Me había dejado unos zuecos, un fonendo, un pulsioxímetro y un ‘chuletario’. Los ‘chuletarios’ son agenditas que llevábamos los médicos residentes de antes, donde nos apuntábamos dosis de fármacos, algoritmos terapéuticos y una serie de cosillas que, en un momento delicado durante una guardia, te sacaban de un apuro.

Todo lo que había dejado allí eran cosas que usan los médicos. Los médicos que ven pacientes, claro.
Salí del hospital de coger estas pertenencias con una sensación de alivio y profundo rechazo mezclados.
Y es una pena, porque mira que el día había empezado bien: acto de presentación del Comité de Cuidados del Colegio de Médicos de Madrid. Maravillosa iniciativa apoyar la medicina del cuidado, y ojo, que hemos tratado también de los autocuidados al personal.
Nos va a dar luz una vez más en esta andadura el Dr. Rocafort… ¡Pero cuántos árboles vas a plantar, Javier! ¡Cuántos estás plantando, aun sabiendo que no te cobijará su sombra en un día de intenso calor de agosto!
Y qué pocos plantan, han plantado y plantarán otras personas. Ni están ni se las espera.
Igual estaba atendiendo a un paciente en últimos días… ¿Quién sabe? Cuando un jefe no aporta nada, debería ser automáticamente destituido. Pero si, encima, ni siquiera sabe medicina, trabaja lo mínimo y carece de respeto, humanidad y una mínima consideración, debería ser el destino –o a quien le toque poner al mundo en orden– quien lo retirase del escenario de un plumazo.
Imposible respetar o admirar a esos seres que pululan por el mundo haciendo nada. Menos mal que tenemos la justicia en las vivencias y en la suerte de toparnos con otros seres que hacen del mundo un lugar lleno de belleza y humanidad.

Qué suerte tuve de que a la jefa de Recursos Deshumanizados no le pareciera oportuno correr con el gasto de mi mes de lactancia. Entre mis cosas, había un vestidito que me había traído una paciente para mi hija. Talla: 1-3 meses.
Nunca lo recogí. Pero hoy ha sido el único destello de luz que he visto en esas instalaciones. Eso y Carmen, pero ella es luz siempre.
Todos los árboles que se plantan en ese ambiente carente de valores se acaban secando.
Voy a ver si consigo enseñar a mis hijos a ser personas serias, respetuosas, educadas, sensibles a los problemas del prójimo.
Me hago eco de las palabras del tutor de mi hijo, ayer, en la primera tutoría del curso: “Vamos a enseñarles matemáticas, pero, sobre todo, a ser buenas personas“.
Si no hay más gente que piense así, no hay futuro.
* La Dra. Elia Martínez Moreno es especialista en Oncología Médica en el Hospital Universitario de Fuenlabrada (Madrid)
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