Este domingo se conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, un conjunto de afecciones neurológicas y de desarrollo que a menudo empiezan a manifestarse durante la primera infancia y que, según estudios internacionales, podrían afectar a en torno al 1% de la población.
Aunque existe una amplia variabilidad de manifestaciones en función de la gravedad del trastorno, entre los síntomas más conocidos de los trastornos del espectro del autismo TEA se encuentran los problemas con la comunicación y las interacciones sociales, así como las conductas o intereses restrictivos o repetitivos. También otras alternaciones más desconocidos y, sin embargo, generalizadas, como los problemas de sueño.
“Se estima que entre un 50% y un 80% de los niños y niñas con autismo tienen problemas de sueño, sobre todo para iniciarlo y mantenerlo, un porcentaje muy superior respecto al que presentan los menores con desarrollo neurotípico, que es del 30%”, explica el doctor Óscar Sans, coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño (SES).
Más allá de esos porcentajes, Sans destaca que lo “más preocupante” es la evolución de estos problemas de sueño: mientras en uno de cada dos niños con un desarrollo neurotípico las dificultades para conciliar o mantener el sueño pueden desaparecer con el tiempo, sin realizar acciones específicas al respecto, en el caso de los niños con TEA, ese porcentaje no llega siquiera al 10%, de ahí que sea “absolutamente vital” abordar estos trastornos del sueño. “Haciéndolo, vamos a mejorar el sueño, pero también los síntomas CORE (estereotipias, irritabilidad, falta de comunicación, etc.) durante el día. Es muy importante que estos niños pasen una buena noche, porque eso hará que pasen mejor el día. Y viceversa: cuanto mejor pasen el día, mejor será noche. Y con eso también ganará calidad de vida la familia”, reflexiona.
La importancia de las rutinas contra los problemas de sueño
Como señala el coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la SES, hay dos razones que explicarían esta relación entre autismo y problemas de sueño. Una de ellas es biológica: “Sabemos que los genes que están encargados de regular los ciclos de sueño y de vigilia están alterados y no funcionan bien en los niños y niñas con trastorno del espectro autista. Además, parece ser que el efecto que tiene la melatonina sobre el reloj central de estos menores no es suficiente”, explica Óscar Sans. De ahí que la melatonina, pautada por el pediatra, sea un tratamiento habitual si existen problemas de inicio o de mantenimiento del sueño.
Por otro lado, añade el experto, existe otra razón vinculada a los problemas con las rutinas y hábitos de sueño, ya que el hecho de que éstas no sean las adecuadas puede dificultar aún más, si cabe, la regulación de los ritmos de sueño y vigilia. En ese sentido, aunque recuerda que el autismo abarca un amplio espectro clínico, desde manifestaciones más leves a más severas, y que, por lo tanto, la intervención de tipo conductual debe adaptarse y personalizarse en función del tipo de TEA que presente el menor, el experto ofrece una serie de recomendaciones generales para mejorar el sueño de los niños y niñas con autismo:
- Es importante mantener unas buenas rutinas durante el día, porque los hábitos de sueño no tienen que ver solamente con la noche, sino con las 24 horas. En ese sentido, desde la SES se recuerda que hay que intentar comer en horarios regulares (evitando las cenas copiosas) y promover el ejercicio, preferiblemente por la mañana, evitando en todo caso la actividad física intensa a últimas horas de la tarde.
- Reducir la activación lumínica por la tarde-noche, evitando siempre que sea posible el uso de pantallas unas dos horas antes de irnos a dormir. Según Sans, esto es fundamental, “porque se sabe que los niños con TEA tienen una exposición a pantallas superior a la de los menores con un neurodesarrollo típico; es decir, se exponen mucho más a la luz blanca y azul, que inhibe la secreción de la melatonina”. El experto aclara que, en ocasiones, “esa exposición se debe a que las pantallas les facilitan la comunicación con su entorno; si ese es el caso, lo recomendable es aplicar el filtro de la luz azul que hoy en día tienen todos los dispositivos electrónicos”.
- Dividir la rutina del sueño en dos partes: una fuera de la habitación, promoviendo una disminución de la actividad, con unas condiciones de luz tenue para posibilitar que baje el cortisol y empiece a subir la melatonina. Es una forma de favorecer la relajación para que los niños entiendan que llega el momento de irse a la cama, que sería la segunda parte de la rutina, ya en la habitación, con los padres facilitando el sueño por un periodo de 20-30 minutos, como máximo.
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