En estos días de altas temperaturas todo cuesta más. Yo, cuando intento coger impulso, me remonto mentalmente a los veranos de los 90.
Abro la puerta de la casa de mis tías y me da de golpe el frescor en la cara. Ese frescor que solo nace de las casas antiguas de pueblo en verano.
Nos sentamos en el portal, quizá haciendo punto o leyendo estabas, tía. Te cuento mis aventuras, o ya mis planes de estudios al comenzar el curso en la Complutense.
Hablamos, hablamos… De la familia, de tu juventud, de tantas cosas sabias que salen de tu boca… De tanto que hubieras querido ser y no pudiste…
A veces sigues tejiendo mientras hablamos, y el movimiento rítmico de tus ágiles dedos y de las agujas entre la lana me relaja… Me abstrae. Sentimiento intenso de pertenencia, de punto de encuentro de la familia sois vosotras y vuestra casa.
Estamos todas en el salón, la tía Virginia a lo suyo, sin dejar el ganchillo. Pasan los años y seguís.
Sigue siendo un remanso de paz vuestro soleado cuarto de estar, desde cuya ventana se ven las golondrinas y demás pajaritos en ese cielo limpio y acallado. David se duerme allí. ¡Qué silenciosos son los pueblos!
Vamos creciendo y os visitamos, ya con nuestros hijos. Seguís siendo centro de la familia hasta vuestros últimos días.
Me remonto también a los viajes nocturnos con mis tíos a su Finca, esa casa en el campo con huerto, animales y extensiones de maíz que se riegan con aspersores…Tenía un indudable punto de aventura… Y tanto y tanto cariño…
Veíamos a gente humilde que habitaba allí de forma continua y que nos enseñaba también sobre la vida. Sencilla aventura de verano para un niño.
Rememoro también las noches en que me dejaban dormir en casa de mi abuela con mi querida prima, que me contaba su realidad de 6 años mayor, y a mí me encantaba.
El verano pertenece a los niños, pertenece a los pueblos.
¡Cómo reconforta la familia!
La familia es el ámbito más influyente en el desarrollo cognitivo, emocional, psicosocial y personal del niño. Es decir, la familia proporciona al pequeño las muestras de afecto, aceptación o rechazo, valor y éxito o fracaso…
La familia ha de ser protegida y cuidada con fortaleza, porque es el pilar donde se gestan la educación, los valores, los principios que uno lleva arraigados, y de eso depende el comportamiento en la edad adulta.
No dejemos arrancar de cuajo nuestras raíces, no vaciemos de niños los pueblos. Esforcémonos por dar importancia a lo que cala e imprime carácter, a lo que funciona como guía de comportamiento.
Generemos adultos llenos de valores adquiridos en la tribu… Así se evitará una de las tragedias de nuestro momento: la falta de honradez.
* La Dra. Elia Martínez Moreno es especialista en Oncología Médica en el Hospital Universitario de Fuenlabrada (Madrid)
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