En la vieja Facultad de Medicina en la que estudié durante el tardofranquismo había pocas clases prácticas, y las teóricas eran rutinarias y poco estimulantes. Las llamaban clases magistrales, pero yo escuché pocas que mereciesen ese nombre. Sí lo eran las que impartía D. Sisinio de Castro.

D. Sisinio era catedrático de Patología General. Iniciaba sus clases a las ocho de la mañana. Su hablar era pausado, tranquilo, sin afectación ni concesiones graciosas. Sus palabras eran precisas, y hacía fácil entender lo que de ninguna manera lo era. Explicaba la Patología desde el recuerdo previo y preciso de la Fisiología.
Al acabar la clase, tenías la sensación de irte con la lección aprendida, pero él era muy consciente de que aquello no era suficiente. Teníamos sus apuntes, varios cuadernillos de diferentes colores que tenían por nombre Lecciones de Patología General. En 1975 se convirtieron en libro, primero con el título de los apuntes, y en posteriores ediciones, como Manual de Patología General.
El texto era conciso, no faltaba ni sobraba nada, allí estaba todo lo que había que saber para después avanzar en el estudio de la Patología Médica. Fue una gran ayuda para muchos estudiantes de Medicina de muchas facultades y para un gran número de médicos.
Había obtenido la cátedra en el año 1970 y se había trasladado de Valladolid a Salamanca. Valladolid había sido un centro neurálgico en el desarrollo de la Patología General desde 1900, cuando León Corral y Maestre, allí catedrático, publicó su libro Elementos de Patología General, donde empezaba a desarrollar los mecanismos por los que enferman los aparatos y sistemas del organismo humano y los síntomas y signos que estas alteraciones provocan. Más tarde publicó Clínica Propedéutica, el primer libro sobre exploración clínica en lengua castellana. D. Sisinio fue más que un digno continuador de Corral y Maestre y de otros pioneros como José de Letamendi y Roberto Novoa Santos.
Gran empatía y humanidad
D. Sisinio era también un excelente médico internista. Sus conocimientos teóricos eran muy importantes, y también lo era su experiencia; esta conjunción hizo que fuera un verdadero experto en el diagnóstico clínico, siempre basado en el razonamiento fisiopatológico, paradigma que se seguía desde las enseñanzas de William Osler.
A sus conocimientos científicos de la medicina añadía una envidiable capacidad de comunicación con los pacientes y, sobre todo, una gran empatía, una gran humanidad. Durante su estancia en Salamanca coincidió con D. Juan Martínez López de Letona, otro excelente médico. Entre los dos lograron que aquella fuera una época dorada de la Medicina Interna en nuestra ciudad y provincia.
Era el jefe de departamento, y aunque sospecho que sabía poco de gestión sanitaria, sí cumplía tres requisitos clave que todo líder debe cumplir, entonces y ahora: el primero, inspirar confianza; el segundo, tener capacidad de diálogo sin imponer nada antes de convencer, y el tercero, quizás el más importante, ser ejemplar, que todos vean en el líder un ejemplo en el cumplimiento del trabajo y en la calidad y honestidad aportada al mismo.
D. Sisinio apostó siempre por la sanidad pública, desde una visión humanística no necesariamente ideológica, y fue capaz de llevar esa convicción a los que nos movimos en su entorno. Estaba además convencido de la importancia de la Atención Primaria para un correcto funcionamiento de nuestro sistema sanitario. Por ello, siempre estuvo disponible para colaborar con sus médicos, nunca desde un plano de superioridad, y para propiciar y apoyar que lo hiciéramos los que trabajábamos con él.
En mayo de este año se cumplen 30 años de su fallecimiento. Sería un buen momento para que la Facultad y el hospital le rindieran un homenaje. No puede ser que los más jóvenes no sepan cuál fue la aportación de D. Sisinio a la enseñanza de la Medicina y a su práctica, que desconozcan la importancia del autor de su libro de Patología General y de la persona que tan merecidamente da nombre a un centro de salud en Salamanca.
Otro mérito de Don Sisinio fue dejar buenos discípulos como tu, Aurelio.
Muy buena persona, buen colegial y excelente profesor. En una palabra, excelente.
Maestro de muchos grandes médicos.
Y como persona, ético y empático.
Debemos perpetuar su memoria y ejemplo: me adhiero a tu sugerencia, Aurelio.
Yo también soy deudor de D. sisinio. Casi toda la parte buena de mi práctica como médico de atención primaria se la debo a él.
Fantástico docente.Un placer sus clases y su libro la biblia que toda mesilla debe de tener a sus pies.