Como en cualquier otra planta del Hospital Universitario de Salamanca, la jornada comienza temprano. Los pacientes se asean, desayunan y se preparan para las analíticas y pruebas marcadas por los médicos. El personal de limpieza se encarga de las habitaciones y el equipo inicia su jornada de trabajo con una reunión en la que los profesionales intercambian información sobre los enfermos, se ponen al día sobre posibles incidencias ordinarias o urgencias sucedidas durante las horas previas y planifican tratamientos y altas.

El personal de Enfermería inicia sus tareas propias, como la administración de medicamentos, las extracciones de sangre para analíticas o la preparación de los pacientes que necesitan exámenes o procedimientos especiales. Los usuarios participan en terapias psicológicas individuales “casi todos los días”, en función de su “perfil”, y en sesiones grupales, tres veces a la semana: los lunes, los miércoles y los viernes.
Cuando un paciente ingresa por primera vez en La séptima del Clínico, se realiza un trabajo de “acogida” para minimizar el impacto de verse en una planta de atención psiquiátrica, sobre todo en los casos en los que en el cuadro clínico predominan los signos depresivos. “Depende de las características de cada paciente; una parte de los que llegan presentan una descompensación importante, con un contacto con la realidad deteriorados, pero en otros predominan cuestiones relacionadas con el ánimo, con ideas suicidas… En todo caso, todos están sufriendo, e ingresar aquí es una situación estresante, por lo que nuestro objetivo es que se encuentren acogidos, a partir de una actitud de escucha y una atención adecuada”, explica José Antonio Benito, psicólogo de la unidad.
En este sentido, indica que muchos de los hospitalizados en esta planta “perciben como un fracaso el hecho de tener que ingresar”, por lo que, dentro de la intervención psicológica que se les ofrece, se intenta “replantearlo como una necesidad, un proceso de salud más”, por lo que una de las metas de este profesional es orientar a los afectados en el camino “al que deben dirigirse” o, incluso, “generar en ellos la esperanza de que su enfermedad se puede afrontar de otra manera”, además de ayudarles a desarrollar estrategias de “autocontención”.
También el equipo de psiquiatras realiza “un trabajo individual” con las personas hospitalizadas, una labor que se amplía a las familias, como explica Carmen Martín, una de las tres especialistas de la unidad, que asegura que el “mayor reto” que plantean estos pacientes es “la conciencia de enfermedad”, porque muchos creen “que no necesitan el tratamiento”.
Diversas opciones de tratamiento

La determinación de las pruebas complementarias o evaluaciones que precisa el enfermo en otras consultas y servicios hospitalarios es otra de las funciones de los psiquiatras, al igual que la instauración de los tratamientos más adecuados para cada caso. A este respecto, el doctor Sánchez Iglesias, jefe de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Salamanca, aclara que el objetivo de las estrategias terapéuticas que se establecen en la unidad es lograr “la mejora de los episodios agudos de la enfermedad mental”.
Para ello se cuenta con un amplio “arsenal terapéutico”, incluidos los “fármacos biológicos y de última generación que aportan más seguridad que los clásicos en relación a los efectos secundarios y al perfil de tolerancia”.
De hecho, el servicio que dirige realiza desde hace unos años un innovador proyecto de investigación con el departamento de Farmacogenética para seleccionar -a partir del estudio de los factores genéticos del enfermo que pueden determinar su respuesta- los fármacos “más útiles y menos tóxicos” para los pacientes “que necesitan un tratamiento prolongado”.
Además de los tratamientos farmacológicos, en la unidad se utilizan terapias psicológicas individuales y grupales, sesiones de psico-educación y, “en casos muy seleccionados, terapia electroconvulsionante (TEC), una opción que tiene “unas indicaciones muy claras y precisas, avaladas por las guías de práctica clínica y las sociedades científicas”, y que se realizan “en condiciones de máxima seguridad para el paciente, en quirófano y bajo anestesia”.
De igual forma, el equipo presta especial interés a los familiares, a quienes también ofrece apoyo, muchas veces con el objetivo de “desculpabilizarles e, incluso, desestigmatizarles“, como apunta la doctora Martín, para quien ejercer la Psiquiatría en una unidad de hospitalización de agudos “no es duro, sino un reto estimulante”.
Formación, docencia e investigación
En relación al entorno más cercano de los pacientes, el doctor Sánchez Iglesias sostiene que los trastornos mentales graves “generan una importante carga familiar y una dedicación a los cuidados del afectado que puede suponer entre seis y nueve horas diarias”. El pasado año, el servicio inició un proyecto en el ámbito ambulatorio dirigido especialmente a las familias de estos enfermos a partir de la creación “de grupos de psico-educación” que actúen como un foro de “formación de formadores”. Los resultados, afirma, “han sido enormemente satisfactorios, por lo que queremos difundir este programa dentro de la cartera de servicios de Salud Mental”.
Por otro lado, el jefe de Psiquiatría del complejo hospitalario salmantino resalta que la Unidad de Hospitalización Breve “fomenta la formación continua y un sistema de trabajo que favorezca el aprendizaje y el intercambio de conocimientos entre los profesionales”. Además, “como unidad acreditada, desarrolla una amplia actividad docente con MIR, PIR (psicólogos internos residentes), médicos forenses y estudiantes de Medicina, Psicología y Enfermería, y en el ámbito investigador, se encuentra “entre los cinco servicios más productivos del hospital”, con aportaciones que, en su mayor parte, se canalizan a través del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL).
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