Soy un enfermo mental de FEAFES Salamanca AFEMC que se pregunta por qué la sociedad no nos da la mano. Mi diagnóstico: trastorno de la personalidad y trastorno depresivo recurrente.
Hay un relato que me gustaría contar, muy interesante, que seguro que a mucha gente le ha pasado y no se ha dado cuenta. Se llama La espera:
Una abuela va a visitar a su marido al cementerio. Se llamaba Antonio, y le dice: “Mira quién ha venido a verte hoy, es nuestra nieta Sara”. Le dice que había ido a buscar agua para las flores que le llevaba. También le decía a su marido: “Sabes, la encuentro triste, creo que los estudios no le han ido bien. No sé, por ahí viene”. La nieta le pregunta a su abuela: “¿Qué tal la vida con abuelo?”. Ella le contesta: “Ay, mi niña, hubo de todo. Mucha espera”. La nieta le pregunta: “¿Qué quieres decir con mucha espera?”. “Pues que desde pequeños nos convencemos a nosotros mismos de que la vida va a ser mucho mejor. Tú te crees que cuando termines de estudiar, termines tu carrera y encuentres un trabajo serás más feliz que ahora”. La nieta contesta: “Eso creo”. La abuela cuenta: “Yo me casé convencida de que iba a encontrar la felicidad, pero luego decidí esperar hasta tener mi propia casa; luego, hasta tener mis hijos, y después, hasta que mis hijos fueran mayores. Luego, hasta que me jubilara, convencida de que cada uno de estos deseos me faltaban para ser feliz. Y de esta forma, la vida pasa ante tus ojos esperando el tren de la felicidad, que nunca llega”.
La nieta le dice a la abuela: “¿Te arrepientes de haber tenido hijos y de haberte casado?”. La abuela responde: “No, no, no me arrepiento de haberme casado y tenido hijos. De lo único que me arrepiento es de no haber sabido vivir más intensamente cada uno de esos momentos y de haberme entristecido por tonterías”. La nieta pregunta: “¿Entonces nunca fuiste feliz?”. La abuela contesta: “Claro que sí. Hubo momentos de felicidad, pero me perdí otros por no saber reconocerlos. ¿Sabes lo que he aprendido después de todos estos años? Que la felicidad no llega cuando conseguimos lo que deseamos, si no cuando sabemos disfrutar de lo que tenemos. No soñando con el mañana, sino viviendo el hoy. Atesora cada momento de tu vida y recuerda que el tiempo no espera por nadie. Trabaja como si no necesitaras el dinero, ama como si nunca te hubieran herido y baila como si nadie te estuviera viendo, ya que no hay mejor momento para la felicidad que justamente éste. Si no es ahora, ¿cuándo, mi niña?”.
A pesar de la experiencia, tenemos seguro que algo cambiará. Cuando muchas veces sabes que tienes que decidir algo, pero no decides. No tengo nada que enseñarte, como si hablases contigo mismo. Ahora hemos encontrado sólo otro camino, pero ha llegado el día que tenemos que luchar, tener coraje y mirarnos al espejo, reflejando este peso que nos ha dejado la sociedad, el de la ETIQUETA. Tenemos que pensar que no hay nadie.
Pero os pido que cuando leáis esto que he estado escribiendo al final saquéis una conclusión: en esta vida todos somos más parecidos de lo que creemos. Párate a pensar y a leer, y piensa con tranquilidad. Al final me daréis la razón casi todos.
Este escrito lo dejo para que la directiva de FEAFES, los trabajadores del centro y los que están en la tutoría no dejemos de luchar, porque hay gente maravillosa y todos necesitamos de todos en esta vida, por llamarla de alguna manera. Nadie es imprescindible. Sólo nos queda una cosa: o luchar o rendirnos. Esto lo dice una persona que cuando quiere decir algo siempre termina diciendo la palabra mágica: ¿Y por qué? Todavía nadie me ha contestado.
Sin más, se despide una persona que si alguien la necesita seguro que nunca le faltará una mano para poder ayudar. Si alguien no entiende esto por las faltas de ortografía, se lo puedo explicar en persona y mejor. Estaría diciendo muchas cosas, pero no quiero ser pesado. Sólo quiero decir gracias a personas como Manolillo Chinato, ¡qué grande es! Me identifico mucho con él, porque tenemos algo en común, inexplicable, que es el colegio Armenteros. También tiene su historia, como la mía.
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