La esperanza de vida en buena salud a partir de los 50 años ha evolucionado acorde con el gasto público sanitario, según un estudio que acaba de publicar el Centro de Estudios Demográficos en la UAB.
El estudio Gasto sanitario público y esperanza de vida: una inversión saludable, publicado en la revista Perspectivas Demográficas, analiza los factores socioeconómicos y sanitarios que hay detrás de las diferencias regionales (por comunidades autónomas) en la esperanza de vida sin y con enfermedad en los mayores de 50 años desde 2006 hasta 2019.
Los datos provienen de seis encuestas de salud nacionales y europeas (2006, 2009, 2012, 2014, 2017 y 2019) y los datos de mortalidad facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), junto con indicadores socioeconómicos, datos de gasto sanitario público, de servicios y recursos humanos en salud, e informaciones sobre comportamientos individuales relacionados con la salud entre 2006 y 2019.
La conclusión es que el crecimiento desigual de la esperanza de vida en buena y en mala salud a los 50 años refleja el cambio en el gasto sanitario público en las comunidades autónomas. Se observa que cuanto más gasto sanitario público por cápita se efectúa, mayor son los años que se viven sin enfermedad y menor los que se viven con enfermedad.

Las mejores comunidades autónomas
Las comunidades autónomas que tienen una esperanza de vida en buena salud más alta son la Rioja, Islas Baleares y Cataluña (hombres) y Navarra, Cataluña y Aragón (mujeres). Por la cola se encuentran Murcia, Castilla la Mancha e Islas Canarias (hombres) e Islas Canarias, Murcia y Galicia (mujeres). Aunque existen contrastes: por ejemplo la comunidad con una esperanza de vida más grande a los 50 años entre los hombres es Madrid (con 33,5 años), pero se sitúa en séptimo lugar en la clasificación de años de vida vividos en buena salud (con 12,2 años).
Para calcular la esperanza de vida sin y con enfermedades o afecciones crónicas se consideraron las condiciones de salud más prevalentes, entre las que se incluyen la hipertensión, dolor de espalda crónico, diabetes, asma, enfermedad obstructiva pulmonar crónica (EPOC), cáncer, ictus, infarto de miocardio y enfermedades del corazón.
Varios indicadores analizados mostraron una relación significativa con los años vividos con o sin enfermedad, entre ellos el PIB per cápita, la tasa de desempleo entre las personas de más de 55 años, el porcentaje de la población con educación primaria o inferior, el gasto sanitario público per cápita, el gasto hospitalario público per cápita, el gasto en atención primaria pública per cápita, el número de doctores especialistas por 1000 habitantes y el número de enfermeras especialistas por 1000 habitantes.
Sin embargo, cuando se tienen en cuenta todos los factores regionales a la vez, el gasto sanitario público es la variable que más explica las diferencias en la esperanza de vida en buena y en mala salud tanto para hombres como para mujeres.
Los recortes
La evolución de la esperanza de vida en buena y mala salud y la heterogeneidad regional responden a las fluctuaciones del gasto sanitario público desde 2006, marcado por los recortes que sufrió entre 2009 y 2014. Aunque la reducción del gasto se produjo en todo el territorio español, hubo diferencias importantes entre las regiones. Los niveles de gasto por cápita difieren mucho según la comunidad autónoma, ya que los valores más altos superan los más bajos en un 50%.
El análisis estima que gastar 800 euros más por persona en salud pública se tradujo en 1,5 años más de vida en buena salud a los 50 años para los hombres y 1,2 años para las mujeres, y redujo los años vividos en mala salud 1,7 años para los hombres y 1,6 años para las mujeres.
“La gestión sanitaria a nivel regional tiene un impacto en la prevalencia y prevención de enfermedades de las personas de edad madura y avanzada nada desdeñable, lo que debe tenerse en cuenta a la hora de diseñar políticas públicas que busquen reducir la carga de enfermedades en la población. Gastar en salud, por si alguien lo dudaba, resulta una inversión saludable”, afirman Elisenda Rentería y Pilar Zueras, investigadoras del CED-UAB y el Institute for Social and Economic Research en la Unversity of Essex (ISER-Essex) y autoras del estudio.
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