La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) ha recomendado no conceder la autorización de comercialización de lecanemab, un fármaco para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer en fases tempranas cuyo uso fue aprobado el pasado año en Estados Unidos.
En su dictamen, conocido este viernes, el Comité de Medicamentos de Uso Humano de la EMA (CHMP) considera que el retraso del deterioro cognitivo observado tras el uso de lecanemab, cuyo nombre comercial es Leqembi, no compensa el riesgo de efectos secundarios graves asociados a este nuevo fármaco, en particular, hinchazón y posibles hemorragias cerebrales en los pacientes.
A este respecto, la Agencia argumenta que el problema de seguridad más importante de Leqembi es “la frecuente aparición de anomalías de imagen relacionadas con la proteína amiloide (ARIA), un efecto secundario observado en las imágenes cerebrales que implica hinchazón y posibles hemorragias en el cerebro”.
Según el CHMP, aunque la mayoría de los casos observados en el estudio principal no fueron graves y los pacientes no presentaron síntomas, algunas personas sufrieron acontecimientos graves, como grandes hemorragias cerebrales que requirieron hospitalización”. Por ello, el comité de expertos de la EMA entiende que, en general, los beneficios de este tratamiento “no son lo suficientemente importantes como para compensar los riesgos asociados a Leqembi“, de modo que su recomendación es denegar la autorización de comercialización en la Unión Europea. No obstante, la empresa que ha solicitado la autorización, Eisai GmbH, puede requerir un nuevo examen en un plazo de 15 días.
¿Qué es el lecanemab y para qué está indicado?
Según se explica desde la EMA, Leqembi se desarrolló como medicamento para el tratamiento de adultos con deterioro cognitivo leve (problemas de memoria y pensamiento) debido al alzhéimer, y se administra en forma de perfusión (goteo) en vena una vez cada dos semanas.
El principio activo de este fármaco, el lecanemab, es un anticuerpo monoclonal que se adhiere a una sustancia llamada beta amiloide —que forma placas en el cerebro de las personas con alzhéimer—, reduciendo las placas amiloides y, con ello, retrasando el empeoramiento de la enfermedad.
Tras su aprobación hace un año en EE UU, la propia Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) destacaba la advertencia de que lecanemab puede causar en casos raros “efectos graves y potencialmente mortales”, aunque dio luz verde a su comercialización en el país después de confirmar su beneficio clínico mediante un ensayo con 1.795 pacientes.
Decepción por el dictamen de la EMA sobre el lecanemab
Tras conocerse la decisión de la Agencia Europea del Medicamento, las reacciones no se han hecho esperar. Según recoge la plataforma Science Media Centre España (SMC), Mercè Boada Rovira, neuróloga y directora médica de la Fundación Ace Alzheimer Center Barcelona, el dictamen “conlleva dos grandes preocupaciones, tanto para la comunidad clínica, médica y asistencial como para la investigadora: los pacientes de Europa estarán discriminados, no tendrán las mismas opciones y oportunidades que los de otros países; y a nivel de investigación y de inversión en investigación, Europa también quedará en segundo lugar”.
La doctora Boada, que no declara conflicto de interés en relación con esta cuestión, expresa así el posicionamiento de la fundación y de los departamentos clínico y de investigación de la entidad: “Volveremos a pasar el desierto. Estaremos en plena sequía, otra vez. Y esto redundará en la calidad de pacientes y familiares, en la capacidad de investigación de los investigadores españoles y de los clínicos y en sí empobrecerá todo nuestro sistema sanitario al no tener oportunidad de recoger datos, del mundo real (real world evidence) para entender, para mejorar y para cambiar frecuencia-dosis de nuevos productos que pueden aparecer y de invertir. De invertir sobre todo en la investigación de tratamientos mucho más eficaces que este, indudablemente, en beneficio de nuestros ciudadanos”.
Una decisión “muy negativa”
Por su parte, Eloy Rodríguez, neurólogo en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla-IDIVAL y profesor en la Universidad de Cantabria, que participa en un ensayo clínico con el lecanemab promovido por Eisai —una de las farmacéuticas que ha desarrollado el medicamento—, así como en un consejo asesor con la compañía, considera “muy negativa” la decisión tomada por la EMA.
“Se alude básicamente a dos aspectos: la discutible relevancia clínica de los efectos y los efectos secundarios. El lecanemab ha aportado una evidencia sólida de su efecto biológico que se corresponde con una moderada eficacia clínica a la hora de ralentizar la evolución de la enfermedad en fases sintomáticas muy iniciales. La repercusión clínica puede parecer pequeña, pero eso muy relativo”, indica. Al tiempo, recuerda que los resultados disponibles son solo a 18 meses, y que en pacientes con una situación clínica leve, una ralentización de la progresión de la enfermedad que ronda el 30% no es “un cambio desdeñable”.
En cuanto a los potenciales efectos secundarios a los que alude la EMA para argumentar su rechazo, el especialista apunta que en un porcentaje pequeño de los pacientes (0,8 % en el ensayo CLARITY) son graves, e incluso en un pequeño número podrían ser mortales.
Esto, que es algo inasumible para la Agencia Europea, para el Dr. Rodríguez resulta controvertido, ya que la mayor parte de estos efectos aparecen en los portadores homocigotos de ApoE e4 (un 15 % de los pacientes) o en personas anticoaguladas.
Beneficios para algunos pacientes
“Los dos primeros aspectos pueden conocerse antes de iniciar el tratamiento, pueden discutirse con el paciente y su familia, y que se decida de forma consensuada, valorando su situación personal y sus deseos. O incluso podría restringirse su uso para este grupo de pacientes mientras no se tengan más datos de seguridad. Pero no, la EMA ha ido con la brocha gorda y lo ha denegado sin contemplaciones. Veladamente, se da a entender que la repercusión económica de la introducción de estos tratamientos y las modificaciones que habría que hacer para implementarlos no compensa. Desgraciadamente creo que, en el fondo, es lo que ha primado”, subraya.
En su opinión, aunque estos tratamientos “no son la panacea”, sí hay “grupos de pacientes que pueden beneficiarse de ellos con una tasa baja (y asumible) de efectos secundarios. Y no les podemos negar esa oportunidad, no es ético”. En este sentido, añade: “Estamos dando tratamientos para enfermedades incurables, como algunos cánceres, mucho más tóxicos y peligrosos. Es el paciente el que, ante su situación clínica, sin otras opciones, decide, aconsejado y acompañado por el equipo médico que lo atiende. Esto es una enfermedad neurodegenerativa sin tratamiento, ¿no se merecen nuestros pacientes la oportunidad de decidir si les merece la pena arriesgarse con unas mínimas garantías? ¿Acaso los pacientes con alzhéimer son pacientes de segunda?”.
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