El día que cesaron del cargo como ministro de Sanidad al filósofo Salvador Illa y dejó de asomar las bembas en las televisiones del país el técnico de coronavirus, no pensé jamás en ese dicho popular español de que “a rey muerto, rey puesto”, sino que con mi actitud siempre positiva ante la vida me apoyé en las columnas y capiteles esperando a que el nuevo fichaje tendría que ser una persona culturizada, preparada, docta en la materia que pronto solucionaría los desastres que los salientes habían dejado y que tantas miles de muertes habían causado.
Mi gozo cayó directamente al pozo de las decepciones desde el mismo momento que se dio a conocer el nombramiento y la cartera de piel de dromedario fue a parar a la persona que peor regusto dejó en mi querida tierra canaria (nacida en Salamanca, pero con tantas décadas de ausencia, allá sí logré sacar raíces muy profundas con arpegios de añoranza atlántica) en todos los puestos oficiales que ha ocupado desde que terminara Derecho en la entonces decadente Universidad de la Laguna de los años ochenta.
¿Carolina Darías ministra de Sanidad del Gobierno Español? “¿De dónde jaca p’a tanto como destaca?”, pregunté para mis adentros. Porque si hay algo en la vida para lo que se necesita tener una gran vocación es para la medicina y para la enseñanza (con lo primero se juega con la vida de las personas y con lo segundo con el futuro de los estudiantes) y vos, señora Darías, si no tiene ni puñetera idea de cómo se pone un supositorio de glicerina, ¿cómo se atreve a dar consejos médicos a los pobladores y a abrir la veda para que nos quitemos las mascarillas en los transportes colectivos, en los supermercados, las carnicerías, las pescaderías y demás establecimientos donde los alimentos están al aire libre, expuestos a que se contagien de virus y bacterias con los estornudos, las toses, incluso los eructos de la clientela, alegando que en España no hay peste, ni polvo en suspensión? La Unión Europea puede hacer lo que le salga de los orificios nasales, pero la covid y el esquema de variantes del SIG, definen perfectamente las cuatro clases de variantes del SARS-CoV-2 que siguen estando presentes.
Sí, eliminar la obligatoriedad de tapabocas en las guaguas, en los aviones (sean o no de larguísimo recorrido) y demás colectivos, me parece una tremenda irresponsabilidad, pese a que la señora Darías e incluso el presidente de la Sociedad Española de Epidemiología lo considere “una buena medida”, pasando de largo el hecho de que la circulación de virus circulatorio sigue estando presente. Dicho director científico (¿) declaró recientemente a la Agencia Efe (la voz del Gobierno) que “él ve una buena fase de control de la pandemia”, a la vez que reconoció que la covid sigue, que va a quedarse entre nosotros, pero…¡fuera mascarillas! y que las personas de alto riesgo se “arrayen un millo”, como decimos los canarios, que viene siendo como márchese a freír espárragos. ¿No será que entre la clase política se lleva mucho eso de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”?
Sí, pero no. Quizás la cosa venga porque a la señora ministra Carolina Darías y a sus compañeros de departamento les encanta contemplar las bembas “colorás” de los españoles, lo cierto es que científicos de prestigio advierten continuamente sobre la posible aparición de zoonosis o infecciones. ¿Qué produjo la pandemia y que nuevas variantes pueden llegar? Ni a la ministra de Sanidad, ni a sus jefes, parece importarles esta cuestión y lo de invertir en I+D +i de forma plurianual les suena ¿a chino? Porque lo mío es ir siempre contracorriente y que por otra parte odio la mentira, yo seguiré protegiéndome (siguiendo los consejos del doctor Pedro Cavadas) con el bozal, pero no uno, sino con dos a la vez, los buenos, los de FFP2 y FFP3 de fabricación española y ¡qué se mueran los feos, señora ministra, porque esta guerrillera de tantas batallas nunca será un botijo sin pitorro!
Es evidente que estamos viviendo una época dolorosa, agria, mediocre, raquítica en ideales, en cultura, en ética, en principios, en moral, en sentimientos, sin dirección política. Vos, Carolina Darías, me recuerda mucho a aquel viejo y cuestionado consejero de Sanidad en Canarias (era godo, no canario) que siendo un simple primer oficial de Marina en el antiguo Jel- Foil (barco rápido que hacía el trayecto de Las Palmas a Tenerife y viceversa, en los años ochenta y noventa), fue tocado por la varita mágica para ocupar dicha Consejería y aquello fue una guerra pírrica, un desastre, una tortura para el pueblo canario y los profesionales de la medicina. Acá es donde todos los políticos del país deberían tener memoria histórica para aprender de los errores, pero claro, como la mayoría no sabe agarrar el tenedor… “pues no comen ni pollo ni pescado”.
Yo, que ni las guerrillas de Centroamérica que viví desde la segunda línea, ni el cáncer de páncreas que me llevó al borde de la muerte han logrado robarme la memoria (los elefantes a mi lado son olvidadizos), le recuerdo a vos, señora Darías, que en la época en la que usted estudiaba Derecho en La Laguna (Tenerife) yo me desplazaba allá desde Las Palmas para hacer los exámenes y lo hacía, no precisamente en el novedoso Jel- Foil, sino en el viejo Ferry que era mucho más barato (pobre de convicción y práctica), aunque el movimiento del buque provocara vómitos continuos durante todo el trayecto. Sí, coincidimos alguna vez en la misma cafetería y ya por aquel entonces solía alardear sobre el futuro prometedor que le esperaba dentro del mundo de la política, mientras que mis pensares y mis sentires (al igual que los de mis compañeras de clase, mis colegas de lucha) estaban (siguen estando) puestos en cambiar el mundo, en hacer un mundo nuevo, más justo, más igualitario. Cierto que no lo he conseguido, pero afortunadamente el mundo no ha podido cambiarme a mí. Triunfar en la vida no es trepar, es levantarse y volver a empezar, es hacer las cosas bien. Triunfar en la vida es amar lo que se hace y yo he amado, amo, el periodismo (el periodismo auténtico, veraz y libertario) hasta las últimas consecuencias y sin dejarme comprar.
“Luchadora y feminista”, así se autodefine la responsable de Sanidad del Gobierno de España y yo le digo: Sí, luchadora por el poder para ocupar cargos relacionados con la Administración Pública, como así fue, aunque siempre dejando mal regusto.
Si en su nombramiento como ministra de Sanidad yo me llevé una mano a la cabeza, la Guardia Civil de la Comandancia de Gran Canaria se llevaron las dos al recordar el martirio por el que tuvieron que pasar cuando usted estuvo de subdelegada del Gobierno en la provincia de Las Palmas y presidió la inauguración de las instalaciones del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE) de Lanzarote. Un radar desde el cual los agentes del referenciado Cuerpo de Seguridad logran detectar las embarcaciones ilegales que llegan a Canarias.
La Guardia Civil celebró su puesta en marcha, hasta que se dieron cuenta que el edificio donde tenían que pasar toda la jornada laboral carecía de retretes (ni uno). Desde la Asociación AUGC denunciaron reiteradamente el gran error, ya que los agentes tenían que hacer sus necesidades detrás de las palmeras más próximas. En la misma denuncia se hizo hincapié sobre las órdenes de la entonces subdelegada Darías, que prohibían comer ni un bocadillo, ni siquiera beber un buchito de agua, durante los largos turnos de trabajo (se supone que para que los guardias civiles no tuvieran que ir a realizar el acto fisiológico de mayor y de menor cuantía detrás de las palmeras). Fue calificada de “negrera” por los Cuerpos de la Benemérita. Digamos que ya entonces esta mujer demostró tener “mucho sentido común y grandes dotes para la medicina”.
La historia se repite: A mayor cargo en la empresa, más chicas son las pelotas. Por eso la gente se muere esperando en los pasillos de Urgencias de los hospitales, porque no hay suficientes médicos, ni enfermeras, porque no contratan a personal sanitario. Se mueren esperando a que les realicen unas prueban que no llegan a realizarse. Por otra parte, con la reforma psiquiátrica cerraron los centros especializados y pusieron a los locos en la calle. El número de enfermos mentales se ha multiplicado por mil en las últimas décadas, pero que ahí están, arrastrando sus demencias entre la población cuerda que demasiado de cuando en vez acaba siendo víctima de estos locos sin chaleco de fuerza, sin tratar, sin diagnosticar y sin censar. En esto hay que invertir, no en promocionar los abortos libres para las adolescentes (pasando de educación sexual que evite los embarazos no deseados), en cambios de sexo en criaturitas que necesitan tiempo para saber lo que quieren y lo que realmente sienten.
Sanidad no puede estar en manos de un abogado, ni de un filósofo, ni de un periodista, ni de un notario, sino de un profesional de la medicina que no sea una marioneta bailando al son de otros.
Recordamos que SALUD A DIARIO es un medio de comunicación que difunde información de carácter general relacionada con distintos ámbitos sociosanitarios, por lo que NO RESPONDEMOS a consultas concretas sobre casos médicos o asistenciales particulares. Las noticias que publicamos no sustituyen a la información, el diagnóstico y/o tratamiento o a las recomendaciones QUE DEBE FACILITAR UN PROFESIONAL SANITARIO ante una situación asistencial determinada.
SALUD A DIARIO se reserva el derecho de no publicar o de suprimir todos aquellos comentarios contrarios a las leyes españolas o que resulten injuriantes, así como los que vulneren el respeto a la dignidad de la persona o sean discriminatorios. No se publicarán datos de contacto privados ni serán aprobados comentarios que contengan 'spam', mensajes publicitarios o enlaces incluidos por el autor con intención comercial.
En cualquier caso, SALUD A DIARIO no se hace responsable de las opiniones vertidas por los usuarios a través de los canales de participación establecidos, y se reserva el derecho de eliminar sin previo aviso cualquier contenido generado en los espacios de participación que considere fuera de tema o inapropiados para su publicación.
* Campos obligatorios