Es normal que los padres tengan sentimientos confusos y encontrados, la mayoría de tipo negativo, tales como:
Frustración, pena, rabia por haber perdido a su bebé ideal, por no haber podido crear un bebé sano y bonito. Los padres pasan por un proceso de duelo.
Miedo, incertidumbre, angustia por el futuro incierto del bebé, por sus enfermedades actuales y su pronóstico a largo plazo.
Resentimiento, ira, culpabilidad; pueden sentirse responsables de que el bebé haya nacido antes de tiempo, buscan responsables en sí mismos o en otras personas o en sucesos ya pasados.
Tristeza y depresión.
Y, finalmente, aceptación de la situación.
Durante todo este proceso, las relaciones familiares se ven afectadas por múltiples tensiones. Por ello, el apoyo, la fuerza, la unión y compresión de la pareja son fundamentales.
Existe una gran dificultad en el vínculo entre padres y bebé, debido a que la relación se inicia de una forma no esperada; los padres son separados del bebé, y hasta que no nazca ese vínculo no cesará su duelo. En ocasiones, estos sentimientos negativos duran mucho tiempo, pudiendo afectar a las interacciones de padres-hijo.
El periodo que el bebé tiene que permanecer ingresado en el hospital puede llegar a ser agotador y causarles, además, una gran tensión. Gestionar esa carga emocional no siempre es fácil, especialmente si se tienen más hijos.
Cuando hay otros hermanos, éstos suelen sentirse abandonados por la dedicación de los padres al nuevo bebé prematuro. En ocasiones deben ser cuidados por otras personas. Una vez en casa, también pueden sentirse desplazados por los cuidados necesarios del bebé y su casi inevitable sobreprotección.
En ocasiones, la familia y amigos no saben cómo actuar, cómo apoyar a esos padres. Algunos incluso ignoran la llegada de ese bebé por temor a lo que pueda ocurrir. En la mayoría de los casos, se muestran cercanos a estos papás, brindándoles su apoyo y ayudando a normalizar la situación.
Cuando por fin llega el momento tan esperado, la llegada a casa del bebé, también se produce un impacto en la familia, donde se mezclan otra vez distintos sentimientos:
Euforia por tener por fin el bebé en casa.
Inseguridad por no sentirse capacitados para cuidarlo adecuadamente.
Finalmente, aceptación y normalización relativa de la situación.
Cuando ya está en casa, el funcionamiento de la familia debe reajustarse. Comienzan las numerosas visitas al hospital, el estado de alerta continuo, cuidados especiales, se extreman todas las precauciones, se reducen las visitas y salidas en sociedad….
En nuestra experiencia como padres y madres de prematuros, de casi tres añitos, empiezas a ser capaz de relativizar la situación y contener el miedo, a vivirlo con más normalidad y saber cómo actuar. Porque, dentro de lo posible, la mejor prevención que le podemos dar como padres es tratarles como a niños de su edad.
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