Chennu tiene 23 años y podría pasar por cualquier adicto a los gimnasios por su constitución y su corpulencia, sin embargo, nunca ha pisado uno. A cambio, ha estado tres veces en la cárcel durante casi cinco años en total. De chico de la calle, violento y buscador de peleas, ha pasado, gracias a conocer a Don Bosco en Pademba Road, a convertirse en el mejor defensor de los niños de la calle, trabajar para ellos y ser incapaz de hacer mal a nadie.
Es un espectáculo verlo posar, hablar y gesticular. Chennu es todo bondad. Musculado, pero servicial y leal, reconoce que “nunca ha ido un gimnasio y que todo es trabajo duro”. Se le ve feliz y agradecido y no lo disimula. Todo lo que sea Don Bosco significa dejarlo todo y darlo por él, y es que, no en vano, “Don Bosco me cambió la vida en la cárcel y no soy el mismo”, reconoce Chennu.
A Chennu lo apodaban ‘sniper’ (francotirador) y ésa era su mejor carta de presentación. Huérfano, se fue a vivir con un tía, pero acabó a los 6 años viviendo en la calle, durmiendo en cines y coches abandonados y siempre metido en peleas. En una de ellas dejó tan malherido a su rival que acabó en la cárcel de Bo, donde nació y residía.
Su segundo ingreso en prisión fue tan violento y protestó tanto que lo trasladaron dos veces de cárcel. En su etapa carcelaria su apodo era ‘toonice’ (demasiado amable).
Cuando cumplió sus primeras condenas nada cambió en él. Siguió robando, fumando, bebiendo y drogándose, en una vida nocturna desenfrenada… hasta que llegó a Pademba Road y su peor infierno se hizo realidad: Chennu tenía que sobrevivir siendo uno más, pero recién llegado.
Allí vivió Chennu sus experiencias más duras: recuerda “la falta de comida, lo que le costó adaptarse, la falta de agua y la soledad y el aislamiento”. Pero si algo marcó su estancia en la cárcel fueron los abusos sexuales: “Los sufrí dos veces; la primera me echaron algo en la comida y estaba mareado y sin fuerzas, era consciente de todo lo que me hacían, pero no podía defenderme. La segunda vez fue consentido, porque tenía mucha hambre y acepté a cambio de comida”, reconoce con dolor Chennu.
“No me quejé a los guardias de la cárcel de los abusos, incluso sabiendo que el autor había sido el encargado del barracón, que en teoría tenía la misión de defendernos y cuidarnos, porque no habría servido de nada, dirían que no era su problema y además tendría que seguir conviviendo con él”.
El encuentro con Don Bosco cambió su vida y fue casual, “al ir a una misa y verme que era tan fuerte que me encargaron mover bancos y me fueron dando confianza para llevar comida del grupo de Don Bosco.
De la cárcel también recuerda la falta de dignidad, “porque nos trataban como a bestias”, y cuenta la anécdota de un oficial “al que llamaban cucaracha porque en la cárcel estaba prohibido matar a las cucarachas, y este policía nos decía que hasta las cucarachas eran más importantes que nosotros”.
Al salir de la cárcel no funcionó la reunificación con su familia extendida, y un día llegó a los Salesianos enfermo, lo recibieron y lo atendieron. Desde entonces, forma parte de un ‘group home’, una casa de chicos mayores de edad que conviven mientras estudian apoyados por los Salesianos.
Chennu estudió metalúrgica y ahora quiere independizarse y, con el tiempo, formar una familia. Ha cambiado tanto que ahora es incapaz de hacerle daño a alguien. Ha canalizado toda su agresividad hacia la bondad y es el mejor cuidador de los niños de la calle que tiene Don Bosco Fambul.
“Sigue siendo beneficiario de Don Bosco, pero es verdad que muchas veces nos acompaña por la noche con los chicos de la calle y cualquier cosa que le pidas la hace de corazón, porque es noble, leal y muy responsable”, comenta Jorge Crisafulli, director de Don Bosco Fambul.
El sueño de Chennu, de hecho, va por ahí, “ayudar a otros niños de la calle como yo para que no cometan los mismos errores que yo y conozcan a Don Bosco”.
DE NUEVO EN PADEMBA ROAD
Con la historia que conocimos de Chennu nos planteamos la posibilidad de que pudiera venir a la cárcel con nosotros algún día, pero como mera utopía, porque después de los abusos que sufrió nadie en su sano juicio querría volver.
El último día de visita a la cárcel, sin embargo, Chennu se montó en la parte de atrás del jeep y, sin decir nada a nadie, se vino con nosotros con la mayor naturalidad.
Estaría nervioso, seguro, pero no lo demostraba. Al entrar, nos vino la imagen de lo que se encontró cuando cumplió condena y salió de Pademba Road: “Me sentía como en el paraíso cuando se abrió la puerta, pero es verdad que no sabía si ir hacia la derecha o hacia la izquierda, aunque me daba igual, estaba libre”.
Dentro de la cárcel hizo por saludar a sus antiguos compañeros y a todos les deseó lo mejor y que estuviesen libres pronto. Charló con los presos, con los oficiales… y acabó bromeando con todos sin importarle que le hicieran fotos, siempre posando y sonriendo, lanzando un beso al aire con los dedos índice y corazón y prounciando una frase típica: “Don Bosco bless you” (“Don Bosco te bendiga”).
Ahora su vida transcurre entre el ‘group home’, del que es responsable, el tiempo voluntario que pasa en Don Bosco Fambul, donde también se ha convertido en un manitas para arreglar cualquier imprevisto, su especialización en metalurgia y su idea de independizarse y formar una familia algún día.
Chennu es un ejemplo más de que todo lo peor se puede superar, hasta el infierno de Pademba Road, y de que toda la violencia se puede canalizar hacia bondad, gracias a la acogida familiar y a la educación de los Salesianos en Don Bosco Fambul.
El trabajo salesiano en Sierra Leona. Misiones Salesianas
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