J. M. B., de 35 años, acude a la Asociación de Emergencia Social Cajas Solidarias desde hace un año. Este sábado ha venido con su mujer y sus dos hijos, de 8 y 10 años. Tiene otro más, de 15 años, de una anterior relación. Quiere compartir su historia pero desde el anonimato. “Soy de Salamanca y me conoce mucha gente, nos van a apuntar con el dedo y no nos gusta, mis hijos van a la escuela”.
La crisis económica de la que muchos ya no hablan afecta todavía a cientos de familias y a miles de personas en Salamanca. Cajas Solidarias ayuda a 460 personas que forman parte de 150 familias. La de J. M. B. es una de ellas. No es fácil hablar de una situación así, ni contarla a un desconocido, y menos si es un medio de comunicación. Su voz se quiebra en más de una ocasión y sus lágrimas caen cuando se trata de analizar cómo viven esta situación económica sus hijos, que son realmente el motor de su vida.
Antes de la crisis, J. M. B. tenía trabajo, en la construcción, y su mujer, de carnicera. Pero un día eso se terminó, al igual que las prestaciones. “Nunca nos hemos visto como hasta ahora, en la vida”, lamenta. Y salvo cuatro meses que ha trabajado para el Ayuntamiento del municipio donde reside, calcula que lleva siete años sin trabajar. “Yo he hecho cursos por mi cuenta par formarme y acceder a las ofertas de trabajo”, insiste. Pero lo que ha vivido hasta ahora es que hay pocas ofertas y demasiadas demandas. “Yo tengo experiencia en movimiento de tierras y de minas y eso está parado”, admite.
En la actualidad reciben un subsidio de 426 euros, pero han tenido que esperar hasta ocho meses para cobrarlo. “Tu tienes un paro y un subsidio, pero eso se acaba, y hasta que accedes a una renta garantizada, a nosotros nos cuesta, nos ponen muchas pegas, es un jaleo y hemos estado ocho meses sin cobrar nada”, detalla J. M. B.
Críticas al Estado por su escaso apoyo
No duda en criticar y juzgar el escaso apoyo que se recibe del Estado, ya que con ese subsidio no da para vivir. “Del Estado no esperamos nada, y gracias a Dios hay asociaciones como Cajas Solidarias que se mueven y luchan”, agradece. Como apunta este joven, con el alquiler de la casa, el agua, la luz y la basura ya cubrimos los 426 euros que recibimos. “Una avería en el coche no la puedes solucionar, o los libros de los niños, que cuestan, y hay meses que lo pasamos mal, como septiembre, que viene el gasto de los libros”, enumera. En este sentido han tenido el apoyo del colegio al que acuden los dos hijos pequeños, así como la ayuda de su cuñado que ha pagado otra parte de esos libros.
Pero el curso escolar también viene con excursiones que tienen que pagar, o la compra de ropa, porque van creciendo y les va quedando pequeño. “No notan esta situación, ellos no saben, pero se dan cuenta de por qué nosotros venimos aquí y otros papás van a comprar al supermercado”, en referencia a sus visitas al almacén de Cajas Solidarias.
Y este padre confirma que sus hijos le piden cosas, pero que se conforman con poco, comenta con resignación. “Ellos también quieren ir a una hamburguesería de vez en cuando (se emociona), pero no podemos”, y admite que en esos momento, siente mucha impotencia. Este joven no quiere seguir viviendo de las ayudas, lo que quiere es un trabajo, una nómina que le permita recuperar una vida que ya tenía, sin apuros. “La sociedad se ha vuelto rara, defendemos a los animales y no a las personas”, lamenta. Cree que es necesario cambiar la mentalidad, porque ya cuesta “hasta dar los buenos días”.
“No quiero que a mis hijos les falte de nada”
Respecto a la labor de Cajas Solidarias, para J. M. B es increíble, “gente voluntaria, que tiene su familia, como yo, y le quita de su tiempo libre para ayudarnos a nosotros”. Este joven de 35 años cree que ha tenido que vivir muchas injusticias en esta vida: “He estado en la cárcel de Topas tres meses por impago de manutención de 1.080 euros, cuando había presentado al juez los documentos que confirmaban que no cobraba nada de dinero, y sin tener antecedentes”. Para él, lo más importante es que sus hijos no les falte de nada, “que te pidan unas zapatillas y se las puedas comprar, o cuando llegan los Reyes”. Sus hijos viven ajenos a la situación porque son felices jugando en la calle con otros niños, aunque reconoce que los compañeros de colegio de ambos tienen tablet, teléfono móvil o el chandal del Real Madrid. J. M. B. asegura que hoy en día a los niños se les da tanto que se han perdido algunos valores. “Antes estábamos todo el día en la calle, y nos enseñaban a tratar bien a las personas mayores, y a ayudarles, y ahora sin embargo algunos se ríen de ellos”, advierte.
J. M. B. hace una reflexión importante y piensa que tocar fondo para ellos es darle un punto de humildad a los niños. “Aunque sea duro, ellos valoran todo mucho, y cualquier cosa que tienen la cuidan”, añade. Y sus hijos tienen los mismos sueños que otros pequeños de su edad, en el caso de la niña de ocho años, ser veterinaria, y el niño, futbolista. “En sus cumpleaños les dan dinero que guardan y se lo tenemos que coger, y no dicen nada”, relata emocionado, “es lo que me queda en la vida, ellos”.
Valora mucho la labor de Cajas Solidarias, “no sé qué sería de nosotros sin ellos, yo les doy una importancia increíble”. Asimismo, cree que pasar por una situación así les hace tener más conciencia de las necesidades que existen. “Cualquier cosa la donas, como la ropa de la niña cuando le queda pequeña”, apunta. Además, es consciente de que nadie está libre de pasar por una situación así, “puede tocar a cualquiera”.
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