Los Salesianos, los trabajadores sociales y los voluntarios de Don Bosco Fambul no se cansan de repetirlo: “Cada día es distinto, cada caso nuevo de un niño que nos llega es único y lo tratamos como si fuese lo último que hiciésemos en esta vida”.
En una semana han llegado al centro un niño que fue acusado de brujería, un menor testigo protegido tras haber visto un asesinato y un adolescente con la cara rota en una pelea… Por no mencionar las mediaciones en violencia doméstica de padres a hijos o los menores sacados de la cárcel con una fianza…
En Don Bosco Fambul no se cree en las casualidades ni en la suerte, sólo se confía en la providencia, y ésta sí que nunca falla. Una visita de cortesía de los Salesianos a una comisaría para realizar cualquier trámite puede acabar por destapar un caso de abusos a un menor y cambiar su vida antes de lo previsto. Así ocurrió la semana pasada con el joven Justice que, por ironías del destino, se llama precisamente Justicia…
El adolescente es el más educado que he conocido en los tres viajes a Sierra Leona. Bien vestido, nacido en Estados Unidos, con facciones tranquilas, un gran bagaje cultural y, sobre todo, hablando despacio y siendo siempre cortés, nos contó su estremecedor caso.
Hijo de un médico, es decir, de familia acomodada, a Justice un día lo acusaron sus padres de brujería precisamente por su inteligencia y nivel cultural y lo enviaron a una iglesia protestante, donde estuvo un año encadenado y sometido a trabajos más propios de la Edad Media.
Cuando logró escapar, fue a la policía y, una vez más, la providencia hizo el resto: varios miembros de Don Bosco Fambul pasaron por la comisaría que atiende casos de violencia familiar antes de conocer el episodio y también de que los avisaran.
Justice, que lloraba al contarnos las atrocidades a las que había sido sometido, al día siguiente ya jugaba y se relacionaba con el resto de menores en Don Bosco Fambul, cada uno con su historia y con sus duras experiencias detrás, pero todos con algo en común, un futuro por delante muy distinto y esperanzador.
Allí ha coincidido con Wimba, otro adolescente con un aparatoso vendaje sobre su boca con otra historia de violencia, aunque esta vez callejera. Una noche avisaron a los Salesianos de que un menor estaba sangrando abundantemente por la cara. Tenía destrozada la boca, el paladar y números golpes más en la cabeza.
El chico dijo que se había caído a una acequia, pero no tenía ni un rasguño en las manos, sólo en la cara. Más tarde reconoció que no se acordaba de nada, por lo que lo más probable es que tuviera una pelea cuando iba borracho.
Ahora también se recupera de las heridas con su aparatoso vendaje y de sus dificultades para comer, pero sintiéndose acogido por una nueva familia, la de Don Bosco, que no le ha reprendido por sus actos en el pasado, ni le ha preguntado más que lo que él ha querido contar, ni le ha castigado… Simplemente le ha ofrecido un refugio, comida, ropa y mucho cariño, que es la mejor receta para decidir cambiar de vida y empezar a tomar las riendas de la suya.
VIOLENCIA EN CADA ESQUINA
Cualquier adulto puede perder la compostura en un momento concreto, pero en Sierra Leona pasar de las palabras a los gritos y de ahí a los golpes es, por desgracia, más habitual que en cualquier otro lugar, y si hay menores por medio, todo transcurre en pocos segundos.
Enfrente de Don Bosco Fambul, un niño huía llorando de un hombre que lo llamaba y recriminaba con gritos amenazantes. Era su padre, que quería pegarlo por haberle contestado al castigo de que trajera dos garrafas de agua, pero habiéndole cerrado el grifo cercano a su casa. Un salesiano intervino al momento tranquilizando al padre y diciéndole que con los golpes no conseguiría nada, hablando con el niño para que no contestara a su padre y le pidiera perdón y facilitándole el agua para que cumpliera el castigo.
Apenas 200 metros más adelante, un profesor también perseguía a un alumno con la vara en la mano para pegarle los 12 o 24 golpes reglamentarios por haber llegado tarde a clase, mientras éste huía sin querer entrar en el aula.
Más preocupante es el caso de un menor que, a los 10 años, ha sido testigo de un asesinato y la policía lo ha llevado a Don Bosco Fambul como testigo protegido para que nadie pueda localizarlo hasta la fecha del juicio.
Pero el caso más reconfortante de la semana pasada, sin duda, fue conseguir la libertad de un menor encarcelado por andar solo y por la noche, acusado de ser un potencial delincuente. La pena: un año de cárcel o la fianza de un millón de leones (alrededor de 120 euros). La providencia, una vez más, quiso que su madre acudiera a Don Bosco Fambul, lo que aceleró el proceso: en un día el chico estaba en libertad y la policía, abochornada por tener que reconocer que no debería hacer eso, aunque la fianza hubo que pagarla…
¿Qué nos deparará la providencia esta semana?
El trabajo salesiano en Sierra Leona
ANTERIORES
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