Esa madre y ese hijo se adoraban. Cuando le preguntábamos y levantaba su cabecita, encorvada por el deterioro de su espalda, y lo miraba buscando la aceptación de las decisiones, se apreciaba una profunda confianza, amor y seguridad.
No importaron los meses de cuidados, aun sufriendo físicamente en esas butacas de hospital, ni los agobios para estar en todas sus obligaciones como siempre.
“Hubiera aguantado más…”.
Falleció tranquila y cuidada, bien rodeada, a su lado.
Pero ese fallecimiento transciende mucho más de lo que pensamos en un mundo cada vez más deshumanizado y carente de compasión.
Ser un ejemplo a seguir es la mejor manera de enseñar y de ser influyente sobre los demás. El ejemplo es el mejor método de enseñanza. Pero ejercerlo con honestidad y decisión, de la forma más correcta o más idónea, resulta algo muy difícil de lograr. No obstante, también es algo que vale la pena y que puede darle sentido a más de una vida.
Predicar con el ejemplo es lo más sabio que puede transmitir un líder. En la medicina, esos líderes son nuestros jefes de servicio.
Como dijo Stephen Covey: “Tus actos siempre hablan más alto y más claro que tus palabras.” Porque los hechos son la forma de concretar lo que se dice y porque decir una cosa y luego hacer otra es autodescalificarte.
Dijo otro grande, Albert Einstein: “Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”.
Para predicar con el ejemplo, primero tenemos que estar muy convencidos de lo que queremos ser y hacer y, ahí sí, tratar de inculcarlo en los demás.
Asimismo, el binomio cerebro y corazón, la alianza razón y sentimientos, será esencial para nosotros en esta dirección. Porque no todo son pensamientos, racionalidad ni conocimiento, y porque no todo son emociones y afectos. Se necesita coraje, entendimiento, pero también sensibilidad y mucho amor.
En el caso de los jefes de servicio en Oncología, estas características toman una fuerza crucial. Me importan tanto las células tumorales circulantes como la compasión y la Medicina del Cuidado.
Ciertamente, la gente tiende a ser receptiva cuando encuentra a alguien que es consecuente. Es decir, cuando se percibe que alguien mantiene la coherencia entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace. Todos necesitamos hechos, más que palabras.
No pido lo que no doy.
Indudablemente, se necesitan personas convencidas de sus actos. Personas arriesgadas, que fijen sus ojos en el crecimiento de su vida, a diferentes niveles; y que sean valientes, no para agredir o ganar una pelea contra los demás, sino para hacerlos crecer: esto es lo verdaderamente difícil y complejo.
Innegablemente, un padre que desea enseñarles el valor del respeto a sus hijos, pero trata mal a su propia pareja, muy seguramente va a fracasar desde un principio en su intento.
Si mentimos, pero reclamamos honestidad a los demás, estamos en la dirección equivocada. Porque no conviene pedir aquello que nunca serás capaz de dar. Nadie puede enseñar a otro lo que no sabe y lo que no aplica.
Evidentemente, las personas que son ejemplo de vida son capaces de cambiar su contexto y su escenario de convivencia: el entorno en el cual se hacen y se desarrollan. Si se quiere, son, en muchos casos, líderes anónimos de la existencia, que a la vez que crecen, nos inducen a crecer.
Nos contagia, pero, sobre todo, nos hace ver que es posible ser así…
Desafortunadamente, cuando una persona se vuelve ejemplo para los demás tiene más exigencias. Hasta el más mínimo detalle negativo tiende a menoscabar su imagen.
Con todo, vemos a muchísimos padres que buscan educar a sus hijos sin haberse educado a ellos mismos. Tratan de trasmitir aquello que nunca les fue verdaderamente trasmitido.
Somos ejemplares en algunos aspectos de nuestra vida, pero también padecemos carencias, que es bueno asumir con normalidad. Todo proceso requiere de tiempo.
Es cierto que hay seres excepcionales que logran una alta coherencia. Que consiguen hacer de su vida una auténtica doctrina llevada a la práctica.
Estos últimos meses nos has regalado un curso intensivo de aprender a cuidar sin cansancio, sin reproches, con paciencia. ¡Cómo no vas a tener pena y paz..!
Gracias, Juan. A mí me ha servido. Para mis pacientes y para mis hijos.
Sin duda, todo tiene un proceso y un tiempo. No se puede llegar a la meta sin haber transitado por completo cada uno de sus trayectos. Nada de lo que hagamos por crecer será en vano. Y esta será una trascendental labor que nadie realizará por nosotros. La elección es nuestra y de nadie más…
¿Te atreves a predicar con el ejemplo y a absorber lo mejor de las personas que te rodean?
* La Dra. Elia Martínez Moreno es especialista en Oncología Médica en el Hospital Universitario de Fuenlabrada (Madrid)
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