Me casé tarde, con 37 años. Empecé a formar parte de esas estadísticas pequeñas cuando, con 36 años, conocí a mi marido ¡en un crucero! Es muy pequeña esa posibilidad, pero me tocó, en este caso para bien.
Cuando quisimos formar una familia, nos dimos cuenta de que volvimos a formar parte de esa pequeña parte de la estadística: que cerca de los 40 las posibilidades de engendrar son muy escasas. Nos pusimos en manos de clínicas privadas, y volvimos a formar parte de otra pequeña estadística, nos quedábamos embarazados, pero no conseguíamos que el embarazo llegase a término.
De nuevo entramos en esa parte pequeña de la estadística cuando decidimos que lucharíamos hasta no poder más, esa pequeña parte de parejas que se estudian a fondo, cueste lo que cueste, para averiguar por qué no conseguíamos un embarazo. El esfuerzo valió la pena, y otra vez fuimos parte de esa parte pequeña de la estadística cuando, después de muchos tratamientos, conseguimos un embarazo gemelar.
Y todo parecía ir bien, hasta que en la semana 20 empecé a perder líquido amniótico de una de las bolsas. Otra vez éramos parte de la parte pequeña de la estadística de embarazos que se tuercen. Con reposo, y mucha atención por parte del personal médico, llegamos a la semana 26 y cinco días de embarazo, y se desencadena el parto. Aquí ya entramos de lleno en la parte pequeña de la estadística, la de los bebés que sobreviven con tan poco tiempo de gestación.
Por suerte, y de nuevo con muchísimo trabajo por parte de los profesionales de Neonatos, volvimos a formar parte de la estadística pequeña. Una de nuestras hijas, poco a poco y con muchísimo esfuerzo y trabajo, fue superando todas las estadísticas, aun estando contra pronóstico, y 87 días después de su ingreso en la UCI Neonatal, conseguimos salir del hospital y nos fuimos a casa.
Pero las estadísticas volvieron a ponerse en nuestra contra cuando, cinco meses después de salir, tuvimos que volver a ingresar, esta vez en la UCI Pediátrica, por culpa de la terrible bronquiolitis. 30 días en UCI y 24 en planta. Afortunadamente, mi luchadora hija ha logrado superar todas las piedras del camino, y con nota. Hoy es una espabilada niña de 2 años, viva, sonriente y que nos colma de amor a toda la familia.
¿Y qué he aprendido siendo parte de la estadística pequeña?
– Que hay que luchar por tus sueños, aunque no puedas más. Todo esfuerzo consigue su recompensa.
– Que nunca hay que rendirse; si un bebé de un kilo escaso tiene fuerza para luchar, nosotros tenemos que sacar esa fuerza de donde sea y no rendirnos.
-Que hay grandes profesionales en nuestra Seguridad Social haciendo su trabajo.
-Que hay grandes personas en este mundo, que te ofrecen todo lo que tienen, aunque sólo te puedan ofrecer su compañía, y que eso vale más que todo el oro del mundo.
– Y que parte de esas grandes personas deciden sacrificar su tiempo y crear asociaciones para apoyar a la gente que alguna vez pasa a formar parte de la estadística pequeña. Aquí quiero dar gracias PREMYA (Asociación de Familias de Niños Prematuros y Asimilados de Castilla y León) por su esfuerzo y su cariño.
Así es la vida; en ocasiones las cosas salen bien, y otras veces formas parte de ESA PEQUEÑA PARTE DE LA ESTADÍSTICA.
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