La cantidad no para de girar a mi alrededor: 41.000.000.000 euros. Puesto en cifra puede que no impresione tanto, pero prueben a decirlo y verán cómo cambia la historia: cuarenta y un mil millones de euros. Es la módica suma que hemos destinado a rescatar y sanear a la banca española, que dicho así de rimbombante parece una entidad única y pública, pero no es más que un grupo de empresas privadas, a las que estamos sacando la cara sin que los ciudadanos vayamos a obtener un sólo beneficio de ello.
Yo esto del rescate lo entiendo bastante poco (o nada), la verdad sea dicha. Hasta donde nos informan, los bancos siguen obteniendo ganancias semestre a semestre, hecho que no les impide despedir personal y cerrar sucursales. Nos desahucian, se quedan con nuestras casas y nos obligan a seguir pagándolas, con el único propósito de dejarlas vacías a la espera de que algún aprovechado y/o incauto las compre como una ganga. Así que, por favor, si algún economista o ducho en el tema lee estas líneas, agradecería un comentario explicativo, sobre todo en aras de mi salud mental, tan maltrecha últimamente.
Por si fuera poco, tenemos que estar incluso agradecidos, porque la cantidad podría haber llegado hasta los cien mil millones de euros. El Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea han organizado una fiesta fin de rescate. ¡Albricias! Ya está todo solucionado, se podría llegar a pensar, pero va a ser que no. Resulta que para mantener esta situación, los de antes, a los que apodan La Troika, le dicen a Rajoy que se ponga la pilas y flexibilice aún más el mercado laboral. Yo también pensaba que ya no existía este mercado, a juzgar por el número de desempleados y por el cierre de empresas. Asimismo, abogan por una reforma del sistema tributario.
En fin, que la ayuda es para los bancos, pero a quien aprietan las clavijas es a los particulares. Mientras, pasan de puntillas sobre el hecho de que quizá las entidades financieras deberían mejorar el flujo de crédito. A mí esto me parece una tomadura de pelo. Quizá es que la menda sea un tanto susceptible, pero es que hay situaciones que hemos asumido con una impune resignación digna de etapas donde se besaba los pies a las señoras de los mandamases.
Para los que crean que estas líneas nada tienen que ver con la Sanidad, quizá deberían pensar en dejar de beber Coca Cola. Según reputados estudios médicos, es un refresco azucarado nada saludable y del que no conviene abusar, que encima cierra fábricas productivas. Lo de los eructos, mejor me lo ahorro. Lo de la úlcera, me temo que irá en aumento. No hay un mísero atisbo de que salgamos a la calle, siquiera para protestar, ante tanta inmundicia.
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