La ‘Acanthamoeba’ es un protozoo oportunista que existe ampliamente en la naturaleza y que se encuentra comúnmente en ambientes acuáticos, como lagos, ríos, estanques y suelos húmedos. Su tamaño oscila entre 15 y 40 micras de diámetro.
Estos organismos son conocidos por su capacidad de moverse y alimentarse mediante seudópodos, que son extensiones temporales de su citoplasma. Aunque la mayoría de las especies de Acanthamoeba son inofensivas para los seres humanos, algunas pueden causar infecciones oportunistas en personas con sistemas inmunológicos debilitados. Por ejemplo, pueden causar infecciones en la piel y, en casos muy raros, afectar el sistema nervioso central.
Pero hablemos del ojo. Este protozoo puede causar una infección ocular llamada queratitis por Acanthamoeba, que es una grave inflamación de la córnea que puede conducir a la pérdida gradual de visión, ceguera permanente y queratoplastia o trasplante de córnea en los casos más graves.
Aproximadamente el 90% de los pacientes que presentan queratitis por Acanthamoeba eran usuarios de lentes de contacto, y su uso —o mal uso— es un factor de riesgo para el desarrollo de esta patología, porque su contaminación puede conducir a la formación de un biofilm en la superficie de la lentilla y favorecer el crecimiento de varios microorganismos, como bacterias, hongos y virus.
Úlcera corneal incontrolable por diagnóstico tardío
Los signos de esta patología son inflamación corneal, lagrimeo, enrojecimiento, dolor muy intenso y, posteriormente, un deterioro de la visión. El diagnóstico de la queratitis por Acanthamoeba puede ser muy difícil, ya que sus signos y síntomas clínicos varían, y a menudo se confunden con queratitis por virus del herpes simple y por hongos, que son infecciones más comunes y hacen que se demore el diagnóstico certero.

El problema reside en que el retraso en el diagnóstico de esta patología puede relacionarse con un mal pronóstico, ya que la úlcera corneal puede volverse incontrolable e intratable. Actualmente, la microscopía confocal in vivo ha surgido como una valiosa herramienta no invasiva para el diagnóstico de la queratitis por Acanthamoeba, y funciona a modo de biopsia corneal in vivo no invasiva, que puede penetrar en las capas corneales y proporcionar imágenes en tiempo real de las estructuras y patologías corneales a nivel celular y subcelular con gran aumento y resolución.
La Acanthamoeba origina una infección prolongada y recaídas
En el caso de la infección por Acanthamoeba, se basa en el reconocimiento de las formas amebianas específicas de este protozoo. Esta herramienta no está disponible en todos los hospitales, sino solo en aquellos centros hospitalarios que suelen ser centros de referencia para patologías corneales.
La eficacia del tratamiento de la queratitis por Acanthamoeba depende de la capacidad del fármaco para llegar al tejido diana escapando de la barrera ocular protectora. Ningún fármaco por sí solo puede erradicar las formas vivas de la ameba y, a la vez, no ser tóxico para el tejido de la córnea. El tratamiento pretende erradicar ambas formas de vida del protozoo, pero se ve obstaculizado por la resistencia de los quistes a la mayoría de los fármacos disponibles, lo que provoca una infección prolongada y recaídas.
Mala higiene, agua del grifo y dormir con lentillas: las peores prácticas
El aumento de casos de queratitis por Acanthamoeba en todo el mundo es consecuencia del creciente número de usuarios de lentes de contacto y de la mayor presencia de esta especie en los recursos hídricos.
La elevada asociación entre el uso de lentes de contacto y la queratitis por Acanthamoeba en los países desarrollados sugiere que una higiene deficiente de las lentes de contacto aumenta la infección por Acanthamoeba, y el uso prolongado de estas lentes de contacto deteriora la superficie ocular, lo que reduce las defensas del huésped frente a este protozoo.

Por otro lado, la cal que se forma en el sistema de distribución de agua constituye un hábitat para la Acanthamoeba, y los estudios han demostrado que existe en el agua del grifo. Por lo tanto, enjuagar y limpiar las lentes con agua del grifo antes de colocarlas en el estuche de almacenamiento puede provocar la contaminación de las lentes y causar infección. Debe evitarse el uso repetido de desinfectante de lentillas rellenando la solución vieja con desinfectante nuevo. Además, el uso de soluciones caducadas, la utilización de solución salina de fabricación propia y la desinfección a base de cloro pueden aumentar el riesgo de enfermedad.
Otros malos hábito: frotarse los ojos y dormir con las lentillas puestas
En general, el uso a largo plazo del mismo estuche de almacenamiento de las lentes de contacto y un secado insuficiente tras la limpieza son un caldo de cultivo para bacterias, protozoos y hongos que, a su vez, son una fuente de alimento para los trofozoítos. Los malos hábitos también incluyen frotarse los ojos mientras se usan las lentes de contacto, lo que provoca daños en la córnea y favorece la invasión de Acanthamoeba.
Otros factores de riesgo incluyen dormir con lentes de contacto, que puede provocar hipoxia corneal, edema, adelgazamiento en el centro de la córnea y queratitis punteada superficial, que son lesiones que predisponen a tener diferentes tipos de infecciones corneales.
Es importante tener en cuenta que la infección por Acanthamoeba es poco común, aunque, como habéis podido comprobar, muy peligrosa. Generalmente, afecta a personas que usan inadecuadamente las lentes de contacto o las exponen a agua contaminada.
Para prevenir la infección, es importante seguir buenas prácticas de higiene, como lavarse las manos adecuadamente, seguir las pautas de cuidado de los lentes de contacto y no utilizarlas con agua corriente, ni siquiera para ducharnos. En caso de sospecha de infección, se debe siempre consultar al médico especialista en oftalmología.
* Elena Salobrar García Martín es profesora del Departamento de Inmunología, Oftalmología y ORL e investigadora del Instituto de Investigaciones Oftalmológicas Ramón Castroviejo de la Universidad Complutense de Madrid.
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