de Salamanca (ADSP)
La teoría económica neoliberal lleva varias décadas monopolizando los sistemas económicos mundiales, y parece que se ha quedado como modelo único. Los estudios y la investigación sobre economía, e incluso los premios Nobel de esta categoría, versan sobre este modelo de éxito basado en el libre mercado y en la ley de la oferta y la demanda. Se ha evolucionado hacia un mercado, no sólo de bienes, sino también de servicios que hasta ahora prestaban los Estados. Más Mercado y menos Estado, defiende la corriente ortoliberal alemana, a la que se atribuye el milagro alemán. El Estado se ha convertido en un factor provisor de fondos y amortiguador del sistema en caso de pérdidas.
Lo hemos visto en esta última crisis. Ha sido una crisis con burbujas especulativas, y financiera a la postre, que se ha resuelto con la intervención y el endeudamiento en rescates de los Estados para sanear los bancos quebrados; porque “si se hunde la banca, se hunde el sistema”. Da sonrojo observar cómo los poderes económicos, desde sus paraísos fiscales, manejan como auténticos títeres no sólo a empresas solventes, especulando con su valor y financiación, sino incluso a Estados europeos soberanos e independientes. Vamos conociendo también el descarado e inmoral soborno cómplice a algunos personajes, partidos políticos y sindicatos.
Así se explica que, a pesar de que nuestro sistema público de salud sea eficiente (podría mejorarse) y muy bien valorado por propios y extraños, definitivamente haya entrado en el mercado de la privatización y especulación. En unos casos se externalizan los servicios de lavandería, mantenimiento, restauración, laboratorio, radiología, listas de espera quirúrgicas, o se recurre a la gestión privada de hospitales públicos, caso peleado recientemente en Madrid. En otros casos, como el de Burgos, el hospital lo construye, lo dota y lo gestiona un consorcio de empresas. Parece que hay otro intento encubierto en las Unidades de Gestión Clínica, cuyo decreto de momento sigue en borrador.
Ojo, pues, a las externalizaciones, que poco a poco van asfixiando por descapitalización al sistema sanitario público en favor del privado que, una vez situado como imprescindible, irá subiendo las cuotas de decisión y las ganancias del negocio empresarial, en detrimento de la calidad asistencial.
Externalizar la gestión no parece buena idea, y si hay que aprender, hágase un MIR de Gestión Sanitaria Pública. El sistema sanitario público tiene, además, muchos ejemplos de gestión brillante y eficiente donde aprender, como el caso de la Organización Nacional de Trasplantes. Servicio técnicamente complejo, socialmente accesible, transversal, solidario y democrático, aparentemente impropio en un país fragmentado por autonomías y sanidades transferidas, y que funciona porque en la Sanidad pública hay valores y personas que no tienen precio, ni todo se puede comprar con dinero.
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