En algo más de 30 años, la playa de la Concha de San Sebastián no tendrá arena en pleamar. Esta es la terrible predicción que los expertos hacen teniendo en cuenta el ritmo actual de la subida del nivel del mar, un proceso que en los últimos años se ha acelerado. En el caso del mar Cantábrico, en los últimos 65 años el nivel del mar ha subido 15 centímetros (aproximadamente 2,3 mm al año), lo que se traduce en la pérdida de 15 metros de playa.
Sin embargo, este no es el único fenómeno que preocupa a los científicos, que observan con preocupación cómo las temperaturas cada vez son más extremas debido al efecto de la emisión masiva de combustibles fósiles y del cambio climático. Las altas temperaturas y la contaminación son factores de riesgo para enfermedades como el cáncer, la cardiopatía coronaria o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, y facilitan la propagación de nuevos agentes como los virus de viruela del mono, el zika o el dengue.
De todo ello y mucho más se ha hablado este miércoles en la conferencia inaugural de la Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), que se celebra en San Sebastián hasta el próximo 2 de septiembre bajo el título de Retos del Sigo XXI: Medioambiente, cambio climático y desigualdades sociales. Por ella pasarán más de 800 asistentes y hay previstas más de un millar de comunicaciones.
Los encargados de hablar sobre los retos del siglo XXI en la mesa inaugural del encuentro científico han sido Adolfo Uriarte, de la Dirección de Patrimonio Natural y Cambio Climático del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno Vasco; Julio Díaz, de la Unidad de Referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III; Cathryn Tonne, del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación “la Caixa”; y Koldo Cambra, de la Dirección de Salud Pública y Adicciones del Gobierno Vasco.
El cambio climático mata
Todos ellos han coincidido en que el cambio climático ya está aquí y que sus efectos son ya más que tangibles: “El cambio climático mata. Nuestra vida está en juego”, ha aseverado Julio Díaz. Un claro ejemplo es el cada vez más rápido aumento del nivel del mar, que amenaza la vida en nuestras costas tal y como la conocemos ahora. “Tenemos que tener en cuenta la cantidad de población que vive en esas zonas. En 2050 es posible que sobrepasemos los 6mm al año, lo que significará la pérdida de playas y de numerosas infraestructuras”, advierte Adolfo Uriarte, especialista en morfo-dinámica costera.
En las últimas semanas también han sido noticia las altas temperaturas que han alcanzado algunos mares del país como el Mar Mediterráneo, que llegó a los 30º, 6,2 grados por encima de su temperatura habitual. Desde 1982 se han duplicado las olas de calor marinas, lo que ha dado lugar a un aumento de especies invasoras y a la disminución de la productividad de las aguas, afectando al rendimiento pesquero. De hecho, algunas especies ya se están desplazando al norte en busca de aguas más frías y están modificando la puesta de sus huevos.
“La sucesión de veranos como este sí demostrarán el cambio climático”
A las temperaturas marinas se suman también las terrestres, cada vez más asfixiantes. “Los últimos siete años han sido los más calurosos jamás registrados y 2022 va camino de ser el octavo. La sucesión de veranos como este demostrará el cambio climático”, recuerda Adolfo Uriarte. Por el momento, en España la población se está adaptando a las altas temperaturas, aunque no hay que bajar la guardia porque las predicciones no son demasiado halagüeñas.
“La temperatura umbral desde el punto de vista de la salud de definición de ola de calor sube 0,6 grados por década. Es una buena noticia, porque la temperatura de calentamiento global solo está subiendo a 0,42 grados por década en el periodo 1983-2018, lo que significa que, de momento, nos adaptamos”, explica Julio Díaz Jiménez.
También los planes de prevención ante altas temperaturas están funcionando. Según estudios del Instituto de Salud Carlos III, en el periodo que va desde 1983 hasta 2003 el impacto de las altas temperaturas sobre la mortalidad diaria a corto plazo, indican que por cada grado en ola de calor aumentaba la mortalidad en un 14%. A partir de 2004 hasta el 2013 ha bajado hasta prácticamente un 2%.
No obstante, según los modelos de AEMET, en el escenario más desfavorable la temperatura subirá a un ritmo de 0,7 grados por década, por lo que la capacidad de adaptación actual no sería suficiente y podrían dispararse los fallecimientos. “Si no nos adaptamos, en España podría haber hasta 13.000 muertes al año en vez de las 1.300 de media anual que se produjeron en el periodo 2000-2009”, advierte Díaz.
Otros fenómenos como los incendios forestales o el ozono
Paralelamente al calor y vinculados a él se están produciendo otros fenómenos como los incendios forestales o el ozono, altamente perjudiciales para la salud. “Los incendios son una causa de mortalidad directa a corto. Emiten partículas altamente tóxicas que pueden llegar a miles de kilómetros de distancia y que se relacionan con ingresos hospitalarios por causas cardiovasculares y respiratorias, partos prematuros, bajo peso al nacer…”, apunta Julio Díaz.
En cuanto al ozono, que se forma a partir de precursores que emiten las industrias y los vehículos, el experto apuesta por articular medidas que disminuyan las emisiones cuando se prevean niveles altos de ozono. En este sentido, Cathryn Tonne, de ISGlobal, recuerda que, aunque las ciudades cubren el 1% de la superficie terrestre se estima que producen hasta el 50% de emisiones totales de gases de alto efecto invernadero.
Por ello, apuesta por cambiar la generación de electricidad a energías renovables; mejorar la eficiencia energética de los edificios; promover el transporte activo y público; fomentar las dietas basadas en plantas y aumentar los espacios verdes urbanos y periurbanos. “En el caso de España, el porcentaje de suministro eléctrico a partir del carbón ha disminuido significativamente en las últimas dos décadas. Este es un gran éxito en la reducción de la intensidad de carbono del sistema energético, pero se necesita hacer mucho más para lograr cero emisiones netas”, señala Tonne.
En este apartado, Tonne considera que, a corto plazo, los líderes políticos deberían centrarse en la reducción de los contaminantes de efecto invernadero de vida corta, como el metano de la agricultura y el carbono negro de la combustión. “Son estrategias importantes para la mitigación del cambio climático y los beneficios para la salud de estas acciones serán bastante inmediatos”, añade Tonne.
Pequeños gestos que marcan la diferencia
Ante este panorama, los expertos insisten en que es fundamental que la administración tome medidas urgentes y que los ciudadanos, a nivel individual, se impliquen. “Con aumentar solo entre el 1,5 y el 2% el PIB en la transformación del modelo energético sería suficiente para estabilizar la situación”, considera Adolfo Uriarte, que valora positivamente el decreto energético que regula las temperaturas mínimas y máximas de los aparatos de aire acondicionado y las calefacciones. “Tenemos que cambiar el chip y ser mucho más eficientes en el uso de la energía, porque despilfarramos muchísima”, añade Uriarte.
Al mismo tiempo, hace hincapié en la necesidad de encontrar el equilibrio entre la descarbonización y la preservación de los hábitats. “Las energías renovables suponen un importante consumo de suelo. Los hábitats, cuanto más naturales son, más resiliencia muestran”, concluye.
“Estamos en un momento interesante, pero complicado”
Antes de la mesa inaugural ha tenido lugar la rueda de prensa de presentación del congreso, que ha contado con la presencia de Pere Godoy, presidente del comité científico del congreso; Jesús Ibarluzea; Aitana Lertxundi, secretaria de los comités organizador y científico; y Elena Vanessa Martínez, presidenta de la Sociedad Española de Epidemiología, además de alguno de los ponentes de la mesa inaugural.
En ella, Godoy ha reconocido que nos encontramos en “un momento interesante, pero complicado”, todavía inmersos en la pandemia de la Covid-19 y haciendo frente a los efectos del cambio climático. “Este verano hemos estado más de 40 días en ola de calor. En otros puntos del mundo tenemos sequía y en otros, como Pakistán, inundaciones”, ha recordado.
Tanto él como Elena Vanessa Martínez han destacado la dimensión del congreso, el segundo que se realiza presencial tras el estallido de la pandemia. “Estoy convencida de que va a ser una gran reunión”, ha señalado la presidenta, que ha señalado la importancia de “tener en cuenta las desigualdades sociales para abordar los problemas de salud”.
“Tenemos mucho interés en que este conocimiento llegue a las autoridades y también a la población general para que se tomen medidas encaminadas a controlar y mitigar estos problemas”, ha apuntado Godoy. En este sentido, Martínez ha reivindicado la necesidad de que los epidemiólogos cuenten con “estructuras y la suficiente independencia para poder realizar los informes y las recomendaciones adecuadas para mejorar la salud de la población”.
Próximas mesas y clausura
En el programa de mañana, jueves 1 de septiembre, destaca a las 9:00 horas una mesa redonda centrada en la epidemiología y la prevención de la viruela del mono, en la que se hablará de la situación actual y los desafíos que supone esta enfermedad. El viernes 2 de septiembre a las 9:30 horas tendrá lugar una mesa redonda en la que se abordará la salud pública post-pandemia.
La conferencia de clausura, el viernes 2 de septiembre a las 12:00 horas, correrá a cargo del periodista Rafael Vilasanjuan, director del Departamento de Análisis y Desarrollo Global del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), que hablará sobre Nacionalismos de la vacuna, de la voluntad local a la necesidad global.
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