El autismo es una condición del desarrollo neurológico que afecta a la forma en que una persona se comunica, interactúa socialmente y procesa la información sensorial.
En España, se estima que hay más de 450.000 personas con trastornos del espectro del autismo (TEA), y la prevalencia ha ido creciendo en los últimos años, detectándose en edades cada vez más tempranas, pero también en personas mayores en las que había pasado desapercibido. Aunque la labor del logopeda en este campo se asocia sobre todo a niños y adolescentes, su intervención también es beneficiosa en adultos con autismo y en todas las etapas de la vida, ya que sus necesidades serán distintas a medida que crezcan y se expongan a nuevas situaciones.
Así lo explica Soraya Valero, vocal del Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid (CPLCM), con motivo del Día Mundial del Autismo —que se conmemora este domingo—, quien señala que estos profesionales “pueden acompañar a las personas con autismo y a sus familiares en cualquier momento de su desarrollo vital para mejorar su habilidades comunicativas y sociales”.
Los signos del autismo pueden variar ampliamente, desde dificultades en la comunicación verbal y no verbal, comportamientos repetitivos o intereses restringidos, hasta dificultades en la interacción social y la comprensión de los pensamientos y sentimientos de los demás. Según se recuerda desde la institución colegial, “son características propias y definitorias que se manifiestan de forma heterogénea a lo largo de todo el ciclo vital” y que serán distintas en cada individuo, dependiendo “de su propio desarrollo personal y de los apoyos que pueda tener, así como de si presenta o no discapacidad intelectual asociada y también de su nivel de desarrollo del lenguaje”.
Barreras para los adultos con autismo
Los adultos con autismo se enfrentan a algunas barreras, entre ellas, las dificultades para encontrar y conservar un trabajo estable o para mantener relaciones de pareja o amistad. “Muestran interés por cosas muy restringidas y de forma muy intensa y mantienen una rutina muy marcada, lo que afecta mucho a sus relaciones sociales”, afirma Soraya Valero.
En este contexto, indica, la logopedia puede ayudar a los adultos con autismo a mejorar sus habilidades de comunicación. Dependiendo de las dificultades que presente la persona, la situación se aborda de una manera u otra. “Así lo indica esta logopeda experta en autismo: “Puede ser que muestren dificultades en el lenguaje, por lo que habría que establecer objetivos para que, poco a poco, vayan mejorando a nivel de sintaxis, pragmática y semántica. Por otro lado, puede ocurrir que no presenten lenguaje; en este caso, habría que establecer un método alternativo o aumentativo de comunicación. En determinadas ocasiones, hay que disminuir las ecolalias (repetición exacta o parcial de las palabras o frases que ha escuchado anteriormente). Y, por supuesto, habrá que trabajar la relación y la interacción con otras personas de diferentes edades y en distintos contextos”, destaca esta logopeda experta en autismo.
En relación con el ámbito laboral, el logopeda “puede enseñar estrategias de comunicación para que esta persona interactúe de manera efectiva”. En este sentido, Soraya Valero recomienda establecer rutinas y secuenciar las tareas, así como anticipar ciertas situaciones. Asimismo, considera fundamental que aprendan comportamientos típicos, como respetar turnos de palabra, o formalismos sociales para evitar situaciones incómodas por exceso de sinceridad.
Terapia adaptada individual y colectiva
Muchos adultos con autismo muestran mala coordinación y baja tolerancia a ruidos fuertes, luz intensa, sensibilidad al tacto, etc., lo que provoca situaciones incómodas que tienden a evitar y que les pueden llegar a generar ansiedad. “Lo mejor es enfrentarse a ese tipo de situaciones en terapia, de forma que pueda trabajarse de menos a más”, sostiene la vocal del CPLCM.
Esta experta destaca la importancia de adaptar la intervención logopédica para abordar las necesidades específicas de las personas adultas con autismo con terapias centradas en la mejora de su autoestima o para favorecer un autoconcepto positivo y realista, asumiendo que tienen una forma diferente de percibir e interpretar el entorno.
Además, aclara que no solo se debería trabajar de forma individual, sino también “en terapias grupales, donde puedan relacionarse con otras personas con sus mismas características y compartir experiencias”.
En su opinión, para evaluar el progreso de la terapia, hay que determinar la funcionalidad con la que la persona ha llegado a la edad adulta. “Debemos comprender su situación y tener en cuenta cuáles son sus necesidades o requerimientos. Es fundamental contar con la opinión del paciente y establecer los objetivos de la terapia en base a sus necesidades”, concreta.
En cuanto a los indicadores del éxito de la terapia, la logopeda afirma que no pueden ser otros que aquellos que le permitan ser feliz y tener mayor bienestar y calidad de vida.
Involucrar a las familias
Según Valero, la implicación de las familias siempre es un aspecto positivo en la evolución de las personas con autismo, sobre todo si son dependientes y requieren cuidados durante toda su vida. En estos casos, “las personas que estén a su alrededor deberán conocer el tipo de comunicación que mejor funciona para relacionarse con ellas y ayudarles a relacionarse con el resto del mundo”, indica Valero. Si la persona con autismo tiene una mayor independencia, la familia contribuirá a conseguir toda la autonomía posible, estará al tanto de la evolución en la terapia y se realizará un trabajo conjunto que siempre resultará beneficioso.
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