La obesidad multiplica por dos el riesgo de padecer insuficiencia cardiaca, según se ha puesto de manifiesto este fin de semana en el marco del 64º Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), celebrado en Barcelona.
En una sesión organizada bajo el título Personas con obesidad, personas con gran corazón, la Dra. Nuria Vilarrasa, especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Bellvitge (Barcelona) y miembro del Área de Obesidad de la SEEN, ha destacado que algunos estudios estiman que, por cada punto de incremento en el índice de masa corporal (IMC), el riesgo de insuficiencia cardiaca aumenta un 5% en el caso de los hombres y un 7% en el de las mujeres. “Esto se explica porque la presencia de adiposidad visceral se asocia con un incremento de la inflamación, resistencia a la insulina, una hipertrofia del ventrículo izquierdo, disfunción diastólica y sistólica del mismo, así como con una disfunción arterial y del músculo esquelético, todo lo cual puede llevar al desarrollo de la insuficiencia cardiaca”, ha narrado.
Aunque este problema cardiaco puede originarse en todas las personas con obesidad, aquellas que tienen un mayor riesgo son las mayores de 65 años y/o las que padecen hipertensión arterial, diabetes tipo 2, insuficiencia renal crónica, cardiopatía isquémica y fibrilación auricular. “Las cifras son todavía poco conocidas, porque es un problema que está infradiagnosticado, pero aproximadamente un 80% de los pacientes con insuficiencia cardiaca viven con sobrepeso u obesidad“, ha añadido la experta.
Vínculo entre la obesidad y la insuficiencia cardiaca
Del mismo modo, la Dra. Vilarrasa ha lamentado la dificultad que hay para detectar la insuficiencia cardiaca en personas con obesidad. “Los síntomas principales, como la disnea (falta de aire) y los problemas para realizar actividad física, se suelen atribuir a la propia obesidad, en lugar de a la insuficiencia cardiaca”, ha apuntado.
Por ello, la especialista ha subrayado la importancia de que los profesionales sanitarios que atienden a pacientes con obesidad tengan la sospecha clínica de la insuficiencia cardiaca y les exploren para descartar la presencia de edemas o crepitantes en la auscultación. Asimismo, ante la presencia de indicios, es aconsejable realizar otras pruebas, como un electrocardiograma y la determinación de biomarcadores plasmáticos como el proBNP, y para su confirmación, una ecocardiografía cardiaca u otras técnicas de imagen.
En el caso de que se detecte una insuficiencia cardiaca, es necesario que, además del tratamiento médico, los pacientes se adhieran a una dieta saludable y a la realización de ejercicio físico, ya que se ha observado que una pérdida de peso del 10% mejora este problema cardiaco, e incluso puede revertirlo.
La obesidad y el hígado graso
Precisamente, la adopción de hábitos saludables y el seguimiento de una dieta sana ha sido una de las cuestiones que ha abordado el Dr. Didac Mauricio, vicepresidente segundo de la SEEN, en la ponencia Nafld in obesity and type 2 diabetes: diagnostic and therapeutic challenges for the endocrinologist. Durante su intervención, ha avisado de que la obesidad es también un factor de riesgo del hígado graso, una enfermedad hepática asociada a una disfunción metabólica que puede desembocar en una cirrosis e, incluso, incrementar el riesgo de tumores hepáticos.
En este sentido, se ha calculado que hasta un 70% de los pacientes con obesidad puede desarrollar hígado graso. “Una causa frecuente de aparición de esta enfermedad es la ingesta excesiva de alcohol, pero en ausencia de esta causa, lo que desencadena el hígado graso es el sobrepeso u obesidad y, especialmente, la diabetes tipo 2. Sabemos perfectamente que estas enfermedades están asociadas a un estilo de vida poco saludable, en términos de poca actividad física y hábitos dietéticos poco saludables. Por ello, estas personas deben volver a unos hábitos de vida saludables, como tratamiento de base, que permita mejorar las condiciones que lo provocan, esto es la obesidad y la diabetes tipo 2”, ha argumentado.
Cribado del hígado graso en personas con obesidad
Ante esta realidad, el especialista ha recomendado que los profesionales sanitarios, especialmente los endocrinólogos, incorporen en la práctica clínica el cribado del hígado graso en los pacientes obesos, y no solo en aquellos casos son obesidad grave, como actualmente se está haciendo. “Debemos promover el cribado en el resto de población con obesidad, que suele atenderse en Atención Primaria. Además, todos los pacientes con diabetes tipo 2 deberían ser cribados, ya que en ellos la prevalencia de hígado graso es muy elevada (70%-80%), y el riesgo de fibrosis es más alto”, ha apostillado.
Finalmente, el vicepresidente segundo de la SEEN ha asegurado durante el encuentro que la investigación actual que se está desarrollando en fármacos que logran reducir el peso de una manera importante, “traerá pronto nuevas moléculas para su uso en la práctica clínica”.
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