el hombre. Además, como hemos presentado con investigadoras de nuestra organización en una publicación en The Lancet Regional Health Europe también hay casos de abuso en entornos médicos, destacando la necesidad de abordar a fondo las inequidades de género en la atención médica.
Se celebra ahora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En contextos como el del conflicto en Israel y Gaza, donde actualmente te encuentras, ¿en qué grado las violencias ejercidas contra la mujer ponen en peligro su salud?
La violencia de género tiene un impacto significativo en la salud de las personas, tanto en situaciones de paz como, de manera aún más grave, en contextos de conflicto armado. Las violencias físicas, sexuales y psicológicas pueden resultar en lesiones graves, trastornos de salud mental y problemas crónicos de salud.
En un contexto de conflicto armado, la violencia de género tiende a intensificarse, y las mujeres pueden enfrentar formas adicionales de violencia. Esto no solo tiene consecuencias inmediatas para la salud física y mental de las víctimas, sino que también crea un entorno de riesgo constante que afecta negativamente su bienestar general.
Igualmente, sabemos que en conflicto las mujeres sufren de forma desigual; en Gaza y Cisjordania actualmente vemos en las cifras reportadas que dos tercios de las personas fallecidas son mujeres y niños/as, con mayoría también entre las personas heridas, desplazadas forzosamente o las que han perdido el hogar. La grave situación humanitaria impacta de lleno en su salud, vinculada a la falta de productos de higiene y material médico, donde vemos un incremento de enfermedades infecciosas, falta de sangre para transfusiones, partos prematuros, intervenciones como cesáreas sin anestesia, etc.
Hablemos de violencia obstétrica. ¿Cuánto hemos mejorado y cuánto nos queda para ponernos al nivel de países de referencia en Europa?
Es cierto que en los últimos años hemos visto un cambio respecto a la década anterior, visibilizando la problemática y poniendo más atención al trato recibido por las mujeres. Pero aun así, 15 años después de la elaboración de la Estrategia de Atención al Parto Normal en España, aún vemos como muchos de esos cambios no se implementan por falta de recursos.
Nos queda un largo camino por recorrer, y es que, según un estudio de 2021, dos de cada tres mujeres españolas reportaron que en su parto sufrieron violencia obstétrica. El Comité para la eliminación de la discriminación de la mujer (CEDAW) de la ONU ha dictaminado en más de una ocasión la responsabilidad de España frente a casos de violencia obstétrica, instando al gobierno a proporcionar al personal sanitario formación profesional en materia de derechos de salud reproductiva de la mujer, así como capacitación especializada al personal judicial.
Hay que revisar los manuales y procedimientos, las prácticas, poniendo a la mujer en el centro e incluyendo al personal sanitario para garantizar que la asistencia sea respetuosa y no vulnere sus derechos; pero sobre todo, hay que destinar recursos y garantizar que se implementen los cambios.
Desde tu perspectiva como sanitaria, ¿qué aspectos de la salud femenina se podrían mejorar ya y cuáles son imprescindibles, aunque lleven un mayor coste de tiempo y de dinero?
La salud femenina abarca una amplia gama de aspectos que podrían mejorarse tanto a nivel nacional como global. Como aspectos clave hay que plantear un modelo basado en la prevención; en el corto plazo hay que implementar políticas sobre violencia de género, garantizar el acceso a la atención médica básica, fomentar la educación sexual integral para desestigmatizar aquello relacionado con el cuerpo de las mujeres y aplicar la perspectiva de género en todos los procesos.
En el largo plazo, necesitamos invertir en investigación específica sobre cuestiones de salud que afectan predominantemente a las mujeres, abordar las disparidades salariales entre géneros y el acceso a oportunidades laborales y, de forma muy relevante, implementar políticas que fomenten la participación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones.
Mejorar estos aspectos de la salud femenina contribuirá no solo al bienestar individual de las mujeres, sino también al progreso social y económico en general. Es importante abordar estos problemas desde una perspectiva integral, teniendo en cuenta tanto las necesidades inmediatas como las soluciones a largo plazo.
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