Durante estos dos últimos años he tenido la posibilidad de tomar conciencia del mundo laboral. Realizar prácticas en diferentes empresas me ha permitido aprender cómo funciona realmente el engranaje laboral y valorar mucho más el esfuerzo de los trabajadores.
Además, me ha permitido darme cuenta de la importancia de contar con un puesto digno y de la enorme suerte de poder colaborar con la sociedad y sentirme realizada, cosa que no todo el mundo consigue, puesto que en España la tasa de desempleo es muy elevada y destacan los trabajos estacionales o con contratos temporales.
El 1 de mayo celebramos el Día Internacional del Trabajador. Una fecha para darles las gracias y aplaudir todo lo que hacen por la sociedad, pero también para reivindicar mejoras en los derechos laborales, porque, aunque se ha avanzado, todavía queda mucho por hacer. Por eso, el lema elegido por los sindicatos este año es Proteger lo conquistado, ganar el futuro.
Por su parte, la Iglesia cuenta con la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD); una plataforma que en Salamanca agrupa varias organizaciones, incluyendo a Cáritas, con el objetivo de promover el trabajo decente como derecho fundamental y una expresión de dignidad humana.
El empleo es un derecho, no un privilegio
Desde Cáritas, nos unimos a la lucha por el trabajo digno. Por eso, el pasado 24 de abril celebramos un círculo de silencio en Puerta Zamora para visibilizar la realidad de las personas que sufren la precariedad laboral y la falta de empleo digno. Y, por otro lado, nos unimos a las actividades de la ITD el miércoles 30 bajo el lema Trabajo decente; derecho, no privilegio; porque trabajar no debería estar al alcance de unos cuantos, sino de todos.
A lo largo de este tiempo he podido observar cómo, detrás de cada empleo, hay una historia de esfuerzo, de superación y, en muchos casos, de lucha constante por mantener unas condiciones dignas. He conocido personas que, a pesar de encadenar contratos temporales o jornadas interminables, siguen poniéndose en pie cada mañana con la esperanza de construir un futuro mejor. Y es en esas pequeñas historias cotidianas donde realmente se comprende el verdadero valor del trabajo. No solo como medio de vida, sino como herramienta de inclusión, dignidad y transformación social.
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