La dificultad de conciliar el sueño llega por la necesidad de mover las piernas y, para ello, levantarse de la cama en plena noche. Algunos lo sufren durante años, pero no le dan importancia. Después, acuden a la consulta de Neurología y reciben un diagnóstico: síndrome de piernas inquietas. Su origen se desconoce, pero es algo crónico, aunque se dispone de un arsenal terapéutico que permite aliviar casi por completo los síntomas y volver a conciliar el sueño.
La inquietud en las piernas y la necesidad de moverlas es uno de los principales síntomas del síndrome de piernas inquietas, como el propio nombre indica. “Si los afectados están en la cama, por ejemplo, tienen que levantarse”, explica el neurólogo José María Gutiérrez García, cuya especialidad es la responsable de tratar a este tipo de pacientes. En algunas ocasiones, sienten como si se durmieran sus piernas, o una tirantez, “y tienen que moverlas voluntariamente”. ¿Y a qué se debe? Este especialista confirma que el movimiento les alivia los síntomas, “que suelen empeorar al final del día, cuando están sentados o en el momento en el que se van a la cama”.
Este síndrome causa insomnio y, por lo tanto, una pérdida de calidad de vida para la persona, que en los casos más severos “prácticamente se tiene que levantar cada poco de la cama, porque no les permite conciliar el sueño”. El doctor Gutiérrez apunta que lo habitual es que el cuadro no sea tan severo. “Igual hace que el paciente esté levantado durante una hora, o algo más, se mueve por la habitación, pero luego llega un momento en el que concilia el sueño”. En raras excepciones esos síntomas se trasladan a los brazos, “pero lo habitual, y por lo que más consultan, es por las piernas”.
El origen del síndrome
Respecto al origen del síndrome de piernas inquietas, no se conoce con exactitud. “Se intuye que puede haber un desequilibrio de sustancias transmisoras, tanto a nivel cerebral como de la médula espinal, pero no están claras las razones por las que se produce”, añade este neurólogo del Complejo Asistencial de Salamanca. En comienzos tempranos parece que existe un factor hereditario, genético, “pero no es una genética clara; son herencias que se denominan no totalmente penetrantes”.
En cuanto a la prevalencia, se sitúa entre el 2 y el 15% de la población, y en algunos casos llega a ser mayor que la diabetes, “y va aumentando con la edad”. En concreto, un 19% a partir de los 80 años y un 10% entre los 30 y los 79, y más en mujeres que en hombres. A veces también está asociado a otras enfermedades. “Por ejemplo, se está investigando una correlación con la falta de hierro”, porque el sistema nervioso de estas personas no es capaz de absorberlo a nivel de las células nerviosas. Por ese motivo, a los pacientes se les realiza un estudio del hierro, ya que, por ejemplo, donantes de sangre “que donan con mucha periodicidad pueden desarrollar síntomas de piernas inquietas”, y las mujeres embarazadas pueden desarrollarlos en el periodo de gestación y desaparecer tras el nacimiento del bebé.

Asimismo, tiene más incidencia en personas con trastornos venosos, como las varices, “pero cuando existen otro tipo de enfermedades a veces el síndrome se solapa con otros síntomas”, aunque la mayoría de los pacientes acuden a la consulta con el problema de piernas inquietas aislado, sin ninguna otra patología.
En cuanto a la influencia del hierro, el epecialista añade que se ha visto que altera más los neurotransmisores, a nivel de la médula espinal y cerebral, pero que este aspecto “todavía es poco conocido”. Este neurólogo reconoce que los trastornos funcionales del sistema nervioso “son difíciles de investigar”, porque los aparatajes de los que disponen no permiten el estudio en su totalidad, “al no tener una lesión conocida”.
Pero el doctor Gutiérrez remarca la influencia del hierro porque cuando los depósitos de hierro están bajos en una persona, “lo que está indicando es hacer un tratamiento de reposión mediante hierro oral”. Sin embargo, añade, “en mi experiencia he visto casos de hierro bajo en los que, hasta que no pones al paciente otra medicación para el síndrome de piernas inquietas, no alivia los síntomas”. Y no es tanto la falta de hierro en el organismo, sino más bien “la forma que tienen las células nerviosas de captar el hierro en la sangre, que no es la adecuada, y eso hace que los impulsos nerviosos no se transmitan adecuadamente”, sentencia. Pese a todo, este especialista confirma que hay mujeres con una carencia de hierro que pueden “mejorar los síntomas al recuperar sus niveles normales”.
Otras de las enfermedades vinculadas a este síndrome son las del sistema nervioso periférico, y, por ejemplo, los enfermos con insuficiencia renal crónica “tienen más prevalencia de padecerlo”.
Un diagnóstico clínico
“El diagnóstico es puramente clínico, porque no hay ninguna prueba hoy por hoy que diga que se trata de un síndrome de piernas inquietas”, advierte el doctor Gutiérrez. Este neurólogo insiste en que sí ayuda mucho al diagnóstico -“en casos de personas que no refieren de una manera tan clara la necesidad de mover las piernas”-, ver cómo ayuda e tratamiento establecido.
Lo habitual es que el síndrome no se asocie ningún otro tipo de enfermedad, y la edad de aparición suele ser a partir de los 50 años, “pero es verdad que cuando se empiezan a hacer estudios a las personas que han sufrido este tipo de síntomas, se ve que han comenzado mucho antes, incluso a los 10, 12, o 15 años”. Es decir, se trata de personas que lo padecen desde hace mucho tiempo, “pero los signos son lo suficientemente leves como para que no les llame la atención, aunque se ha visto que pueden anteceder muchos años”.
Medicación con gran eficacia
Pese a todo, el tratamiento que utilizan los neurólogos frente a este síndrome tiene una gran eficacia. En su arsenal terapéutico cuentan con varias opciones, la primera de ellas, “una medicación que utilizamos para el Parkinson, los llamados agonistas dopaminérgicos, que se ha visto que son bastante eficaces”. Y el segundo grupo de fármacos que se suelen utilizar son las benzodiazepinas. “Quitan la inquietud en las piernas y permiten a los afectados conciliar el sueño, porque su principal problema es esa dificultad para dormir”, aclara el doctor Gutiérrez. En tercer lugar estaría el grupo de los antiepilépticos y los derivados de opiáceos, “que se utilizan para el tratamiento del dolor, y aquí entre los más utilizados está la oxicodona”, entre otros.
El mayor incoveniente del síndrome de piernas inquietas es, por tanto, la dificultad para dormir, ya que el síndrome “no influye en otros aspectos, y los pacientes pueden seguir siendo deportistas, por ejemplo, ya que no les limita para otras actividades”. A veces, a las personas que están en tratamiento los síntomas se les trasladan a la mañana, “sobre todo con el primer grupo de medicamentos, y en ese caso hay que reajustar medicación para este tramo del día, pero lo habitual es que el peor momento sea al final de la jornada”. Así, la medicación se toma unas dos o tres horas antes de acostarse. “Es una patología crónica, y una vez que aparece, aunque puede tener fluctuaciones, hay que mantener el tratamiento, porque en cuanto se quita vuelven los síntomas”, insiste el neurólogo.
En cuanto al seguimiento en la consulta de Neurología, depende de los resultados. “Inicialmente sí, para ver la respuesta, pero como suele ser buena, no es necesario un control muy estricto, porque ellos mismo lo ven”. Como no suele haber otro tipo de patologías, “ellos lo prefieren; si están perdiendo eficacia sí vuelven a la consulta, pero normalmente no requieren un control a largo plazo”. En ocasiones, la medicación puede perder eficacia con el tiempo, porque con el tratamiento se mejora, “pero en ocasiones, como intentamos prescribir las menores dosis posibles, se pierde eficacia o aparecen los síntomas por la mañana”.
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