La catástrofe provocada por la dana nos ha atravesado, causando una conmoción y un profundísimo dolor colectivo: las pérdidas humanas, la angustia, el espanto, las pérdidas materiales, el futuro. Nos preguntamos: ¿cómo ha podido pasar esto en una sociedad desarrollada e hipercomunicada?
Los expertos apuntan desde hace tiempo a un incremento de las crecidas fluviales intensas y repentinas en las ramblas. El aumento de las denominadas en inglés “flash-floods” está relacionado con el cambio climático, en un contexto de riesgos crecientes.
Aunque los impactos de la dana del 29 de octubre de 2024 afectaron a varias comunidades autónomas y varias zonas de la Comunidad Valenciana, vamos a centrar este análisis en la cuenca hidrográfica del barranc de Torrent y la rambla del Poyo (622 km²), una de las áreas más devastadas debido a la concentración de tejido urbano y población en su cuenca baja.
Nuestra intención es aportar un dibujo general de los factores geográficos (físicos, geomorfológicos, socioeconómicos, espaciales) que convergieron creando una situación de gran complejidad.
1. La distribución de la precipitación
Entre las 8:00 del 29 de octubre del 2024 y la misma hora del día siguiente, la lluvia acumulada en algunos puntos de la cabecera y centro de la cuenca fue elevadísima.
En Chiva llovió 491 l/m²; dentro de su término municipal, en Los Felipes se superaron los 600 l/m². En Cheste se alcanzó una precipitación de 392 l/m².
La precipitación media anual que recibe toda la zona fue superada en muchos puntos en tan sólo 24 horas. Mientras tanto, apenas llovió en la parte baja de la cuenca, dónde se sitúan parte de los municipios más afectados. La población de estos municipios no tuvo una percepción clara del riesgo en las horas previas a la catástrofe.
2. La respuesta de los caudales
La cuenca posee una densa red de drenaje –red de ríos, barrancos y ramblas– en su parte alta que tuvo una respuesta hidrológica inmediata, con una crecida del caudal de la rambla del Poyo que se multiplicó por seis en dos horas. Alcanzó una magnitud de casi 2 000 m³/s, valor al que se asigna un período de ocurrencia estadística de una vez cada 500 años.
Esta magnitud de la crecida multiplica por cuatro el caudal medio del río Ebro y comparativamente pasa a ser casi la cuarta parte del caudal medio del Danubio, inimaginable en ramblas mediterráneas de este tamaño.
3. La geomorfología o formas del terreno
Gran parte de las poblaciones se sitúan en una zona natural de convergencia-divergencia de aguas de toda la red fluvial, entre abanicos aluviales y la llanura aluvial del Turia –área que anega el río cuando desborda el cauce–, espacios donde el agua busca su salida natural en momentos de crecida. Pero actualmente las vaguadas y cauces están cubiertos por un denso tejido urbano y, por tanto, son invisibles para la población que no tiene conocimiento de ello.
Todo este sistema desemboca en La Albufera, un humedal natural que recoge agua y sedimentos.
4. La ocupación del suelo
La cuenca tiene un elevado grado de impermeabilización (aproximadamente un 20 %), particularmente en su parte media y baja, debido al denso tejido urbano e industrial. Esta zona es además un importante nudo de comunicaciones con principales vías de entrada y salida a Valencia.
Esta impermeabilización de la superficie, y un gran desarrollo urbanístico lleno de obstáculos (estructuras arquitectónicas, mobiliario urbano, muros, vehículos) obstruyeron, recanalizaron y concentraron los flujos en zonas donde naturalmente podría dispersarse el agua.
5. El cambio climático
El cambio climático produce eventos climáticos más extremos. En la cartografía existente, gran parte de las poblaciones arrasadas tienen un peligro de inundación cada 100 o 500 años. Sin embargo, con el cambio climático y la virulencia actual de las danas, estos períodos de retorno están cambiando.
Todos estos factores facilitaron que toda la red de drenaje quedara conectada rápidamente en la tarde-noche del 29 de octubre del 2024, con unos caudales extremos de gran energía que se dispersaron por las zonas inundables impermeabilizadas, ocupadas por poblaciones, áreas industriales y comerciales con gran cantidad de obstáculos.
Los vehículos, además de ser arrastrados, obstruyeron calles y túneles. Esto provocó alturas enormes de agua y remolinos, que constituyeron una trampa mortal, arrasando todo a su paso y provocando una grandísima devastación. Todo ello encontró a la población totalmente desprevenida en una franja horaria de gran movilidad.
Soluciones complejas
El cambio climático es una realidad dura y una amenaza real que aumenta la frecuencia e intensidad de los eventos con precipitaciones y temperaturas extremas. Confiemos en los expertos, no nos dejemos contaminar por los bulos y la desinformación y luchemos contra el negacionismo.
Las soluciones para adaptarnos a esta nueva realidad y disminuir los impactos son complejas. Implican desde la educación y concienciación social del riesgo de inundaciones para toda la población hasta combinaciones de soluciones de ingeniería con incorporación de medidas basadas en la naturaleza. Las cuencas hidrográficas deben convertirse en una especie de “esponjas” que absorban el agua, reduciendo la velocidad y energía de las corrientes e intentando que no se conviertan en coladas de barro.
La ordenación territorial, la planificación urbanística y rural son prioritarias, así como mejorar la percepción del riesgo e índices de vulnerabilidad que reflejen las características socioeconómicas, ambientales e institucionales de cada zona.
Es absolutamente necesario mejorar la gobernanza y los sistemas de alerta y prevención en los organismos competentes para desarrollar protocolos que permitan en el futuro evacuar lo más rápidamente a la población de las zonas de peligro y mantenerla en lugares seguros.
Ante la extraordinaria magnitud del evento no caben medidas de contención, sino de laminación de la inundación –lograr que la misma cantidad de agua pase con menos velocidad durante más tiempo– utilizando todos los elementos al alcance en cada parte de la cuenca, y una impecable gestión de los riesgos, con sistemas de alerta temprana, concienciación y protocolos interiorizados por la sociedad. Una sociedad que ha respondido con una ola de solidaridad y empatía emocionante. Una tragedia así no debería repetirse jamás.
Artículo escrito por Carolina Boix Fayos, Investigadora científica, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC); Adolfo Calvo-Cases, Catedrático de Geografía Física Jubilado, Universitat de València; Eva Arnau Rosalen, Investigadora Postdoctoral en Earth Sciences/Observation, Manchester Metropolitan University; Jorge López Carratalá, Docente/investigador. Doctor en Geografía Física, Universitat de València y Joris de Vente, Científico titular, Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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