
Periodista
Aquí estoy, una vez más, colapsando las Urgencias. Últimamente me pasa mucho. Basta abrir un periódico o ver un informativo en la televisión para entrar en fibrilación auricular. La cosa va a peor a medida que avanzan las noticias. Asesinos saliendo de la cárcel con una sonrisa de oreja a oreja, violadores, pederastas… Todos sin mostrar un atisbo de remordimiento, sin una palabra de aliento o perdón para sus víctimas o las familias. ¡Ay si sólo me subiera la bilirrubina! como decía mi querido Juan Luis Guerra. Lo mío es peor. Los triglicéridos se me disparan, los linfocitos se me alborotan y la sensación es de infarto inminente tan sólo con asomarme a titulares como el de la nueva ley de seguridad ciudadana. Vamos, porque estamos en crisis, que si no me pedía para los Reyes Magos un desfibrilador portátil. Y si no, a ver cómo sobrevivimos a tanta desfachatez. Porque la sinvergonzonería de esta clase política nuestra llega a tales extremos que además de ponernos con sus decisiones la soga al cuello, pretenden ahorrarse las críticas o las manifestaciones de protesta. Y si no que se lo digan a los bomberos de Salamanca. No ha hecho falta la nueva normativa estatal para que en un alarde de soberbia, la Alcaldía les haya expedientado por gritar una verdad.
En fin, no me dirán que no es para alterarse cada vez que uno piensa que somos una sociedad tan miserable que consentimos con abnegación que nos quiten hasta el derecho a la pataleta. Y es que esta crisis, si algo nos ha robado, es la dignidad. La dignidad del trabajador que, ante la amenaza de ponernos de patitas en la calle, traga con carros y carretas y hasta hace las veces de chivo espiatorio (sí, con s de espiar) de sus compañeros. La dignidad de salir a la calle y gritar por una sociedad más libre, equitativa y solidaria. La dignidad que le han sisado a los que hemos convertido en imbéciles por creer y vivir en la honestidad, en la cultura del esfuerzo, en la recompensa del trabajo bien hecho.
Pero la crisis no se llevará mis buenos deseos para el 2014. Imploro porque algún día recuperemos la cordura y el sentido común y sueño con que un solo día salgamos todos a la calle a poner contra las cuerdas o la cara colorada a todos aquellos que bajo la capa de buscar el bien común duermen a pierna suelta mientras son los causantes de nuestros eternos desvelos.
En fin… parece ser que en esta ocasión con un Tranquimazín será suficiente… Creo que me llegará para pagarlo…
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