Desde la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León siguen sin dar una explicación coherente sobre el elevado incremento de mortalidad en Salamanca y, como en las bodas de hace medio siglo, se lavan sus guayaberas con un discordante “no sabemos nada”.
Señor Alejandro Vázquez: yo soy una pobladora que hasta que no se presentó (sorpresivamente, de un día para otro) un cáncer de páncreas y haber cotizado tres décadas en la misma empresa, nunca había pisado un hospital, ni centros de salud. Por esta razón, de los temas médicos era profana en la materia, no así de la literatura, que siempre ha sido para mí como la caridad para San Pablo: algo sin lo cual todo el resto queda incompleto.
La dolencia me obligó a dejar aparcado el periodismo de investigación criminal que requiere la libre disposición, la dedicación exclusiva, ese periodismo auténtico, comprometido (tan hermoso y tan canalla a la vez) que no permite mirar el paso del tiempo que marcan las agujas del reloj, para convertirme en observadora de la vida. Una vida que bien merece la pena ser vivida, porque cuando ésta se acaba, no hay nada más y la vida no se puede comprar.
Es por ello, que de ser profana en las cuestiones sanitarias, he terminado leyendo a doble página. Señor consejero de Sanidad de la Junta de Castilla y León: los sillones no son buenos a la hora de tener que buscar el ¿qué?, el ¿quién?, el ¿cuándo?, el ¿dónde?, el ¿cómo?, el ¿por qué? y el ¿para qué? Como médico en pasivo, vos debería saber que hay que patear la calle (órgano que no se utiliza se atrofia), hay que estar siempre en primera línea para poder ver la realidad y no hacer caso del cuenteo de los adosados, de los kíkeres (no quíqueres), ni de los eternos adoradores del becerro de oro que solo han conocido un franco: el suizo.
¿Vos considera normal que un ciudadano se tire ocho y hasta diez horas, retorcido de dolor, esperando en Urgencias del Hospital Universitario de Salamanca para ser atendido porque no hay personal sanitario? En esas esperas inmisericordes se han muerto muchas más personas que las que figuran en las tridentinas notas de prensa que envían a los medios de ¿información? que ocultan las muchas realidades.
¿Le parece decente, humano, justo, dar datos presuntamente falseados sobre las vergonzosas listas de espera en Traumatología, Urología, Cirugía y otras especialidades?
Yo le voy a poner a vos el ejemplo de una persona muy allegada: un niño adolescente, con Síndrome de Down, que hace casi dos años fue colocado en la fosilizada lista para ser intervenido de fimosis (operación que dura como veinticinco o treinta minutos) y hasta el día de hoy mutis por el foro. No me gustaría pensar que por ignorancia o porque a la actual jefa de Urología con tantas actividades no le queda tiempo de mirar el expediente clínico de los pacientes (como dice el célebre tango de Gardel: “No se puede amar a dos mujeres a la vez y no estar loco”), lo cierto que hasta ahora nadie del referenciado departamento ha reparado en el detalle de que a uno de cada 250 niños con Síndrome de Down se le diagnostican hipospadias, que son una implantación baja de la parte final de la uretra o meato uretral, diagnosticada durante la exploración física. Estas se asocian con curvatura del pene y alteraciones psicológicas si no se corrigen pronto con una cirugía reconstructiva. Las manifestaciones urológicas de los pacientes con Síndrome de Down son elevadas, por lo que la valoración del urólogo es fundamental. Dicha valoración del especialista tuvo lugar hace casi dos años en el “flamante” Hospital Universitario de Salamanca, y como decía anteriormente, el adolescente fue colocado en lista para ser operado “en breve”.
Insisto, vos señor consejero, Dr. Vázquez Ramos, con el título de licenciado en Medicina por la Universidad de Valladolid, le pido que me corrija si me equivoco en cuanto a si la tardanza en las intervenciones en este tipo de dolencias en niños con Síndrome de Down podría dar lugar a serias complicaciones de infecciones. ¡Casi dos años es demasiado tiempo!
A todo lo expuesto voy a hacer especial hincapié sobre las unidades de Urología y Traumatología del Hospital de Salamanca que son famosas, dentro y fuera de nuestra frontera, no precisamente por su laboriosidad, por su eficacia, por su gestión y premura, sino por haberse convertido en una especie de cajones desastre, donde los capitanes de las naves pasan olímpicamente de las opiniones de los primeros oficiales e incluso de las de los jefes de máquinas, porque creen que ellos son la verdad única. Es decir, el Titanic del siglo XXI varado en el Río Tormes y encima viviendo de las reminiscencias de los gloriosos antepasados.
Hago mías estas dos citas del filósofo griego Sócrates: “La envidia es la úlcera del alma”. “El paso del tiempo sentado en un sillón mullido arruga la piel, pero la falta de entusiasmo, la indiferencia, arrugan el alma” (que duele, luego existe).
Conclusiones: No hace falta ser lumbreras para aportar claridad sobre los factores que han provocado el incremento de muertes en Salamanca durante el último año. La falta de atención a los pacientes, motivada por la falta de personal sanitario, las vergonzosas listas de espera en las intervenciones quirúrgicas, en la realización de las pruebas que determinen los diagnósticos y el queme tan grande de médicos y enfermeras/os que ya no pueden dar abasto con tan pesada carga, puede ser la causa principalde que muchos pobladores cierren los ojos para siempre.
Mientras esto está ocurriendo, una planta completa del hospital más longevo del país (por las décadas que han pasado desde que se entregaron los proyectos hasta que se puso la primera piedra y se colocó el penúltimo ladrillo) está cerrada a cal y canto para evitar tener que contratar más personal sanitario. ¿Qué no hay médicos? Lo que no hay es vergüenza, ni buenos gestores. Lo que no se pueden hacer son contratos miserables, con sueldos aún más miserables, a los profesionales de la medicina.
Por último, me gustaría recordar que desde la entrada en el Gobierno de un presidente llamado Pedro, pude diagnosticar, a través del iris, que este hombre apuesta por la muerte (ajena) y no por la vida del pueblo español. No me confundí: La Ley de la Eutanasia, los engaños y mentiras continuas durante la peste, la ley del aborto libre para adolescentes y ahora el exterminio de ancianos en infinidad de residencias (pagar para que te maten), de las que no se libra Castilla y León, con imágenes similares a las de los campos de exterminio y que ni las denuncias, ni los dos amplios reportajes que se han emitido en una cadena de televisión de este país y con repercusión en otras americanas, han servido para que este gobierno (con minúsculas) actúe.
Pagando mil trescientos euros mensuales por persona (algunas bastante más) son tratados peor que si fueran perros callejeros. En las pruebas y en las imágenes facilitadas por trabajadores de residencias, que sí han dado la cara y que tuvieron la valentía de marcharse porque no podían aguantar tanta crueldad, se ha podido ver la cena que ponían a los abuelos residentes, fueran o no diabéticos: Plato único con una sardina en aceite, medio huevo cocido y una loncha de mortadela seca. Les levantaban a las cinco de la mañana para darles el desayuno (sin sillas ni mesas) en un cuenco con leche y dos galletas. Morideros, casas de los horrores, trato vejatorio y que aquellos que lo están consintiendo deberían permanecer en la cárcel, a pan y agua, toda la vida. ¿Y a esto los kíkeres lo llaman vivir con dignidad? ¡Qué asquito me da!
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