Cuando pensamos en la vida que llevamos, ¿cómo nos sentimos? ¿Nos consideramos personas completamente realizadas o bien nos lamentamos por lo que no hicimos o tememos hacer? El pasado no se puede cambiar, pero si enfocamos el futuro con otra perspectiva, nuestra vida puede dar un interesante giro.
Cada vez que pronunciamos la frase “yo soy así” para justificar un comportamiento incorrecto o zanjar una cuestión por falta de argumentos válidos para defenderla, nos confinamos dentro de unos esquemas rígidos, dejando fuera toda posibilidad de un cambio que podría hacernos disfrutar más de la vida.
El único ser que no cambia es el ser muerto. La inmovilidad nos lleva a la mera supervivencia, a aceptar situaciones o estados de ánimo dolorosos, a vivir con ansiedad, o tristeza, o negativismo, dejándonos llevar por las circunstancias sin posibilidad de elección.
La pregunta es obligada: ¿Podemos cambiar o somos como somos y nada se puede hacer? Sí, se puede cambiar, y de forma radical: cambiando nuestros pensamientos y emociones a través del aprendizaje. Los pensamientos son los responsables de las emociones: si aprendemos a sentir de forma adecuada, aprenderemos a estar mejor.
Nuestro cerebro filtra la realidad que entra por nuestros sentidos. Si estamos acostumbrados a verlo todo gris, a buscar lo malo, seguro que lo encontramos. Si, por el contrario, nuestro pensamiento tiene colores, flexibilidad, amplitud, veremos lo bueno y reaccionaremos ante lo que no queremos deshaciéndonos de ello. Tenemos una fortísima tendencia a creer que los hechos externos son los responsables de nuestros estados de ánimo. Pero, en realidad, somos nosotros los que provocamos nuestras emociones.
El primer planteamiento es dejar de echarle la culpa a los demás y a las circunstancias de nuestra infelicidad. Hasta que no asumamos nuestra responsabilidad sobre las emociones, no seremos capaces de tener el control de nuestra mente. En este sentido, hay que cambiar excusas por soluciones: pararse a pensar, comprender, decidir y actuar. Asumir que hay pensamientos que nos causan malestar emocional y nos hacen débiles, como son las creencias irracionales, que se expresan en frases como “siempre me sucede todo lo malo a mí”, “como no valgo nada, nadie me puede querer”…
En otro sentido, este pensamiento se expresa en forma de exigencias: DEBO hacer las cosas siempre bien, la gente me DEBE tratar bien o el mundo DEBE funcionar de forma correcta. Es mejor pensar que para ser feliz no es necesario hacer TODO bien, sino con pasión, y que no necesito que todo el mundo me trate bien todo el tiempo.
Si queremos tener algo que nunca tuvimos, tendremos que hacer algo que nunca hicimos. Para que esta transformación se realice, necesitamos un método muy sencillo: Querer, Creer y Trabajar.
Querer cambiar conscientemente, desde dentro hacia fuera, es una toma de decisión personal, no debe ser una exigencia o expectativa de los demás, sino de uno mismo. Preparémonos mentalmente para el cambio.
Creer que somos capaces de conseguir esta transformación, encontrar nuestras capacidades latentes y sacarlas a la luz. Reforcemos nuestra confianza y nuestra autoestima. “Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto” (H. Ford).
Trabajo constante, salir de la zona de confort, esforzarse por conseguir nuestros objetivos utilizando los instrumentos que nos facilitarán ese cambio. Resistamos y sigamos adelante, a pesar de las equivocaciones. Cuando hemos decidido cambiar y las emociones o los miedos nos desbordan y no atienden a razones, es mejor atravesarlos, es decir, ignorarlos y hacer lo que hemos decidido hacer.
Los seres humanos somos fuertes o débiles dependiendo de nuestra filosofía de vida, del color del cristal a través del que miramos, en definitiva, de nuestros pensamientos. Algo fundamental para modificar lo que no nos gusta es modificar nuestra actitud. ¿Cómo reaccionamos ante situaciones que no podemos alterar? No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que sucede.
Entonces, definamos nuestro objetivo, la persona en la que nos queremos convertir, y utilicemos pensamientos y palabras como: arriesgar, actuar, creer, es posible…
Busquemos una motivación, visualicemos lo que queremos alcanzar. Haremos una gran inversión en nosotros mismos, al igual que invertimos en nuestras casas para que mejoren y adquieran más valor.
Yo estoy con Roberto Benigni: “Si la felicidad alguna vez se olvida de nosotros, nosotros no nos olvidemos de la felicidad”.
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