Hace poco leí una fábula escrita por Oliver Clerc en su libro ‘La rana que no sabía que estaba hervida’.
Trata sobre una rana metida en un caldero que no se da cuenta de que se está cociendo porque la temperatura del agua va subiendo demasiado despacio para que ella lo pueda percibir.
Eso es lo que creo que está pasando con la sanidad pública, la degradación es paulatina y constante, y la sociedad parece no percibirlo. Si la población fuese consciente del grado de colapso del sistema sanitario, saltaría sin dudarlo del caldero y lucharía por salvar uno de los principales servicios públicos que definen los valores de nuestra sociedad, una sociedad que entiende la sanidad como un derecho y no como un bien de consumo.
El sistema sanitario no solo se encuentra en un momento crítico, sino que perdió hace mucho tiempo su objetivo: generar salud.
La salud no es únicamente la mera ausencia de enfermedad, la salud es bienestar en sus tres dimensiones: bio, psico y social. Estas dimensiones se establecen simplemente para entender y analizar el concepto, ¿o acaso podemos dividir lo bio de lo psico, o lo social de lo bio, o lo psico de lo social?
Nuestro sistema sanitario, tal y como lo conocemos, es de todo menos saludable. No es saludable en lo bio, pues la mercantilización de la medicina y la influencia de la industria farmacéutica en el sistema nos ha llevado a farmacologizarlo. Hoy en día, las acciones médicas se basan en prescripciones farmacológicas, más que en evaluar, proponer y acompañar cambios de hábitos.
Tampoco es saludable en lo psico, exactamente por el mismo motivo, la influencia de los mercados ha llevado a medicalizar muchos procesos vitales o sensaciones desagradables y se ha olvidado de ayudar a las personas a desarrollar estrategias y generar herramientas para afrontar la vida en toda su complejidad. Ni que decir tiene de la actuación del sistema sanitario en lo social, que se resume en escasas y tardías ayudas económicas.
Por todo ello, se debe reorientar el actual sistema sanitario hacia otro sistema que genere salud y que se base en estrategias de medicina comunitaria para prevenir, tratar y paliar.
Ahora mismo el agua del caldero está humeante, y en el fondo se van acumulando burbujas en miniatura a la espera de coger fuerza para subir a la superficie y empezar a bullir. Es el momento de actuar, esta crisis es una oportunidad de cambio.
Algunas ranas parecen estar en estado de aletargamiento y normalizan o justifican situaciones que serían inadmisibles para cualquier rana en libertad. Otras ranas están tan exhaustas que ya no tienen fuerza para luchar por salvar sus vidas. ¡Pero la mayoría seguimos saltando! Algunas, vestidas de blanco en las calles; otras, detrás de palabras como estas, y otras, en nuestros puestos de trabajo día a día. Mientras el lobby de la industria sanitaria sigue removiendo el caldero y relamiéndose, nosotras tenemos que coordinarnos para saltar todas hacia la misma dirección. La revolución sanitaria debe ser comunitaria. Solo así conseguiremos derramar el agua del caldero.
*Cristina Cabrera Brufau es médico de Atención Primaria y miembro de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Salamanca
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