La baja transitabilidad en barrios se asocia con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV), según una investigación presentada en ESC Preventive Cardiology 2025, un congreso científico de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC).
Los beneficios de la actividad física para la salud están bien establecidos y, sin embargo, más de una cuarta parte de los adultos no cumplen con la guía recomendada de 150 minutos de actividad física de intensidad moderada por semana. “Los vecindarios diseñados para ser transitables a pie pueden ayudar a los residentes a elegir el transporte activo, como caminar para ir al trabajo, en lugar de modos de viaje sedentarios como conducir, y permitir que se incorpore una mayor actividad física a la vida diaria”, dijo el presentador Dr. Erik Timmermans del Centro Médico Universitario de Utrecht, Utrecht, Países Bajos.
La transitabilidad del vecindario puede definirse como una medida compuesta de las características del entorno construido que facilitan la caminata, teniendo en cuenta factores como la combinación de usos del suelo, la densidad de población y la densidad de espacios verdes.
“La evidencia sobre la relación entre la transitabilidad a pie y la enfermedad cardiovascular (ECV) es escasa y se basa en gran medida en estudios transversales. Realizamos un estudio longitudinal para capturar los cambios en la transitabilidad a lo largo del tiempo y relacionarlos con la incidencia de ECV en años posteriores”, señaló el Dr. Timmermans.
Ambicioso estudio entre más de 3 millones de personas
El análisis incluyó datos de Statistics Netherlands para los 3.019.069 residentes neerlandeses de 40 años o más al inicio del estudio (2009), sin antecedentes de ECV y que no se mudaron de domicilio después del inicio del estudio. Se calculó un índice de caminabilidad a nivel nacional, medido objetivamente, para áreas de 500 m² alrededor de sus domicilios.
En este estudio, el índice de caminabilidad constó de seis componentes: densidad de población, densidad de comercio y servicios, combinación de usos del suelo, densidad de intersecciones, densidad de espacios verdes y densidad de aceras, con datos geográficos proporcionados por el Consorcio de Cohortes de Geociencias y Salud. Se utilizó un modelo de trayectoria de clases latentes para evaluar los cambios en la caminabilidad durante un período de 13 años, de 1996 a 2008.
Los datos sobre la incidencia de ECV entre 2009 y 2019 se recopilaron del Registro de Altas Hospitalarias de los Países Bajos y del Registro Nacional de Causas de Muerte. Se utilizó el modelo de riesgos proporcionales de Cox para analizar las asociaciones entre las trayectorias de transitabilidad peatonal y la posterior incidencia de ECV, ajustadas a las características sociodemográficas individuales y de la zona.
Resultados en cuanto a enfermedad cardiovascular
La mediana de edad de la población del estudio al inicio del estudio fue de 57 años (rango intercuartil: 49 a 65 años). Se observaron cuatro trayectorias distintas de transitabilidad en el vecindario: una trayectoria estable pero relativamente baja (91,1%), una trayectoria estable pero relativamente alta (0,6%), una transitabilidad inicial relativamente alta que disminuyó con el tiempo (1,7%) y una transitabilidad inicial relativamente baja que aumentó con el tiempo (6,5%). Durante una mediana de seguimiento de 11 años, el 21,4% de los individuos desarrolló ECV. Entre los resultados de ECV, se registraron 81.600 muertes por cualquier ECV (2,7%).
Las personas expuestas a una caminabilidad estable y baja presentaron un riesgo un 5,1 % mayor de cualquier ECV. Las personas expuestas a una caminabilidad creciente presentaron un riesgo un 4,9 % mayor de cualquier ECV en comparación con las expuestas a una caminabilidad estable y alta. Se observaron asociaciones similares para la enfermedad coronaria y el accidente cerebrovascular, pero no fueron estadísticamente significativas. No se encontraron asociaciones significativas para la insuficiencia cardíaca y la mortalidad por ECV.
El Dr. Timmermans resume así los hallazgos: “Los adultos expuestos a una baja transitabilidad a lo largo del tiempo —la mayoría de los individuos en nuestro estudio— presentaron un mayor riesgo de ECV en comparación con aquellos en barrios con una transitabilidad estable. Una mayor transitabilidad también se asoció con un mayor riesgo de ECV, lo que probablemente se deba a la menor transitabilidad acumulada durante el período de exposición, lo que podría haber generado patrones de actividad arraigados o riesgos cardiometabólicos que no fueron reversibles de inmediato, incluso después de mejorar la transitabilidad. Nuestros resultados resaltan la importancia de la planificación urbana a largo plazo para la salud cardiovascular”.
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