Este lunes se conmemora el Día Mundial del Párkinson, la segunda enfermedad neurodegenerativa con mayor incidencia a nivel mundial, después del alzhéimer.
El envejecimiento es el principal factor de riesgo asociado al párkinson, cuya incidencia y prevalencia aumentan exponencialmente a partir la sexta década de vida, afectando hasta a un 2% de los mayores de 65 años y a un 4% de los mayores de 80.
Por esta razón, la patología se da con más frecuencia en países con poblaciones más longevas, y es uno de los trastornos neurológicos que mayor crecimiento registra en el mundo, tanto por el aumento de la esperanza de vida como por los avances diagnósticos y terapéuticos que se han producido en este ámbito. Por esa razón, la Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que el número de afectados se triplicará en España durante los próximos 30 años.
Sin embargo, aunque la mayoría de los casos de párkinson se presentan a partir de la sexta década de vida, “no es una enfermedad exclusiva de personas mayores”. Según explica el Dr. Diego Santos, coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la SEN, “aproximadamente un 15% de los diagnósticos en nuestro país corresponden a personas menores de 50 años”. Es lo que denomina “párkinson de inicio joven”.
Un origen multifactorial
Otros factores, como padecer hipertensión o diabetes tipo 2, también se han asociado a mayores probabilidades de desarrollar la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, su causa sigue siendo desconocida, y se considera que la patología es el resultado de una combinación de factores ambientales en individuos genéticamente predispuestos, excepto en las formas hereditarias.
En este sentido, se han descrito más de 20 mutaciones asociadas al párkinson que pueden explicar hasta un 30% de las formas familiares, sobre todo en aquellas personas que debutan con la enfermedad antes de los 45 años. Sin embargo, el 90% de los casos son aparentemente esporádicos, y en ellos no existe una relación familiar, por lo que se considera una enfermedad multifactorial, en la que están involucrados diversos condicionantes, como la neuroinflamación, el estrés oxidativo, ciertas infecciones y los genes.
De acuerdo a la incidencia de esta enfermedad, unas 10.000 personas empiezan a desarrollar cada año los síntomas del párkinson en España. No obstante, el hecho de que en nuestro país exista un retraso diagnóstico de entre uno y tres años hace que la SEN estime que más del 50% de los nuevos casos que han debutado en el último año estén aún sin diagnosticar.
Síntomas previos a las alteraciones motoras
“A pesar de los avances que se han registrado en este campo, el diagnóstico de la enfermedad de Parkinson es fundamentalmente clínico. Cuando los pacientes presentan algún tipo de alteración motora –principalmente se tiene en cuenta la presencia de temblor en reposo, rigidez muscular, inestabilidad postural y/o bradiquinesia, que es la lentitud motriz e incapacidad para realizar movimientos delicados– no suelen producirse retrasos importantes en el diagnóstico”, recuerda el Dr. Diego Santos.
Sin embargo, añade, “hoy sabemos que cinco o incluso diez años antes de estos síntomas motores, los pacientes pueden presentar alteraciones no motoras relacionadas con la enfermedad, como degeneración cognitiva, depresión, alteraciones del sueño, pérdida del olfato, trastornos gastrointestinales, etc. Y un reciente estudio publicado en JAMA Neurology acaba de apuntar a dos nuevos síntomas no motores: la pérdida de audición y la epilepsia”.
“Teniendo en cuenta que un 30-40% de los pacientes párkinson no presentan temblor y que en un 40% de los casos la primera manifestación de la enfermedad es la depresión, puede ser complicado identificarlo de forma temprana, e incluso difícil de diferenciar de otros síndromes parkinsonianos en los primeros estadios de la enfermedad”, indica el especialista, quien agrega: “Se hace necesario apostar por el desarrollo de un mayor número de consultas especializadas en trastornos del movimiento en todos los centros hospitalarios”.
En todo caso, independientemente de cuáles sean los primeros síntomas, y puesto que la enfermedad de Parkinson es un trastorno degenerativo progresivo, los signos motores terminan por hacerse visibles en casi la totalidad de los pacientes: las fluctuaciones motoras están presentes en hasta el 80% de los afectados antes de los cinco años del inicio de la sintomatología, y los movimientos anormales e involuntarios, antes de los siete años.
Las opciones terapéuticas
Como se recuerda desde la SEN, existe una gran variedad de recursos disponibles para el tratamiento de los síntomas motores del párkinson, entre los que se incluyen distintos enfoques farmacológicos y no farmacológicos. Sin embargo, todavía no existe una cura para esta enfermedad, y las terapias actuales, aunque son capaces de mejorar los síntomas en las fases iniciales, con claros beneficios en la autonomía para el desarrollo de las actividades de la vida diaria en la gran mayoría de los pacientes, se vuelven menos efectivas a medida que la enfermedad progresa.
Por el contrario, el abordaje terapéutico de los signos no motores de esta enfermedad resulta más complicado. El insomnio, la depresión, la apatía, las alucinaciones, la confusión, el dolor o el trastorno del control de impulsos son otros síntomas de esta patología que tienen consecuencias muy negativas tanto en la calidad de vida de los pacientes como en los cuidadores.
“El párkinson precisa un tratamiento multidisciplinar que sea lo más individualizado posible, porque hay que adaptarlo según el grado de discapacidad, la edad del paciente y las complicaciones y síntomas que van surgiendo a lo largo de la evolución de la patología. En este sentido, las consultas y las unidades especializadas en trastornos del movimiento también juegan un papel crucial”, concluye el Dr. Diego Santos.
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