El ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha defendido este viernes la dieta mediterránea como “una de las mejores herramientas” para combatir el cambio climático y frenar algunos de los impactos medioambientales provocados por el consumo en España.
Así lo ha reivindicado en la presentación del informe Sostenibilidad del Consumo en España, elaborado por el Centro Común de Investigación (JRC, Joint Research Centre) de la Comisión Europea (CE) y el Ministerio de Consumo. Con este estudio, España se convierte en el primer país de la Unión Europea en analizar su huella de consumo y ver las consecuencias para nuestra salud.
A diferencia de otros estudios que sólo analizan la huella ecológica o la huella interior, por primera vez la CE y el Gobierno de España tienen en cuenta tanto las cargas ambientales asociadas a las actividades que ocurren dentro del territorio nacional como aquellas relativas al comercio exterior.
La huella de consumo se calcula en base a 16 indicadores de impacto ambiental ligados a un total de 164 productos representativos, agregados en torno a cinco grandes áreas: alimentación, movilidad, vivienda, bienes del hogar y electrodomésticos.
Para su cálculo, se cuantifican la intensidad del consumo de cada producto representativo y el impacto ambiental asociado al ciclo de vida del mismo, desde la extracción de materias primas a la gestión como residuos al final de su vida útil.
El impacto de la alimentación
Según esta metodología de la Comisión Europea, el sector de la alimentación genera el 52,1% del impacto ambiental de la huella de consumo de España. Además, de entre las 16 categorías de impactos analizados, la alimentación también es el principal vector en una gran mayoría de ellas. Sobre todo, en lo que se refiere a la eutrofización terrestre (81,6%) y marina (79,6%), al agotamiento de la capa de ozono (79,6%) y los usos del suelo (76,7%).
El informe concluye que los “elevados impactos asociados a los alimentos se deben, fundamentalmente, al carácter altamente intensivo e industrial que presenta el sistema agropecuario, fuertemente dependiente del uso de recursos fósiles, de fertilizantes químicos y de grandes cantidades de agua”.
Tras la alimentación, la segunda área con más impacto ambiental es la movilidad (17,1%), especialmente asociada al uso del coche privado. Le sigue la vivienda (16,2%) por el consumo de calefacción. En total, las tres acaparan más de cuatro quintas partes (85,3%) de toda la huella de consumo en España.
En comparación con el conjunto de la Unión Europea, la huella de consumo de España se sitúa por encima de la media en dos de las áreas analizadas: alimentación (+26,3%) y electrodomésticos (+4,9%). Por el contrario, el país se encuentra por debajo de la huella europea en los impactos relativos a la vivienda (-29%), los bienes del hogar (-15,3%) y la movilidad (-5,5%).
Dada la repercusión ambiental del consumo de alimentos, la Comisión Europea plantea diseñar “escenarios de eco-innovación” que permitan evaluar los beneficios potenciales de realizar una transición hacia escenarios de mejora en términos de sostenibilidad.
En ese sentido, la CE advierte de que una sustitución del 25% de productos de origen animal por productos de origen vegetal en la dieta diaria disminuiría un 20% el agotamiento de la capa de ozono y un 15% el cambio climático. Si el escenario de sustitución de productos consumidos fuese del 50%, el grado de disminución en esos mismos impactos se situaría entre el 30% y 40%.
En el caso de los electrodomésticos, la mejora de eficiencia en productos como neveras, lavavajillas, lavadoras o televisiones puede contribuir a disminuir hasta en un 11% el impacto ambiental.
Para Garzón, la responsabilidad última de la respuesta a la crisis ecosocial “no debe recaer en las personas consumidoras y, muchos menos, en las que menos recursos tienen: el mayor impacto ecológico se genera entre los estratos más adinerados de las sociedades modernas”. Ante ello, el ministro ha señalado que las políticas del Gobierno “aspiran a reorientar la actividad productiva para desacoplarla de las presiones y los límites ecológicos”.
España y sus umbrales de límites planetarios
Otra de las conclusiones más relevantes del informe Sostenibilidad del Consumo en España está relacionada con los umbrales establecidos por los límites planetarios de seguridad. Según el estudio, el país ha sobrepasado ya 6 de los 16 ítems analizados: la ecotoxicidad de agua dulce, el uso de recursos minerales y metales, el cambio climático, la eutrofización de agua dulce, el material particulado y el uso de recursos fósiles.
En los otros 10 se mantiene por debajo de las medidas que configuran los límites planetarios, aunque, según alerta el informe, eso no significa que España se encuentre en una situación de “eficiencia ambiental”. Ante ello, el ministro de Consumo ha recalcado “la necesidad de revertir la situación ya alcanzada y apostar por una profunda transformación del sistema de producción y consumo”. “Es necesario que nos replanteemos nuestros hábitos de vida”, ha apostillado.
Una única salud
De nuevo, la alimentación es el área de consumo que más contribuye a la pérdida de calidad de los ecosistemas y, por ende, a la pérdida de biodiversidad. Especialmente, por los impactos ambientales relacionados con el uso de tierras agrícolas para cultivos y pastos.
El informe también estima los impactos que las presiones ambientales analizadas pueden estar ejerciendo, a su vez, sobre la integridad de los ecosistemas y en la salud humana. Una de las conclusiones destacadas es que los cambios en los usos del suelo y el calentamiento global son responsables de cerca del 80% del daño a la integridad de los ecosistemas terrestres asociado a los modos de consumo en España.
En cuanto a los efectos dañinos sobre la salud humana relacionados con el consumo en España, se observa que vuelve a ser la alimentación la que más afecta a la salud humana, seguida de la vivienda y la movilidad.
Por todo ello, Garzón ha concluido que los resultados del estudio constituyen “una base científica sólida y rigurosa sobre la que definir objetivos políticos e iniciativas a diferentes escalas con las que promover cambios de hábitos hacia patrones de consumo más saludables y sostenibles”.
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