Algunos embarazos no llegan a término y el nacimiento prematuro conlleva una serie de cuidados por parte de la Unidad de Neonatología del Complejo Asistencial de Salamanca. Algunos de sus pacientes nacen con apenas 24 o 25 semanas de gestación, por lo que son muy inmaduros y requieren de una gran atención. Las estancias de los grandes prematuros son prolongadas, de meses, en los que el papel de los padres es fundamental.
A la Unidad de Neonatología del Hospital Clínico llegan bebés extremadamente pretérmino, es decir, que nacen a las 24 o 25 semanas de gestación con un peso incluso inferior a los 1.000 gramos. El personal está formado por siete neonatólogos, 28 enfermeras y 13 auxiliares de Enfermería. Asimismo, colaboran otros especialistas del hospital cuando cada caso lo requiere, como el cardiólogo, el neurólogo infantil, el endocrino o el nefrólogo, entre otros. De esta forma, la atención es más integral.
La unidad está dividida en tres zonas, con un total de 32 puntos de atención. La primera de ellas, la más apartada de la puerta de acceso, es la de los intensivos máximos. Según detalla la responsable de la unidad, Teresa Carbajosa, se trata de los niños que, o bien tienen un proceso más grave, o son los grandes prematuros, “pacientes muy complejos en su asistencia”. Cuentan con seis puestos, que pueden ser prorrogables hasta 10 en caso de emergencia. “Todos los puestos tienen toma de energía, de gases, de aspiración y respiradores.” En estos casos, la atención de Enfermería es de una persona por cada dos o tres pacientes.

Otra zona es la de los cuidados intermedios, donde están los pacientes menos complejos o con un tipo de ventilación más suave, que no están intubados, “o pacientes que están saliendo de esos intensivos y necesitan de cuidados especiales”, subraya esta neonatóloga.
Y por último, el espacio de cuidados mínimos, donde los niños tienen una patología más banal, “como unas ictericias que bajan para recibir fototerapia, o un riesgo infeccioso, para realizar un tratamiento con antibiótico, pero que no necesitan tanta atención y su estancia disminuye mucho”. Los de larga estancia son los grandes prematuros. “Si tenemos un prematuro de 24 o 25 semanas va a necesitar una estancia casi igual a las semanas que le quedaban para terminar la gestación”, determina Carbajosa. En el caso de un recién nacido a término, aunque tenga una patología grave, “no necesita tanta estancia, y una vez que mejora, puede irse al domicilio”.
Pero si se trata de un gran prematuro, tiene que ir ganando peso a su ritmo, ver cómo maduran sus órganos, adiestrarlo para que coma por la boca, etc. “No se pueden acortar las estancias, aunque en cuanto tienen una capacidad de mantener la respiración por sí mismos, alimentarse y controlar la temperatura, se van a su casa; lo que tarden en madurar y adquirir unas funciones imprescindibles para ellos”, comenta. La permanencia en la unidad depende de las semanas que han pasado hasta su nacimiento; uno de 24 o 25 semanas estará más que uno de 29. En los grandes prematuros incluso superan el tiempo de término de embarazo, porque son muy dependientes de oxígeno. En la unidad se han dado casos de niños que han permanecido en ella hasta casi seis meses, “por complicaciones”.
Y al tratarse de un hospital de referencia para algunas provincias de Castilla y León, en concreto, Ávila, Zamora y Segovia, muchos padres tienen que trasladarse a vivir a Salamanca para poder estar cerca de sus hijos. Además, llegan pacientes del norte de Extremadura por un concierto con hospitales de allí, al tener mejor acceso que para llegar hasta Cáceres.
Perfil de los pacientes
A Neonatología, además de atender patologías propias del prematuro, llegan recién nacidos con infecciones llamadas precoces o verticales, “que se producen cuando la madre es colonizada por algún germen que puede transmitir al niño, o cuando ha habido una rotura de bolsa precoz y ha existido un riesgo infeccioso”. Otra patología frecuente es la insuficiencia respiratoria, como puede ser por una adaptación prolongada a la vida extrauterina. Otros niños tienen ictericia, y se ponen de color amarillo. “Esas son, a grandes rasgos, las patologías más frecuentes, aunque también se dan casos neurológicos, del corazón, metabólicos o malformaciones”, añade la neonatóloga.

Profundizando en los pacientes prematuros, Teresa Carbajosa precisa que están inmaduros todos sus órganos, pero hay uno que es el primero que tiene que empezar a funcionar: el pulmón. “Intraútero, la placenta se encarga de oxigenar al cuerpo, pero en cuanto se corta el cordón umbilical, es el pulmón el que tiene que empezar a funcionar. Sin embargo, en los prematuros está muy inmaduro y es incapaz de oxigenar y eliminar el carbónico adecuado”, argumenta. Por este motivo, son bebés que van a necesitar una intubación y conexión a una ventilación mecánica, en diversas modalidades, “según el tipo de niño y la edad gestacional”. En algunos casos se utiliza una ventilación no invasiva, a través de la nariz. Es lo primero que hacen al llegar a sus manos un paciente prematuro: “estabilizar el pulmón y, si el niño no respira, en ningún momento se va a desarrollar una vida extrauterina, porque la falta de oxígeno conlleva que los demás órganos dejen de funcionar”.
Otra de las complicaciones del prematuro está relacionada con su alimentación. “Es muy difícil alimentarlo y no es capaz de recibir toda la alimentación por el estómago y por el intestino, así que le tenemos que poner una alimentación por la vena, que se le diseña todos los días, según las necesidades que tiene”, matiza la responsable de la unidad. Lo que hacen es aportarle los nutrientes que piensan que él recibiría en el útero de su madre a través de la placenta, para intentar que siga desarrollándose y creciendo al ritmo que debería, “pero nunca será lo mismo”.
Los prematuros también tienen una inmunidad muy poco desarrollada y son sensibles a las infecciones. Su corazón también tiene que adaptarse y cerrarse los conductos que funcionan en la vida fetal. Además, controlan bastante el desarrollo neurológico, “porque el cerebro del prematuro también es inmaduro y tenemos que intentar aportarle nutrición suficiente para que se vaya desarrollando y no darle estímulos nocivos que vayan a desencadenar una mala coordinación”.
Un gran avance ha consistido en los respiradores adaptados, “que dan casi una respiración a la carta y detectan lo que el niño necesita”, precisa. Y cuentan con monitores que controlan la cantidad de oxígeno que deben aportar a cada niño y permiten detectar una apnea.
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