Manuel Elkin Patarroyo ha revelado esta mañana, justo antes de impartir la segunda sesión plenaria en el congreso IPAP 18 que se celebra en la Universidad de Salamanca, las últimas novedades en torno a la vacuna en la que lleva trabajando 40 años. Es ya universal y efectiva contra la malaria, de hecho empezará a vacunar a principios de 2019 en Ghana, pero es también un nuevo concepto de vacuna química que podrá desarrollarse para las otras 306 enfermedades infecciosas que todavía no tienen un fármaco preventivo.
No tiene el Premio Nobel, aunque seguró lo tendrá, pero es “novel” siempre en “diseñar o perseguir” cosas nuevas, como lo es esta vacuna con síntesis química, un nuevo concepto que cambiará todo el desarrollo mundial en prevención de virus, bacterias y parásitos, tal y como le presentó el decano de la Facultad de Farmacia de la USAL, Antonio Muro, y presidente del Comité Científico de este Congreso, también “novel” pero con “momentos cumbres” en la investigación mundial como esta comparecencia del inmunólogo colombiano.
“Prefiero ser novel con la b cortica”, aseguró Patarroyo en su sonoro castellano del otro lado del Atlántico, porque premios “ya tengo todos los demás”, desde el Príncipe de Asturias ya en 1994 hasta los máximos galardones científicos en Alemania, Francia, Italia… aunque el mayor reconocimiento es, sin duda, esta “vacuna químicamente hecha a nivel atómico”, hecha a medida “física, química y matemática” tanto para el microbio que infecta como para el ser humano infectado.
“No tengo ningún otro interés más que vacunar a la gente, ahora ya está, me puedo morir“, dijo el científico, pero en realidad piensa estar otros 25 años, al menos, al pie del cañón, justo los que se necesitan para llevar el fármaco contra la malaria a los 3.650 millones de personas susceptibles de vacunación, unos 150 millones al año con dos dossis, al menos, para cada persona. A principios de 2019, empezará en Ghana y luego en otros países del cinturón central de África, y por supuesto, en Colombia.
Es verdad que esta vacuna esperada y anunciada tenía que haber estado lista hace años, pero los animalistas pararon la experimentación durante cinco años, “me acusaron de tráfico ilegal de monos cuando mi laboratorio, que está en Leticia (Colombia), junto al Amazonas, se ubica a unos pocos metros de Perú o de Brasil, igual tenía que haberle dado el pasaporte a los monitos”, asegura a modo de broma, pero, claro, la bromita retrasó su trabajo y hasta tuvo que defenderse aportando el ADN de los animales, el mismo en los tres países, claro.
Superado éste y otros contratiempos, Manuel Elkin Patarroyo tuvo a bien explicar esta apasionante historia, con final feliz, que se inició hace 40 años, con un primer hito en 1987 con la primera vacuna contra la malaria, que ofrecía entre un 20 y un 40% de protección por el componente genético de cada grupo poblacional, luego llegó la COLFAVAC-24, con un 78,2% y ahora, con la COLVAFAC-90-100 espera un año 2019 cargado de esperanza para millones de personas.
Pero, sobre todo, su vacuna revela “un conocimiento profundo a nivel atómico de las moléculas de los microbios y del sistema inmunitario del ser humano, así como sus interacciones a nivel de átomo… Su distancia, sus ángulos, sus cargas eléctricas, su volumen”, mediciones matemáticas, que no predicciones, con Resonancia Nuclear Magnética “potentísima” que abren el camino a esa revolución de las vacunas que muchos esperan.
¿Por qué la malaria y no cualquier otras de esas cientos de enfermedades infecciosas pendientes? Primero porque, según los datos que él mismo proporcionó, se infectan cada año 214 millones de personas, de las que más de 700.000 mueren, pero también “porque es una enfermedad modélica” para el estudio, por su vertiginosa rapidez de reproducción y por su evolución dentro del cuerpo humano. Patarroyo, didáctico y claro en su exposición, relató como la picadura de mosquito transmite el parásito, que al principio va al hígado con 1.000 células y se reproducen por 30.000, para pasar luego a la sangre, así que “en una semana tenemos 30 millones de parásitos en nuestros glóbulos rojos”, aquí es donde empieza la sintomatología, fiebre, anemia, etc, luego se va replicando a gran velocidad y no es extraño “que en 20 días estés muerto”.
Así que desde sus inicios se preguntó “¿cómo podría ser más rápido que el parásito en el sistema inmunitario? ¿lo podemos parar antes de que llegue al hígado? ¿o antes de que llegue a la sangre?”, e inició un proceso para descomponer las moléculas del virus, fabricarlas químicamente y empezar a probar en monos, “con un genoma casi idéntico a los humanos”, estas vacunas sintéticas a medida.
No se olvida en ningún momento, mientras lo cuenta, de aquellos que considera los padres de este gran descubrimiento, el Nobel de Medicina en 1972 Gerald Maurice Edelman, y el de Química en 1984, Robert Bruce Merrifield, “al primero le debo la Inmunología y al segundo la síntesis química”.
A él, quizá en el futuro, muchos le deban este nuevo concepto de vacuna, ya hay quien le ha pedido incluso que empiece a aplicarlas en el cáncer, como Harald zur Hausen, otro Nobel en Medicina por descubrir el papel del virus del papiloma humano en procesos cancerígenos y autor de artículos donde habla de que hasta el 40% de los cánceres puede estar asociado a los virus. “Y lo digo por aquellos que comen carne cruda o leche sin hervir”, avisó Patarroyo, que de momento dejará “que otros se involucren” en desarrollar estas otras vacunas.
Por lo pronto, recuerda a los antivacunas su enorme “irresponsabilidad” cuando estamos hablando de “millones de vidas” en juego, tal y como han indicado también en este Congreso IPAP el Nobel Phillip Sharp y el bioquímico Mariano García Blanco, con quienes ha compartido “agradecimiento y honor” de participar en los 800 años de la Universidad de Salamanca, “que no se cumplen todos los días”.
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