Don Bosco Fambul es la única institución que tiene acceso libre a la cárcel y a todas las dependencias de Pademba Road. Las visitas de los familiares a los reclusos quedan limitadas a los viernes, pero los Salesianos y sus trabajadores sociales van durante toda la semana para atender, acompañar y cuidar a un grupo de 225 prisioneros que forman parte del grupo Don Bosco.
El objetivo es claro: ocuparse de los más jóvenes, de los más enfermos y ayudarlos con comida, medicinas y seguir su proceso judicial incluso pagando una fianza para los casos más leves.
Pademba Road puede ser la cárcel en el mundo con más inocentes entre rejas. No es una frase hecha ni lastimera después de haber pasado seis horas al día durante cuatro jornadas consecutivas. Es la realidad al comprobar que hay menores que por robar un teléfono de ínfima gama tienen una condena de dos años de prisión, o cinco años de cárcel por matar una vaca, o por andar solos por la noche por la calle y ser menor -lo que en Sierra Leona se llama Frequency, es decir, considerados potenciales delincuentes- tres años de cárcel…
Es la injusticia lo que realmente condena a muchos de los más jóvenes y les cambia la vida para siempre. Estar en el sitio equivocado en el peor momento te garantiza una condena de cárcel hasta que se resuelva la investigación y se demuestre o no la culpabilidad. No existe la presunción de inocencia, sino de culpabilidad.
Los Salesianos se plantearon en 2013 un objetivo a nivel inspectorial: trabajar en la cárcel de Freetown por ser el lugar con mayor concentración de sufrimiento e injusticia; no en vano a Pademba Road se le conoce como el infierno en la tierra.
Poco a poco, gracias a Don Bosco, se dan pequeños pasos para dejar de ser el infierno inhumano en el que los días pasan lentamente y sin sentido y llegar a ser “al menos un purgatorio donde se albergue esperanza y haya humanidad“, reconoce Jorge Crisafulli.
El equipo de Don Bosco Fambul, compuesto por trabajadores sociales y junior staff, se desplaza a diario a la prisión a primera hora de la mañana para preparar la comida extra del grupo de reclusos que atiende: 75, dos días a la semana, en total 225 personas, porque en Don Bosco todos tienen su ficha y a todos se les llama por su nombre.
En uno de los edificios de la prisión, donde está la biblioteca, los reos pueden leer, charlar y jugar durante la mañana hasta la hora del almuerzo: un plato de arroz, pero enriquecido con vitaminas, carne o pescado y una pieza de fruta, lo cual es un salto cualitativo del racho picante diario.
Pero Don Bosco Fambul no se queda en el acompañamiento de los presos, sino que está muy involucrado en la acción diaria de la prisión.
En ocasiones, los presos estuvieron semanas sin agua y sólo los más fuertes conseguían un botella para beber. Aún hoy se puede ver a los reclusos duchándose al aire libre a cubos de agua, o hacer sus necesidades en cualquier rincón con un olor nauseabundo.
Por eso los Salesianos, para mejorar la vida de los presos, han contribuido a llevar el agua a la cárcel con la construcción de un pozo, con una torre de nueve metros de altura, un sondeo de agua y unos tanques con una capacidad de 45.000 litros en total para que el agua llegue a toda la prisión.
Han canalizado todas las instalaciones para que puedan ducharse y han soterrado todos los desagües y fosas sépticas para que los excrementos y aguas fecales no circulen a la intemperie.
Todo está a punto para que la prisión se haga cargo del funcionamiento del sistema de agua. Las variaciones en la tensión de la luz y los cortes frecuentes ya han roto dos motores, así que cuando se compre un estabilizador de corriente los presos dispondrán de agua abundante y no tendrán que seguir consiguiéndola con cubos directamente de los depósitos.
LAS PERSONAS SON LO PRIMERO
Pero el verdadero trabajo de Don Bosco en la cárcel es recorrer a diario los barracones, hablar con los reclusos, conocer la historia de los que llegan y ayudar siempre a los más jóvenes y a los más débiles, no sólo dentro de la prisión, sino para que cuanto antes puedan salir en libertad.
Los jóvenes son los que se llevan la peor parte. Cuando los detienen, muchos ni pueden avisar a sus familiares por vivir en la calle ni reciben el mismo trato que los demás: los nuevos tienen que limpiar los excrementos de la celda depositados en un cubo durante la noche y a menudo son violados o forzados a tener relaciones sexuales con otros reclusos a cambio de comida.
“Nos hacemos cargo de fianzas de hasta un millón de leones (125 euros) por los casos más leves, injustos e incomprensibles y tan sólo nos mantenemos al margen de las acusaciones de violación o abusos de menores, donde dejamos que la investigación policial y judicial siga su curso. Ahí sólo ayudamos al recluso que nos necesita dentro de la prisión, pero no para que salga cuanto antes”, asegura el director de Don Bosco Fambul, Jorge Crisafulli.
En la prisión, todos conocen a Don Bosco, todos hablan bien de Don Bosco y a todos les gustaría pertenecer a ese grupo, porque supone el único hilo de esperanza entre esos muros, el único salvavidas al que agarrarse en un ambiente de resignación, abusos, injusticia y sufrimiento que va minando la dignidad de los presos.
Pero Don Bosco no sólo sigue las causas judiciales, pone un abogado y realiza las apelaciones pertinentes, sino que también da una pequeña ayuda para aquellos que cumplen condena o a los que les paga una fianza para que salgan en libertad.
“Muchos no tienen nada ni a nadie y no saben qué hacer con su vida. Les damos una pequeña ayuda económica para que puedan viajar a su aldea, arroz y ropa para que puedan empezar de cero con su nueva situación. Es en ese momento cuando de verdad se dan cuenta de lo que ha hecho Don Bosco por ellos y se muestran más agradecidos”, comenta Jorge Crisafulli.
Pero hasta que ese momento llega, los presos agradecen la presencia de Don Bosco y las visitas, porque suponen un aliciente en sus monótonas vidas y la constatación de que durante el tiempo que haya alguien de fuera dentro de la cárcel, ningún oficial los humillará, como es la norma no escrita de Pademba Road…
El trabajo salesiano en Sierra Leona
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